Cinco razones por las que 'Assassin's Creed III' me ha decepcionado

Cinco razones por las que 'Assassin's Creed III' me ha decepcionado
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Una sensación agridulce, decepcionado y consciente de que es una sensación muy personal. Así me siento tras haber acabado la última entrega de la saga más vendida de Ubisoft y comprobar que mis miedos se habían hecho realidad. Por eso quiero compartir con vosotros mi lista de las cinco razones por las que ‘Assasssin’s Creed III me ha decepcionado.

Una lista como os decía muy personal y totalmente subjetiva la cual es lógico que muchos no compartáis. Ahí radica la grandeza de las mejores obras, de las que no dejan indiferente a nadie, de las que presentan unas credenciales penitenciarias para unos y dignas de reyes para otros.

‘Assassin’s Creed III’ por méritos propios ha conquistado a muchos y dejado fríos a otros tantos. Quizá por ser una partida demasiado grande de los conceptos básicos a los que nos tenían acostumbrados. Mejor dicho, a los que me tenían acostumbrado.

Puede que yo sea un enamorado del renacimiento y de las civilizaciones que han representado algo en la historia de la humanidad (ese historiador que nunca llegó a matricularse en la carrera y que siempre tendrá esa espina clavada lucha por salir con esta saga), de las aventuras complejas y románticas, del aire místico que había impregnado a la franquicia desde el principio… en definitiva, estas son mis cinco razones y espero que en los comentarios nos contéis si compartís alguna o si por el contrario os ha convencido como continuación a las andanzas de Ezio. Empezamos.

Por cierto, de cara al final del artículo encontraréis spoilers así que proceded con cuidado (os volveré a avisar con el tiempo suficiente para que lo tengáis en cuenta).

El lugar y el color

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Assassin’s Creed III

Para mi hablar de ‘Assassin’s Creed’ era hablar de historia pura, de recovecos y callejones que rezuman momentos clave en la historia del ser humano. Calles con historia, con leyenda. La romántica Florencia del Renacimiento bañada por el sol de la Toscana, la imponente Roma de los Borgia con sus medias verdades y sus pecados, la Constantinopla que era el crisol de culturas del momento…

Escenarios increíbles y vistosos sustituidos por barrizales, casas de dos pisos, niebla a cascoporro y el bosque más monótono visualmente que hemos visto en mucho tiempo. Da igual que sea verano, invierno, un poblado o una ciudad. Por desgracia la Boston del 1760 no le llega ni a la suela de los zapatos a la Florencia del Renacimiento.

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Assassin’s Creed: Revelations

O quizá sí que hubiese llegado a ser algo más evocadora si no hubiesen bañado al juego de un color gris que le quita la saturación a todo. No hay un sólo color vívido y la niebla se apodera del lugar en demasiadas ocasiones. Puede que antes, con las calles más pequeñas, con los recovecos y los cambios de altura no necesitaran usarla para tapar edificios que todavía no se han pintado. No quiero decir con esto que sea un ‘Turok’ ni mucho menos, pero el juego no es lo llamativo que eran las anteriores entregas.

Excepto las luchas de barcos, ahí sí parecen haber tenido mucho más esmero y entre las puestas de sol, el humo y el espectacular mar parece que estemos dentro de un cuadro de Turner. Quizá habiendo elegido una paleta de colores más viva, saturada y evocadora hubiesen conseguido teñir de dramatismo a esos escenarios tan diferentes de lo que no tienen acostumbrados.

La mística y el romanticismo

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Assassin’s Creed: Revelations

Esta franquicia siempre nos ha llevado a épocas clave en la historia del ser humano. Momentos bañados por la importancia de la religión, por la lucha entre lo humano y lo divino. Desde las santas cruzadas hasta el redescubrir de los dioses antiguos años más tarde.

Lugares en los que el arte presidía cada esquina, cada palacete renacentista, cada mezquita otomana. Ese ambiente místico que rodeaba a las aventuras de Ezio y de Altaïr, ese intangible que le daba un aire especial al reto que teníamos por delante. Ese ambiente que ha desaparecido de las ciudades, de los personajes, de las tramas. Hemos pasado de asesinar a un noble corrupto y amigo del Papa en medio de un baile de máscaras y bajo los fuegos artificiales de la noche Veneciana a tener que acabar con un coronel borracho en un corral de cerdos. No es lo mismo.

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Assassin’s Creed II

Quizá el principal culpable de esa pérdida de misticismo es el contexto en el que se desarrolla el juego. Hemos pasado de puntos clave en la historia cultural del ser humano a un periodo muy concreto para la historia del norte americano. Y claro que para un ciudadano de Estados Unidos la guerra de liberación fue muy importante, uno de los grandes puntos en su corta historia de 200 años. Pero es que las cruzadas, el renacimiento y el imperio otomano son grandes hits de la historia universal.

