Sega y su creación más gore: 'Activator', como la Wii pero mejor

Sega y su creación más gore: 'Activator', como la Wii pero mejor
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No hay manera de negarlo, aunque quisiéramos no podríamos. Sega posee una parte de nuestros corazones y mirar al pasado para contemplar alguno de sus desquiciados proyectos hace que, además de soltar una lagrimilla, seamos conscientes de que ha sido la mejor compañía de videojuegos de la historia.

Vale, puede que me haya pasado tres pueblos y para enmendar mi error sólo debo retocar ligeramente la frase. Sega es la compañía con más carisma de la historia de los videojuegos, una especie de Ave Fénix autodestructivo que se emperró en invertir en tecnología totalmente desproporcionada y que, evidentemente, no le llevó a ningún lado.

Para que lo entendáis, estamos ante el Mickey Rourke de los videojuegos, ante el Chuck Norris del entretenimiento, ante el Michael Dudikoff del ocio electrónico, en definitiva, ante un héroe noventero como mandan los cánones. ¿Cómo sino se explica el despropósito de ‘Activator’? Si es que había que estar loco… o ser Sega.

Quizá un lumbrera del marketing entró en el despacho del presidente de la compañía y le prometió un viaje directo al templo de Afrodita, por que de otro modo es difícil explicar cómo se pudo invertir en un sistema que intentaba traspasar nuestro movimiento global a un videojuego para intentar controlarlo.

¿Os suena de algo? Sí, la única diferencia es que Nintendo Wii ha nacido en la época tecnológica adecuada y con el planteamiento correcto.

Y llegados a este punto y tras haber visto que se trataba de un sistema futurista, todavía podéis preguntar, vale pero… ¿Qué demonios era ‘Activator’?

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Pues ni más ni menos que un gadget, un periférico, que Sega decidió fabricar a mitad de la década de los noventa y que debía conseguir traspasar nuestros movimientos a la consola y así controlar los videojuegos de la manera más realista posible. La consola en concreto era la archiconocida MegaDrive (Genesis) y tal y como podéis estar pensando, la potencia de cálculo no sobraba, pero daba igual, donde no llega la cabeza… llega el corazón.

‘Activator’ era una especie de octágono desmontable que se podía plantar en el suelo. Una vez construida la estructura, el jugador tenía que situarse en el centro e ir interrumpiendo los láser infrarrojos que ésta proyectaba hacia el techo.

Al interrumpirlos, el sistema detectaba que se pulsaba un botón. Teniendo en cuenta que cada esquina de la forma geométrica tenía a un botón asignado de una forma más o menos lógica, a priori el sistema podía parecer divertido.

Y ese era el problema de Sega. Por que ¿quién demonios se iba a comprar un monstruo semejante que, además, simplemente sustituía a un gamepad normal y que no aportaba nada?.

Lo mejor del asunto es que para funcionar tenía más letra pequeña que las cláusulas de un préstamo. La lista de condiciones para garantizar un funcionamiento correcto era bastante peculiar puesto que no se podía usar en exterior o bajo una fuente de luz muy grande (olvidad las típicas lámparas de techo), se necesitaba un techo de altura standard, ni muy alto ni muy bajo, y por supuesto intentar evitar espejos y partes metálicas en el mismo.

Son lógicas, sí, pero recordad que es un periférico para una consola de 16 bits y que en aquel momento la edad media del jugón no era tan elevada como la de ahora.

Pero tratándose de Sega siempre hay un conejo en la chistera y es que cada vez que quisiéramos jugar, tanto si la consola se reiniciaba o si se decidía cambiar de cartucho, teníamos que ejecutar una maniobra de calibración que, como mínimo, duraría unos 20 segundos y “mantenernos alejados unos 3 pasos del ‘Activator”. Desde luego la última instrucción tiene su gracia y sólo faltó recomendar el uso de máscaras de gas, por si acaso y para aumentar la diversión.

Creo, después de pensarlo mucho, que el torrente creativo de la compañía les obligaba a dar salida a todo tipo de propuestas descabelladas y que nadie más se habría atrevido a desarrollar. Además, ¡qué demonios!, eran los noventa y en esa época todo tenía cabida, si hasta los Kiss sacaron un disco conceptual.

Puede que muchos de vosotros seáis demasiado jóvenes para soportar algo así, pero se llegaron a grabar anuncios en los que se publicitaba el mejor invento de la década. Los slogans se grabaron a fuego en las mentes de los que llegaron a verlos gracias a impactos del tipo, “tú eres el mando”.

Soy consciente de que después de ver a esta maravilla, al mirar a Nintendo Wii no sentiréis más que rechazo.

Rechazo por que Wii funciona y Activator más o menos, rechazo por que Wii está bien pensada y con el Activator hay que pensar para, simplemente, montarlo y rechazo por que Wii es de Nintendo y por lo tanto ha triunfado y Activator es de Sega y por lo tanto ha conquistado nuestro corazón.

Y es que la leyenda de la compañía por la que se sacrificó Segata Sanshiro no tiene fin. Antes de evolucionar y convertirse en el engendro que es ahora (sobretodo si lo comparamos con su época gloriosa), trufó la historia de los videojuegos con una serie de aparatos maléficos que a día de hoy todavía causan pesadillas.

Todavía puedo oír la risa malévola del MegaCD, sentir la mirada psicópata del 32X clavada en mi nuca, ver escondido entre la maleza al Sega Mega Mouse o contemplar la estoica belleza del mejor bate de béisbol electrónico de la historia de Sega, el BatterUp.

Jugones del mundo, sed conscientes de que algún día el Ave Fénix resurgirá de sus cenizas y acabará con todo. Quizá no estemos vivos para verlo, pero Segata no se sacrificó en vano y si él tenía fe ciega en Sega, sería por algo. Larga vida a ‘Activator’.

Vídeo | YouTube, YouTube
Más información | Wikipedia, Destructoid

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