¿Estoy como unas malditas maracas? Sí, estoy como unas malditas maracas. Sólo así se expllica el haber mandado a una caja todos los edificios, objetos de decoración, carreteras, vías de monorraíl (¡Monorraíl!) y personajes de mi partida de Los Simpsons: Springfield desde que empezase a jugar allá por 2012.
Tras un tiempo sin pasar por el juego, hace poco volví a él para comprobar hasta qué punto había cambiado en algo más de un par de años desde la última vez que lo toqué. Grandes mejoras y cambios me animaron a continuar mi partida de forma recurrente y, en algún momento de enajenación mental, decidí tomar la peor decisión que he hecho en años: tirar una bomba nuclear sobre la ciudad.
Siete años acumulando edificios y personajes
2012 fue un gran año para los city builders con esperas y micropagos. Siguiendo la estela de Farmville iniciada en Facebook hace ya 10 años, juegos como Hay Day, Clash of Clans o el propio Los Simpsons: Springfield nacieron ese año para intentar explotar la moda. Desde entonces la cantidad de títulos similares, algunos también centrados en series de animación, han sucumbido al paso del tiempo o quedado relegados a un segundo plano.
Los Simpsons: Springfield, en cambio, cosechaban el pasado mes de junio alrededor de 200.000 descargas y 300.000 dólares en beneficios. Sólo contando cifras en la App Store. Sobra decir que para un juego de móviles con más de siete años a sus espaldas, son cifras realmente impresionantes.
Si hay dudas sobre si son merecidas o se limitan al tirón de la serie, bueno, parece obvio que una franquicia como Los Simpsons es un as bajo la manga que asegura cierta atención, pero es de recibo reconocerle al César lo que es del César, y aquí EA ha sabido jugar sus cartas con maestría.
Actualizaciones continuas que aún hoy se siguen sucediendo mes tras mes, a veces recuperando viejas creaciones pero siempre añadiendo novedades, han convertido a Los Simpsons: Springfield en el mejor álbum de cromos para los fans de la serie. Una ciudad repleta de guiños, personajes e inolvidables recuerdos capaces de alegrarle la vista a cualquier seguidor de la familia amarilla.
Un gran juego que no ha parado de evolucionar
Habiéndome criado entre ellos, el pasear a golpe de índice por un parque de Krustylandia, el edificio de Los Canteros o muchas de las locuras aparecidas en los especiales de Halloween de La casa-árbol del terror, es como asomarte a un pozo de nostalgia que me devuelve a mi infancia y adolescencia.
No es fácil hacer un sacacuartos, y menos aún hacerlo con el mimo que han demostrado los creadores de este juego.
Abandonado hace años por el tedio y un creciente interés hacia otros juegos, mi retorno a Los Simpsons: Springfield demostró ser una considerable alegría.
Los donuts, la moneda premium del juego, ahora podían farmearse de forma más fácil y rápida, siendo así posible poder acumular suficientes para ir comprando los objetos y personajes que se me habían resistido como jugador free-to-play.
Mejoras como el hecho de poder recoger todos los beneficios de la ciudad de un plumazo, o enviar a todos los personajes a trabajar sin esfuerzo, han sido novedades realmente destacables en un juego que por aquél entonces me parecía bastante estancado. Especialmente cuando tienes una ciudad con decenas de personajes y cientos de edificios esperando a ser recaudados.
Contento por el cambio, me puse a investigar sobre el estado del juego, qué novedades me había perdido y en qué punto estaba la comunidad. Gente compartiendo sus ciudades en Reddit, sets de edificios perfectamente ordenados en Pinterest e incluso imágenes que jugaban con la perspectiva para construir formaciones completamente nuevas.
Mi cara al lado de la definición de "venirse arriba"
Una delicia para alguien que se crió pasando horas frente al editor de mapas de Age of Empires dando forma a los escenarios más nutridos y espectaculares posibles. Una auténtica locura para quienes, como yo, aspiraban a dejar su Springfield con un aspecto perfecto a base de intentar planear cómo sería mi ciudad tras pulsar el fatídico botón.
Tras venirme muy arriba -no hay palabra para describir lo seguro que estaba de lo buena que era la idea- y confirmar en tres o cuatro ocasiones a los mensajes de alerta que sí, efectivamente quería enviar todo lo que tenía acumulado a una caja, tomé la peor decisión de mi historia reciente.
En algún momento debería haberme planteado que, tal vez, lo único que no se había mejorado en Los Simpsons: Springfield era la gestión de objetos, pero en cambio pulsé el botón para después dirigirme a la caja y empezar a ver una infinita línea de edificios y objetos que ni siquiera recordaba tener.
Un sudor frío recorrió mi espalda y, como habría sido evidente para cualquiera con dos dedos de frente, empecé a darme cuenta del error que había cometido.
En ese preciso instante habría matado por tener un botón de colocación aleatorios que me aliviase el trabajo, pero poco a poco empecé a construir con la intención de que ese fuese un pasatiempo veraniego al que acudir poco a poco. Aquí va la casa de los Flanders, aquí la mansión Burns, aquí la casa de Skinner…
Hasta siempre, Los Simpsons: Springfield
“Mierda, debería haber dejado sitio para el cercado” (sí, esas que ya tenía colocadas). “No me caben los edificios en este tramo de carretera, toca borrarlo y empezar otra vez”. “¿Dónde narices coloco Krustylandia?”. Podéis imaginar lo siguiente que se me pasó por la cabeza. Un “a tomar viento” de manual.
Consciente del dolor de barriga que me producía el hecho de pensar en la cantidad de tiempo que debía invertir en el proceso para que todo quedase mínimamente bien, a los pocos minutos empecé a intentar buscar soluciones. ¿Y si lo hago con el ratón en un emulador de Android? ¿Y si han sacado una versión para Windows o Mac y no me he enterado?
Ni lo primero resultó ser cómodo y funcional ni lo segundo ha existido o tiene intención de hacerlo, así que me limité a hacer lo más sano que me pareció en ese momento: desinstalar la aplicación y no mirar atrás salvo para contar aquí cómo metí el pie en el barro hasta mojarme el ombligo y que, con algo de suerte, tú no cometas mi mismo error.
No negaré que si algún día esa versión para PC sale a la luz, o EA decide implementar un mejor sistema de orden y construcción con el apoyo de un diseñador de interfaces en condiciones, puede que me sienta tentado a construir el Springfield de mis sueños. Hasta entonces, reconozco que fue bonito mientras duró y al menos me ha servido para echarme unas risas.
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