No deja de parecerme curioso que tras tres temporadas una serie por la que pocos apostaban siga estando tan arriba. Mythic Quest no sólo sigue ofreciéndonos la cara más ácida y realista de la industria del videojuego, sino que le ha cogido el pulso a saber reconocer y mofarse de todo lo que amamos y odiamos de ella.
Con una tercera temporada que sabe mantener el nivel, la serie de Apple y Ubisoft creada por Ashley Burch demuestra que, pese al poco ruido que sigue haciendo, es una de las mejores producciones de este estilo que hay ahora mismo en nuestras pantallas. La dosis perfecta de humor y momentos brillantes relacionada con el mundo del videojuego que siempre habíamos deseado.
Acercándose al drama de Mythic Quest
Si bien es cierto que otras series como Big Bang Theory ya se acercaron a la idea del mundo friki de polígonos y píxeles, es la historia de este grupo de psicópatas descerebrados de egos inflados al borde de la depresión la que realmente ha entendido como ninguna otra lo que significa el desarrollo de videojuegos.
La historia de Poppy, Ian y David hace mucho que dejó de ser la de un trío protagonista destinado a trasladar en clave de comedia el mundo de la producción, la programación y el diseño de videojuegos. En esta temporada, cada vez más, es una serie coral en la que los secundarios tienen cada vez más peso para incidir en el resto de departamentos de un estudio de desarrollo.
Es surrealista que problemas como los salpicados a Ubisoft a base de falta de foco en sus desarrollos, el acercamiento a la absurda fiebre de los NFT, la falta de mano a la hora de acercar los juegos a Hollywood, y los relativos a la inclusión de minorías dentro de sus estudios, sirva aquí como excusa para mofarse de cómo la industria se ha dado de bruces contra ellos una y otra vez.
Con la perfecta dosis de ironía y denuncia, Mythic Quest sigue desarrollando personajes que, sin terminar de darle la vuelta a la historia que nos ha traído hasta este punto, sí es lo suficientemente retorcida para llevarlos un pasito más allá.
No esperaba terminar ninguno de los capítulos con mal cuerpo y, sin embargo, hay un momento de cara al final capaz de demostrar que Ian y Poppy, Rob McElhenney y Charlotte Nicdao, están ahí para algo más que sacarnos una sonrisa de vez en cuando.
Mythic Quest sigue siendo una serie imprescindible
Con la desaparición repentina de uno de sus secundarios principales, la tercera temporada Mythic Quest aprovecha para alzar en hombros a otros secundarios como Carol, Brad y Jo, sin duda de lo mejor que nos ha dado la trama. La última, con Jessie Ennis retomando su papel de villana entrañable, vuelve a ser de lejos lo mejor de una serie que sigue sacándole jugo a cada una de sus personalidades.
Puede que sea David, el productor del MMO Mythic Quest, el que se quede más atrás de todos, pero no por ello deja de ser interesante comprobar cómo sigue estampándose contra la realidad de ser un completo inútil intentando reflejar que tiene el control de algo que, como casi siempre en la vida real, bien podría seguir funcionando sin un jefe ególatra a la cabeza.
Retomando la tradición de ofrecernos un capítulo especial destinado a contarnos una historia paralela de otra época, en esta ocasión toma la niñez de Ian y Poppy para enseñarnos cómo llegaron a ser quienes son con otro episodio fantástico de orígenes.
Sigue sin reinventar la rueda y se siente cómoda en ese papel, pero consciente de hasta qué punto apel a un nicho muy concreto del público, y sabiendo de pe a pá qué teclas debe tocar para demostrar que sabe de qué está hablando, Mythic Quest cierra su tercera temporada recordándonos que es una serie que cualquier fan del mundo del videojuego y el desarrollo debería tener en su radar.
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