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Análisis de Blade: The Edge of Darkness Remaster: el clásico español de acción y aventura más salvaje de su tiempo ha regresado

Barbarie, fantasía oscura, muerte y mucha, mucha frustración. Jugar a Blade: The Edge of Darkness es reencontrarse con una de las obras más ambiciosas y transgresoras del videojuego español. Una joyita descatalogada, pero no olvidada. Y hay que reconocer que su remaster de 2021 logra hacer justicia al original. Quizás, demasiada.

El regreso de Blade: The Edge of Darkness supone una nueva oportunidad de descubrir dos décadas después una gesta épica y terriblemente exigente a los controles. En cierto modo, una especie de pionero de los RPGs de acción al estilo soulsborne que nació diez años antes de que estallase el fenómeno Dark Souls y todo lo comparásemos con el legado de FromSoftware.

Un ARPG transgresor con una dificultad y dureza a los controles que no jugaron en su favor en 2001 y que, paradójicamente, pueden suponer una barrera de cara a una nueva generación de jugadores que hoy sí simpatizan con las altas dificultades pero, por otro lado, exigen unos controles extremadamente precisos.

Y es que, si bien, este remaster de Blade: The Edge of Darkness, ha recibido una puesta a punto técnica y un agradecido empujoncito visual que lo acomoda a las pantallas actuales, lo cierto es que se siente al teclado y con ratón exactamente igual que el original. Y eso, nunca mejor dicho, es un arma de doble filo.

Una gesta de aventura y fantasía oscura demasiado adelantada a su tiempo

El mundo se enfrenta a una nueva era de oscuridad. Tras una dolorosa derrota, Dal Gurak, el llamado Príncipe de las Tinieblas, ha vuelto a resurgir poblando la Tierra de demonios y otras bestias. Son tiempos de caos, muerte y miseria, pero también de renovada esperanza: cuatro héroes parten en búsqueda de la espada que una vez derrotó a Dal Gurak. Un arma sagrada y bien custodiada que una vez perteneció a Blade, el Caballero de la Luz.

Blade: The Edge of Darkness nos ofrece cuatro puntos de partida que convergen en una misma aventura. El lugar desde el que iniciaremos nuestra gesta sirve, a su vez, como prólogo de cada héroe, y como el propio tutorial. Un doble trámite extremadamente necesario para asimilar la historia y conseguir interiorizar las mecánicas de interacción y combate. Y, si bien, lo primero apenas tiene misterio, las segundas acaban siendo la quintaesencia del propio juego.

Y es que, pese a que es muy posible que empecemos la partida con las manos vacías, no tardaremos en encontrar remedios infalibles para llevar a cabo una gloriosa purga demoníaca durante el desarrollo de nuestra aventura. Cada uno de nuestros protagonistas domina un arma y posee su propio repertorio de combos. Cada uno de ellos con su propia jugabilidad:

  • El bárbaro norteño Tukaram es pesado y muy agresivo. Peligroso al blandir armas de dos manos, lo cual le garantiza remates gloriosos.
  • La amazona Zoe contrasta y aporta un estilo acrobático basado en el uso de flechas y lanzas.
  • Por otro lado, Naglfar el enano es un diminuto tanque con muy mala leche capaz de dejar atontados a los enemigos a base de martillazos.
  • Finalmente, el caballero Sargon es el más equilibrado y táctico, aunque su nivel de progresión es mucho más comedido.

Si bien, cada héroe de Blade: The Edge of Darkness ofrece un estilo e identidad jugable propia, acomodarse al propio juego a través de ellos resulta todo un proceso. De entrada, porque el elemento de exploración y RPG es realmente sorprendente resultón para la época en la que fue lanzado y cada uno se acomoda de un modo distinto a la aventura. Algo que se ve reforzado por una ambientación oscura, pero muy trabajada y que está siempre al servicio de la sensación constante de peligro.

Pero también porque, como ya comentamos, los combates tienen un peso enorme y un alto componente táctico en el que se recompensa muy bien la destreza. No solo con resoluciones que nos harán suspirar de alivio, sino también a base de una brutalidad muy explícita, convenientemente regada de tajos, desmembramientos y decapitaciones. Lo cual, lógicamente, también funciona en nuestra contra y nos expone constantemente a los más trágicos desenlaces.

Pasados los episodios de introducción, los héroes deberán encontrar las gemas que custodian la tumba del Caballero de la Luz para blandir la Espada Sagrada. Lo cual implica adentrarse en niveles sombríos y enfrentarse a toda clase de bestias, peligros y trampas, incluyendo -como era tradición en los videojuegos de la década de los 90- un guiño a la roca rodante de Indiana Jones y el Templo Maldito.

De hecho, en Blade: The Edge of Darkness no basta con sobrevivir a los peligros y enemigos que nos salgan al paso, ya que sólo podremos descender al Abismo -el último nivel- si reunimos la Historia De La Creación. Algo que, se mire como se mire, le da puntos extra a este precursor del fenómeno de Dark Souls adelantado a su propio tiempo y eleva todavía más su nivel de desafío y rejugabilidad.

Un festival de sangre y barbarie extremadamente desafiante, como el original

En muchos aspectos, Blade: The Edge of Darkness parece condenado a ser un juego de nicho. Lo fue de lanzamiento, cuando su maquiavélica dificultad jugó en su contra, pese a ofrecer un aspecto, una jugabilidad y un nivel de detalles de vanguardia; y también lo es veinte años después, a través de un remaster que es absolutamente reverencial con el original. Aunque, como veremos, los motivos del segundo caso son justo los opuestos.

