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Onaona está libre de piratas: he devuelto la vida al paraíso tropical de Zelda: Tears of the Kingdom tras meses de ausencia

Ahora puedo comer y dormir gratis en uno de los parajes más impresionantes de Hyrule

Los avatares del periodismo de videojuegos han desembocado en que mi aventura en The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom se pusiese en pausa durante varios meses. Fue en julio la última vez que exploré el mundo de Hyrule, pero con los deberes ya hechos, ha sido el momento de retomar el viaje por uno de los candidatos a GOTY 2023.

Tras haber superado la poco emocionante zona de los Goron, quise tomar un descanso de un calor infernal y aprovechar para vivir unas buenas vacaciones. Hasta Link se merece tomarse un descanso entre tanto Ganon y tanto bokoblin, por lo que no hubo dudas de que el destino paradisíaco idóneo debía ser la Aldea Onaona.

Como buen reportero, soy más que consciente de que la situación de la villa costera es muy preocupante. Me he topado con varios personajes con terribles noticias de que los piratas se han adueñado del lugar, por lo que va a tocar partir unas cuantas cabezas. Justo en la entrada, en una pequeña colina, me encuentro al alcalde Rozel y a Karud, el responsable de que tuviese un techo bajo el que dormir en The Legend of Zelda: Breath of the Wild.

Tras la pateada desde la región de Farone, ambos me comunican lo evidente: hay que sacar a gorrazos a los invasores. No solo eso, sino que sus acciones han terminado con Onaona prácticamente arrasada, por lo que viven entre escombros. No es que mi Link esté "roto", pero no me preparo de ninguna forma para enfrentarme a ellos porque puedo cambiarles la dentadura a guantazs sin problemas; salto al ruedo a cara de perro y con muy malas pulgas.

Si tardo en acabar con la existencia de los piratas se debe a dos factores. El primero de ellos es que se encuentran desperdigados por todo el pueblo, incluyendo un enorme barco que está en la orilla y al que es una pena que no se le pueda prender fuego. El segundo es que una vez he aniquilado a cada uno de esos indeseables, la barra de vida de la horda me revela que todavía falta un pedazo; es decir, alguien está escondido y no quiere salir a dar batalla.

Cuántas neuronas deben tener los bokoblin para capturar un lugar tropical y terminar viviendo bajo tierra, en mitad de un pozo. Tras acabar con su desgracia, los vecinos comienzan a regresar y yo me inflo el pecho en señal de orgullo, pero la alegría dura poco. Es turno de echarle un cable a Karud con la reconstrucción, por aquello de tener un lugar digno en el que vivir cada uno de los habitantes. Sobre todo si se tiene en cuenta que llueve más en Onaona por metro cuadrado en 10 minutos que en Galicia en todo el año.

Por fortuna, las 20 piezas de arroz las tengo conmigo, por lo que la complicación radica en traer 15 troncos, que no sean de palmeras, a la bahía. Una parte muy simpática de la misión, la verdad, pues he disfrutado dando vueltas para encontrarlos y construyendo barcos improvisados con ellos para llevarlos hasta la playa. Una dinámica entretenida, que hace sumar puntos a una experiencia bastannte particular desde mi llegada a Onaona.

Hale, ahora sí que me puedo ir a paseo... o no. Resulta que es el turno de colocar un pilar central con el que poder restaurar la posada, el restaurante o la casa de premios. Sinceramente, aquí sí que me ha fallado Zelda: Tears of the Kingdom, pues con la cantidad absurda de posibilidades que ofrece la Ultramano, todo se reduce a poner recto un tronco de palmera en cada edificio.Nada de cubrir con tablas de madera las paredes, el suelo o cualquier otra tarea; la única diferencia se encuentra en la posada donde hay que sacar todos los objetos del agua, pero resulta escaso.

Sin embargo, puedo perfectamente pasar por alto todos esos detalles cuando veo que los vecinos de Onaona celebran que su hogar vuelve a tener vida. Esta es la localidad a la que quería volver, esa que en 2017 me dió tan buenos recuerdos. La recompensa está a la altura de las circunstancias y lo cierto es que posiblemente me pase más de una vez por los muelles de la villa.

Y es que cada uno de los negocios me ofrecen sus servicios totalmente gratis de por vida. Así pues, puedo comer hasta hartarme, darme un baño con sales que me revitalice y probar suerte en la casa de premios para llevarme un jugoso botín. Es de bien nacido ser agradecido y en Onaona han cumplido a la perfección con el refrán. El héroe de Hyrule y yo sonreímos.

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