Animado por un amigo y ciertos comentarios que había leído en redes sociales descubro Forager, una de las últimas sensaciones del desarrollo indie. Presentado como una mezcla entre Zelda, Stardew Valley y juego idle, me acerco a él con el miedo que siempre me provocan este tipo de experiencias: “¿cuántas horas voy a perder aquí?”
Para mi sorpresa, lo que prometía ser un peligroso pozo de horas y la posterior necesidad de desinstalarlo sin mirar atrás para poder huir de su vórtice, pasadas unas horas sigue sin hacerme click. Veo el potencial y me llama la atención, pero aún sigo sin saber si va a terminar enamorándome o me dejará indiferente.
Forager: la nueva sensación indie
Nacido de una Gamejam, Forager nos planta en una pequeña isla con un pico en la mano y la necesidad de destrozar todo lo que se cruce en nuestro camino. Nuestro primer objetivo es hacernos con uno de los edificios de crafteo que requieren de toda esa madera que los árboles ponen a nuestra disposición.
Superado ese primer trámite ponemos nuestros ojos en el siguiente objetivo. El escenario se nos ha quedado pequeño y llega el momento de expandirnos. ¿Cómo? Utilizando las monedas ganadas o crafteadas para comprar alguna de las porciones de tierra que nos rodean.
En cada nueva isla o península -algunas estarán conectadas y otras precisarán de puentes para poder alcanzarlas- nos espera alguna sorpresa en forma de nuevos materiales, mazmorras, NPC que nutran la experiencia en forma de misiones, puzles o enemigos. Estos últimos son, hablando claro, más una forma de farmear materiales propios de ellos que una amenaza.
Nuestro único y principal rival al principio del juego es el cansancio, que requiere que nos alimentemos de la mejor forma posible para recuperar corazones y reponer la barra de energía, que decrece a velocidad vertiginosa cada vez que nos ponemos a darle golpes con el pico a algo.
Zelda + Idle + Stardew Valley
Con ese cóctel de ideas entras en un bucle de conseguir materiales, transformarlos, venderlos y sumar nuevas zonas a tu escenario en el que muy pronto tienes más cosas por hacer que tiempo o habilidades para completarlas. Puede que ese agobio, con materiales renaciendo constantemente hasta imposibilitar tu paso, sea lo que me haya frenado en Forager.
Por lo demás el horizonte es interesante, con un árbol de habilidad enorme en el que ir desbloqueando nuevas opciones, armas y herramientas, la posibilidad de mejorar esas últimas en distintos edificios y, por descontado, el hambre de aventura que te lleva a querer descubrir qué hay más allá de lo que tus pies pueden tocar en cada momento.
Sin reto aparente en lo que a dificultad respecta, todo se acaba reduciendo a cómo generas automatismos a base de que un material pase a ser otro de la forma más eficiente posible. Lo necesario para seguir evolucionando y conseguir el dinero suficiente para tu expansión.
Me preocupa que ese loop no me haya enganchado con fuerza desde el minuto uno, pero afortunadamente la curiosidad de ver dónde acaba todo esto sigue empujándome hacia adelante. La idea, desde luego, merece que le dé una segunda oportunidad que, sin embargo, sí sé a ciencia cierta que puede ser la última. Lo que extraiga de ahí probablemente sea lo que acabe decantando la balanza hacia un lado u otro.
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