De partida, la revisión del clásico de 2001 no ha perdido un ápice de su crudeza original, y eso es un punto muy a su favor. Los efectos de iluminación y la ambientación sombría siguen transmitiéndose igual de bien. Sin embargo, su presentación y su sistema de control lo convierten en una aventura de fantasía oscura que solo puede ser apreciada en propiedad por aquellos capaces de empatizar con la época en la que fue lanzado.

Es decir, pese a la grandeza de Blade: The Edge of Darkness como juego, que es mucha, el desarrollo de sus partidas lo hacen víctima constante de la retrorotura a la que se exponen prácticamente todos los juegos tridimensionales nacidos durante el cambio de milenio. Lo cual se traduce en modelos, animaciones y escenarios que son fruto de su tiempo, pero que incluso en estas circunstancias, cuentan con una doble ventaja.

  • De partida, la revolucionaria ambientación de la que ya hablamos se sostiene sobre una iluminación y un diseño de niveles que logra aguantar el paso del tiempo con cierta modestia, pero de manera bastante resultona.
  • Lo cual es holgadamente reforzado por el tratamiento que se le ha dado al remaster, el cual aporta un reescalado las texturas así como de todas y cada una de las interfaces, de modo que la experiencia de juego clásico se acomoda a las actuales pantallas panorámicas.

Como suele ser habitual, las cinemáticas del juego delatan la edad del juego. Mientras se muestran en pantalla las escenas en CGI Regresaremos a la proporción de pantalla original. Sin embargo, el remaster se acomoda a las pantallas actuales ofreciendo unos acabados limpios y agradecidamente pulidos tanto en partida como al consultar las opciones de juego. ¿La parte más delicada de Blade: The Edge of Darkness? La jugabilidad original está intacta, con lo bueno y lo malo que ello supone.

La revisión de Blade: The Edge of Darkness carece de soporte para mandos,  una lástima, pero su manera de regresar a los controles originales y su esencia desafiante es lo que de verdad acaba siendo un arma de doble filo que, de manera irremediable, hace que el paso de los años acabe pasando cierta factura al conjunto, salvo que lo veamos con los ojos de la época en la que fue lanzado.

No es cosa de las animaciones y físicas del juego, las cuales siguen fueron rompedoras hace dos décadas. Pero las capturas de movimiento originales no lucen con su ambición original y eso hace que, de un modo u otro, te acabes saliendo de la partida. Especialmente cuando, tras más intentos de los necesarios, lo que reposa inerte en el suelo por enésima vez es el cuerpo de tu héroe.

Llegados a este punto toca entender que la jugabilidad original de Blade: The Edge of Darkness es parte de su propia identidad. Pero, incluso así, ésta merecía ser revisada y actualizada para poder abrir la excelencia del juego a un nuevo público. Quizás, dando la posibilidad de que los veteranos, los puristas y los fans de las experiencias más hardcore recuperasen las sensaciones clásicas de desafío a los controles desde los ajustes.

Blade: The Edge of Darkness es un juego de aventuras y RPG que, desde los primeros compases, se empeña en que te aprendas a moverte bien y te desenvuelvas en su mundo de barbarie y violencia explícita. Tanto desde su tutorial como a través de los respectivos prólogos de cada héroe. Dicho lo cual, una vez retomas las sensaciones originales y logras hacer clic con su esencia, se abre ante ti todo un fascinante mundo de fantasía oscura y muerte. Mucha muerte.

La opinión de VidaExtra

Que Blade: The Edge of Darkness esté de vuelta en PC es motivo de celebración. Fue y sigue siendo una obra muy adelantada a su tiempo y una aventura que da todavía más fuerza y valor al rico legado del videojuego español. Y, si bien, en su momento no alcanzó el éxito comercial, ni su gran  ambición ni su carácter visionario y transgresor deben ser olvidados.

Para unos Blade: The Edge of Darkness será un descubrimiento y para otros un reencuentro. Sobre todo, teniendo en cuenta que este remaster busca en todo momento preservar la esencia e identidad del clásico de 2001 y acomodarlo a las pantallas actuales. Una conversión intachable con un punto flaco: no ir más allá de los nostálgicos en lo jugable.

Porque el remaster de Blade: The Edge of Darkness perdió una oportunidad de oro al no abrir la experiencia del juego original a un nuevo público sediento de desafíos, pero altamente susceptible con la precisión de los sistemas de control. A quienes llegan de nuevas a este mundo de muerte y barbarie.

Quizás, este regreso de Blade: The Edge of Darkness hubiese lucido mejor con la adición de una alternativa a su jugabilidad original. Incluso, con la opción de poder usar un mando. Pero, como ya dijimos, las sensaciones originales al ratón y los teclados también forman parte de la esencia del juego.

Lo cual tiene una consecuencia directa: ahora que hemos recuperado el clásico perdido con un remaster que rinde culto al original, el cual es cita obligada para los fans del publicado en 2001, ya comenzamos a suspirar por un futuro remake de Blade: The Edge of Darkness. Uno cuya barbarie y ambición se mida, de manera totalmente justificada, con Dark Souls y su legado.

Lo mejor: Nueva vida para uno de los clásicos de acción y aventura más salvajes de su tiempo / Lo peor Su jugabilidad es parte de su identidad, pero merecía ser revisada y actualizada

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