Los videojuegos en los medios de comunicación: el caso de Winnenden

Los videojuegos en los medios de comunicación: el caso de Winnenden
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Hace un par de días nos despertábamos con la triste noticia de una matanza ocurrida en Alemania. El patrón de estos sucesos es tristemente similar. En casi todos los casos se trata de adolescentes frustrados, que deciden tomarse su particular venganza del mundo arremetiendo contra la institución que consideran fuente de sus desgracias: el colegio o instituto, y llevando a cabo una venganza indiscriminada contra todo el que se pone por delante.

El caso de Tim Kretschmer, un adolescente solitario de 17 años residente en Winnenden, una pequeña localidad en el suroeste de Alemania, es igual a tantos otros. Tim entró en su antiguo instituto, pistola en mano, y tras asesinar a 15 personas, acabó suicidándose al ser acorralado por la policía. Los detalles escabrosos del suceso los omitiremos para no convertir esta crónica en una página de sucesos. Lo que me preguntaba tras escuchar la noticia es cuanto se tardaría en relacionar la matanza con los videojuegos. Bien, no tardaron mucho, lo que me lleva una vez más a reflexionar sobre la violencia en los videojuegos.

Así pues, la pasión por las películas de terror y el hecho de poseer una copia de ‘Counter-Strike’ aparecen como factores determinantes. Que sus padres guardaran un total de 15 armas en casa (todas bajo llave, salvo una Beretta semiautomática que es la que utilizó Tim) y que el chico hubiera demostrado aptitudes para la práctica del tiro no tiene nada que ver. Los asesinos en potencia se entrenan con ‘Counter-Strike’, como bien sabemos. Y sí, estoy siendo sarcástico.

Los videojuegos, a pesar del afán por criminalizarlos, no son más que un reflejo de la realidad, al igual que lo es el cine. Concretamente ‘Counter-Strike’ es un reflejo de las tácticas y operativas que siguen los grupos especiales de asalto antiterrorista. Por lo tanto, igual que podemos echarle al juego la culpa de las matanzas, también podemos considerarlo fuente de los miles de jóvenes que pasan cada año a engrosar los cuerpos especiales de seguridad del estado en todo el mundo, lo cual resulta una comparativa mucho más benigna.

Es cierto, no obstante, que no todos los medios de comunicación han caído en el amarillismo y que, poco a poco, los videojuegos se libran del estigma que les persigue, aunque aún permanece. Esta misma mañana en una tertulia radiofónica escuché sorprendido como un psicólogo hablaba, de forma cabal y razonada, sobre este fenómeno.

Razonaba, muy acertadamente, que los videojuegos violentos pueden ser una causa, pero no el detonante de una actitud violenta, actitudes que ya deben existir en el individuo de por sí. Así pues, es lógico que un individuo violento prefiera los videojuegos violentos, pero esto no quiere decir que todos los usuarios de este tipo videojuegos sean personas violentas y rebate, sobre todo, la absurda teoría de que los videojuegos convierten a adolescentes pacíficos en máquinas de matar.

Por otra parte, parece que en los medios de comunicación se ha creado una especie de patrón para este tipo de noticias. A toda costa hay que destacar dos cosas: que el asesino tenía aficiones “poco comunes” como jugar al rol o que le gusten los videojuegos violentos. Y que la matanza se haya anunciado en internet, ya sea en un foro, chat o similar, factores ambos que parecen contribuir a incrementar la venta de periódicos. Porque el caso en estos sucesos es localizar un culpable externo.

Por cierto, esta segunda hipótesis, la del mensaje en internet, ha demostrado ser falsa como se ha demostrado hoy mismo. Al parecer el mensaje no salió del ordenador del asesino, según ha apuntado hoy mismo la policía alemana.

Al final toda la historia se reduce al triste caso de un adolescente inadaptado que ha tenido acceso a armas de fuego por la negligencia paterna. Los videojuegos e internet son solo la salsa para aderezar la noticia, empleada en mayor o menor medida según el tono de sensacionalismo que cada periodista quiera aportar a la misma.

Nota: Para evitar el herir sensibilidades, he preferido evitar en este artículo el uso de imágenes de cualquier imagen relacionada con los sucesos y optar simplemente por una panorámica de la ciudad.

Vía | El País

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