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Assassin’s Creed III

Épocas remotas cargadas de leyendas y personajes que el pasar de los años se ha encargado de convertir en héroes clásicos y protagonistas de hazañas increíbles. Esa era la mística de una franquicia que desde siempre ha coqueteado con la religión y lo que trasciende al ser humano. Me temo que la guerra de independencia de los Estados Unidos no puede competir o quizá no han sabido hacer que compita.

El parkour y la altura

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Assassin’s Creed II

Mi percepción de un ‘Assassin’s Creed’ siempre se ha podido resumir con el parkour. Sí, soy un asesino, estoy en el animus, estos son templarios, voy a conocer a personajes históricos… sí, muy bien. Pero la esencia clave, la que mola, la que define la propuesta del juego es el parkour.

Esos movimientos increíbles mientras damos saltos por las azoteas, esa sensación de ser el depredador que corretea en lo alto y que en cualquier momento se abalanzará sobre su presa. Sentirte perseguido, huir, escalar una fachada y recorrer media ciudad de tejado en tejado dando volteretas. Imparable y molón, ¿quién no querría hacer algo semejante?

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Assassin’s Creed: Brotherhood

En ‘Assassin’s Creed III’ falla el entorno. Creo que un juego de hacer parkour por los tejados necesita una ciudad abigarrada y repleta de obstáculos en donde las distancias sean asumibles por un salto y no se rompa el ritmo. Necesita pasajes estrechos y no calles enormes que separan las isletas de casas. Edificios altos, orgánicos, con ritmo y vida que inviten a escalar. No casas de dos plantas de las que tendremos que bajar al cabo de poco tiempo cuando nos demos cuenta de que la manera más rápida de llegar a los sitios es ir corriendo.

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Assassin’s Creed III

Yo me compro este juego para ser un águila que otea a sus presas desde una atalaya, desde lo alto de la imponente Iglesia de Santa Sofía o algo parecido y no desde lo alto de una iglesia de madera que mide menos que el bloque de pisos en el que vivo. Por mucho gran angular y salto de fe que me pongan ahora esto no es lo que era.

Los secundarios

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Assassin’s Creed: Brotherhood

Puede que los personajes secundarios del primer ‘Assassin’s Creed’ no fuesen unos auténticos roba-planos pero en las últimas tres entregas, las protagonizadas por Ezio, sí que lo eran. Desde el intrigante Maquiavelo y pasando por el genial y enloquecido Leonardo Da Vinci hasta ese bonachón llamado Yusuf (personaje inventado por cierto) que se convertía en nuestra mano derecha en el periplo por Constantinopla.

Personajes con historia, con carácter, con estilo, con cosas que contar que nos acompañaban durante muchas misiones y que aportaban el toque de humor o de seriedad cuando la situación lo requería. Quizá también ayuda el hecho de que casi todos ellos sean muy conocidos y trascendentes en la cultura europea. Es como cuando el Capitán Alatriste comparte un duelo con el mismísimo Quevedo en la ficción de Arturo Pérez Reverte.

Nos muestra una visión completamente distinta de un personaje que todos conocemos, que no esperábamos ver en esa guisa y que además funciona. En ‘Assassin’s Creed III’ también ocurre pero me da la sensación de que no han sabido convertir a esos generales americanos en personajes de interés o que aporten lo mismo que los de anteriores entregas. Sí, Benjamin Franklin puede ser divertido y apuntar un pequeño toque de majadería pero es el único que funciona.

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Assassin’s Creed III

Y como siempre puede ser que la culpa la tenga la elección del trasfondo y de unos personajes que sólo nos suenan vagamente y cuya importancia en la historia de la humanidad es relativamente pequeña. Si a esa sensación de localismo le añadimos personajes planos y no muy elaborados, el resultado no puede ser bueno. O al menos no tan bueno como el que teníamos en los anteriores juegos.

La pregunta obligada está clara, ¿personajes mal desarrollados o una mala elección de figuras y periodo histórico? Yo apostaría por una mezcla de las dos. Intentar ser fiel a la historia (algo que todos los ‘Assassin’s Creed’ han intentado en mayor o menor medida) cuando esta no está protagonizada por personajes interesantes o capaces de arrojar tantos matices como los de anteriores aventuras.

¿Se puede crear un personaje que aporte lo mismo partiendo de las hazañas bélicas de George Washington que de la vida y leyenda de Solimán I el Magnífico, el mayor Sultán del Imperio Otomano e impulsor de la ciencia, el arte y la filosofía? Complicado.

