Análisis de Disintegration: motos voladoras, robots con metralletas y una prometedora mezcla de FPS y estrategia en tiempo real

Análisis de Disintegration: motos voladoras, robots con metralletas y una prometedora mezcla de FPS y estrategia en tiempo real

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Robots conduciendo motos voladoras armadas hasta los dientes, armas basadas en metralletas y misiles en vez de rayos láser, hordas de enemigos y una prometedora mezcla capaz de unir dos géneros tan opuestos como el de los FPS y estrategia en tiempo real. Disintegration es el tipo de juego que no estaba dispuesto a dejar pasar.

Cuando a la industria le pedimos que arriesgue y nos plantee ideas que no estamos acostumbrados a ver nos referimos precisamente a cosas como esta. Lo malo de los riesgos es que siempre vas un poco a ciegas y la cosa puede acabar saliendo bien, mal o, como en este caso, un batiburrillo de ambas.

Un futuro de robots con motos voladoras

Con un lore que se toma demasiado en serio y no acaba de cuajar, Disintegration no sitúa en un futuro en el que los humanos pueden transplantar su cerebro a un robot para dejar de ser de carne y hueso.

Con el tiempo, los transplantados acaban siendo una mayoría que empiezan a cazar a los humanos que no han dado el paso y, como suele ocurrir en estos casos, una resistencia está dispuesta a pararles los pies.

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Nuestro papel es tomar el mando del lado robot de esa resistencia y, con la ayuda de nuestros compañeros metálicos, dar caza a uno de los líderes enemigos y acabar con la nube metálica -una inmensa nave base- que tiene dominada a la población.

A bordo de un graviciclo, una moto voladora incapaz de elevarse del suelo más allá de los 12 o 13 metros, tocará hacer uso de nuestras armas para ir recorriendo distintos niveles mientras cumplimos objetivos.

Una configuración de dos armas, que va desde las metralletas y una pistola de curación hasta una combinación de cañón de gran calibre y una andanada de misiles, nos sirve para ir abriéndonos paso.

Hasta aquí la cosa no distaría mucho de cualquier otro shooter futurista, pero la clave está en nuestros compañeros. Con un número que va creciendo o menguando hasta llegar a los cuatro, nos acompañará una serie de robots que lucharán de forma independiente a ras de suelo siguiendo nuestras órdenes.

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Ve aquí, cúbrete en ese parapeto, lanza una granada allí o concentra el fuego en ese enemigo. Acciones disponibles a golpe de botón que, sorprendentemente, da para un sistema de control tan ágil como efectivo y cómodo. Un punto de partida que, sin duda alguna, se hace muy prometedor.

A medio camino entre la estrategia y la ensalada de tiros

Con una campaña que no resulta demasiado larga ni especialmente escueta, toca aplaudir el gran trabajo que han hecho con Disintegration para aportar variedad a la idea. Los niveles no sólo son muy diferentes entre sí respecto a la ambientación, también van añadiendo cambios para evitar que todo sea un “llega a este punto, mata a todos y continua al siguiente”.

Proteger un vehículo, salvar civiles, recorrer un escenario sin minions que te acompañen, acabar con bichos gigantes… Se nota que hay un esfuerzo con la intención de evitar que el juego se vuelva excesivamente repetitivo, pero lamentablemente no siempre le sale bien y esa sensación acaba llegando tarde o temprano para ir diluyéndose mientras la dificultad escala.

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Es precisamente ahí, cuando el juego empieza a ponerte contra las cuerdas y ves cómo tus compañeros caen y tienes que ir mendigando vida, cuando la acción descerebrada recoge el testigo y se abandona un espíritu estratega que nunca acaba de cuadrar.

La IA de enemigos y compañeros, especialmente la de estos últimos, no da para tomarse Disintegration como un juego sesudo y con recursos. Si bien las distintas habilidades de tus minions dan para alguna estrategia básica, por ejemplo lanzar un campo ralentizador y luego volarlo todo con misiles, la profundidad del sistema no da para mucho más.

Más caos que planificación

Asumir que lo que esperabas encontrar no es tan ambicioso como preveías es el primer paso para reconciliarte con los mosqueos iniciales. Ver cómo tu equipo se muestra impasible a la llegada de enemigos hasta que ya los tienen encima, que podrían estar a cubierto pero deciden estar a pecho descubierto, que corren de aquí para allá como pollo sin cabeza sin disparar o defenderse hasta que llegan a su posición… No voy a mentir, resulta bastante frustrante que no tengan cierta iniciativa.

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Sin esa eficiencia pierdes la oportunidad de establecer cierto vínculo con ellos más allá de los poderes que utilizan y, sobre todo, de aprovechar los estados alterados que el juego ofrece para darle algo más de chicha a los combates.

Una situación en la que de un modo u otro acabas abrazando el caos y la ensalada de tiros en vez de la planificación, gozando esa cara del juego pero lamentando que no puedas agarrarte a la otra para ciertas situaciones. Con ello, el papel de los minions acaba relegado a usar sus habilidades y que hagan lo que puedan el resto del tiempo.

Por suerte los necesitas con vida no sólo como fuerza de ataque, también como herramienta para conseguir recursos o activar objetos que resultan inaccesibles para ti desde el graviciclo, así que el juego impide que te olvides de ellos por completo mientras están recargando sus poderes.

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Lástima que el juego acuse algo más de variedad en los enemigos y que su estrategia en el último tramo sea recopilar todo lo que has visto hasta ahora y lanzártelo a la cara. ¿Te acuerdas de ese jefe con varias fases? Pues ahora en vez de uno tienes que luchar contra dos. La falta de un nuevo reto al que no le tengas pillado ya el truco hacen de su fase final un paseo con poca épica.

La opinión de VidaExtra

Su campaña da para un par de tardes y siempre tienes la opción de rejugar para seguir mejorando personajes, conseguir desafíos que el juego va proponiéndote en cada una de las fases e intentar superarlo todo en dificultades más altas, pero la vida útil del juego promete alargarse más de la mano del multijugador.

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Con varios modos y un buen puñado de opciones para engancharse que incluyen distintas clases, skins y una retahíla de desafíos y elementos cosméticos a desbloquear, la gran duda aquí es cuánto puede durarle la mecha a esta modalidad. Los problemas de control estratégico comentados en la campaña y una posible falta de jugadores son los principales escollos a salvar.

Es una lástima salir de Disintegration sin la idea de ser un juego más redondo y con un horizonte más claro y sólido. Por ofrecer algo distinto y saber acertar varios de sus tiros, sin duda es algo que me gustaría ver crecer en el futuro, pero puede que haber apuntado a la mezcla de campaña y multijugador en vez de a una campaña más ambiciosa y sin fisuras le pase factura.

Disintegration

Disintegration

Plataformas PS4, Xbox One y PC (versión analizada)
Multijugador
Desarrollador V1 Interactive
Compañía Private Division
Lanzamiento 16 de junio
Precio 49,99 euros

Lo mejor

  • Una divertida mezcla de FPS y RTS
  • Las armas y habilidades para acabar con grupos de robots son muy satisfactorias
  • Una campaña variada y entretenida

Lo peor

  • Algunos problemas de control y eficiencia de los robots que te acompañan
  • Habría sido genial que la destrucción del entorno fuese un paso más allá

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