Llevo tres años utilizando el mismo mazo de Clash Royale y eso deja bastante claro en qué se ha convertido el éxito de Supercell

Llevo tres años utilizando el mismo mazo de Clash Royale y eso deja bastante claro en qué se ha convertido el éxito de Supercell

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Descarga, Murciélagos, Esbirros, Ariete de batalla, Mago, Dragón Infernal, Leñador y Pekka. Tres años llevo con la misma alineación. Evidentemente ha habido pequeños cambios según llegaban nuevas cartas, pero Clash Royale ha sido para mí más o menos lo mismo desde el principio.

Ahora, con el juego habiendo celebrado su cuarto aniversario mientras intenta tapar agujeros de usuarios a la vez que atrae a nuevos, la partida de rigor diaria se ha convertido en algo tremendamente esporádico que, como mucho, se limita a unos diez minutos en toda una semana. Si llega.


Se rompió el amor

Hace mucho que dejé de preocuparme por las copas, por la clasificación y por los ratios de victoria. De hecho, incluso la gran mayoría de los desafíos se quedan a medias porque no veo razones para jugarlos de forma seria y llegar hasta el final.

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¿Se rompió el amor de tanto usarlo? No lo descarto, pero no es menos cierto que el reto de Supercell debería estar precisamente ahí, en intentar mantener vivo el juego más allá de lo que el agotamiento de todos estos años pueda suponer. Este es, a fin de cuentas, el que ha sido uno de sus negocios más rentables hasta la fecha.

La realidad, en cambio, es otra muy distinta. Las novedades en forma de nuevas unidades parecen no levantar la misma expectación que hace años y, una vez lanzadas, su uso por lo general suele ser bastante anecdótico.

El meta está estancado por falta de ideas y, aunque soy consciente de hasta qué punto el reto se eleva en posiciones superiores, no veo incentivos de cara a llegar hasta ahí. Clash Royale se ha convertido en un pasatiempo.

El crucigramas de nuestros abuelos

Clash

Un día echas el rato y al siguiente casi ni te acuerdas. Es duro para un juego que ha ocupado gran parte de tu ocio diario durante tanto tiempo. 

Un paso lógico, si me apuras, pero más difícil de sobrellevar porque esto no es irte al cyber a jugar unas partidas al Counter-Strike o dedicarle horas a una raid del WoW.

Clash Royale es gratuito y tan accesible como verlo en pantalla cada vez que enciendes el móvil al cabo del día. 

Sin embargo, lo que antes era un “venga, una partida rápida” que se convertía en maratón, ahora carece de los incentivos suficientes para devolverte a ese punto.

La idea del Pase de Batalla era buena, pero la falta de regalos especialmente interesantes para la modalidad de pago y el desierto de cofres que propone para la opción gratuita están lejos de llamar nuestra atención. Un camino que poco o nada tiene que ver con la estrategia seguida por otros casos de éxito similares.

Si la vista está más puesta en el próximo éxito, enfocando esfuerzos en Brawl Stars hasta que llegue otro juego que lo reemplace como ha ocurrido con Clash Royale, es algo que no queda del todo claro. Sería una pena abandonar lo que había sido una fiebre sin precedentes, pero tal vez la idea de los juegos como servicio también va un poco de eso.

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