El protagonista y las motivaciones de los personajes

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Aviso antes de que sigáis de que este último punto contiene spoilers y no me gustaría estropear una saga de juegos tan buena. Quiero centrarme en la figura de los protagonistas de la franquicia más allá del único nexo de unión que tienen entre ellos, Desmond Miles.

Que Desmond no puede competir con Ezio y Altaïr en carisma lo hemos sabido siempre. Lo que yo no podía imaginarme es que Connor, el nuevo asesino estrella del juego, tampoco pudiese acercarse a ellos.

Imagino que la culpa de todo la tiene el desarrollo del personaje de Ezio Auditore, auténtico personaje principal de lo que llevamos de saga. Un noble italiano junto al que hemos compartido una vida entera llena de aventuras.

Un personaje que ha sufrido, que ha sangrado, que se ha enamorado, al que le han roto el corazón, que ha jurado venganza, que ha cometido errores, que ha hecho de tripas corazón, que ha sabido perdonar y que afronta una bien ganada vejez con el espíritu indomable de un lobo salvaje pero con una media sonrisa en la cara propia de quien ha vivido siempre a tope. Y nosotros hemos vivido con él, claro. Junto a uno de los personajes más redondos de los últimos años en la industria del videojuego.

Inicio del spoiler

Connor por su parte se queda en un mero intento descafeinado. A ello no ayuda tampoco que el personaje de Haytham tenga más carisma, porte y mala leche que él durante las casi cinco horas que dura el prólogo. Haytham da la sensación de saber qué terreno pisa, de tener un plan, de ser un depredador que otea desde lo alto, de ser astuto, inteligente y si la situación lo requiere despiadado.

En cambio Connor, cuando por fin lo llevamos vestido de asesino, se acaba convirtiendo en un recadero que corre de arriba a abajo sin tener muy claro cómo comportarse o qué hacer. Un personaje a veces movido por una idea fija de venganza y que otras veces que se comporta como si le debiese la vida a los norteamericanos encargándose de feas y complicadas misiones suicidas.

Parece un idealista que lucha por la libertad y la revolución. Pero en la siguiente misión puede parecer que sólo le importa vengar la muerte de su madre y la destrucción de su poblado. Es como si el juego no acertase a explicar las motivaciones claras de Charles Lee, de Haytham, de Washington y las del mismísimo protagonista.

Al acabar ‘Assassin’s Creed Revelations’ uno pensaba que sus actos, los de ese Ezio envejecido y sabio pero letal, habían influido de manera determinante y positiva en aquel joven Solimán que conocimos al principio del juego y que resulta ser el sultán benefactor de uno de los imperios más grandes que ha conocido la humanidad. ¿Cómo no sentirse el amo de la fiesta ante algo así?

En ‘Assassin’s Creed IIIno dejamos nunca de ser un peón y de estar rodeado de personajes que son capaces de escondernos sus planes y usarnos a su antojo. Puede ser la gracia del asunto, el ver cómo un joven idealista es traicionado por casi todos y comprobar que tanta lucha no ha servido de nada. Pero vamos, ¿en serio queremos vivir eso en la historia de un videojuego? ¿queremos ser ese protagonista con el que todos juegan? ¿leones o huevones?

Fin del spoiler

Ojo, no es ni mucho menos un mal juego

AC 3 combate naval

Assassins Creed III – Batalla naval

Quiero aclarar que los cinco puntos anteriores son tan sólo reflexiones sobre ‘Assassin’s Creed III’ al compararlo con el resto de entregas de su saga. Una reflexión, como dije al principio, muy personal e intransferible. Con ella no quiero decir que el juego que nos ocupa sea en absoluto malo.

Es totalmente disfrutable y uno de los juegos del año pero yo, fan de la saga desde el primer ‘Assassin’s Creed’ esperaba otra cosa. Ni más ni menos eso, otra cosa bastante diferente a la que han acabado entregándome sin restarle valor al producto final.

Estoy convencido de que a muchos de vosotros os ha parecido un juegazo y de que habéis disfrutado como auténticos enanos en la piel de Connor. Nadie puede discutirle sus puntos fuertes, los tiene y muchos, pero yo quería otra aventura romántica, llena de mística, de iconografía religiosa…

Yo quería un Indiana Jones y la Última Cruzada y me han acabado dando la tercera parte de La Búsqueda con Nicolas Cage. Quería encontrar el Santo Grial y he acabado encontrado la Declaración de Independencia Norteamericana. ¿Disfrutable? Claro que sí pero no es lo mismo…

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