Mount & Blade II: Bannerlord rompe con lo que se espera de un juego Next-Gen con una intención manifiesta: imponerse como el simulador de combate medieval definitivo

Mount & Blade II: Bannerlord rompe con lo que se espera de un juego Next-Gen con una intención manifiesta: imponerse como el simulador de combate medieval definitivo

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Mount Blade Ii Bannerlord

La emoción de la conquista, la tensión tomar parte en un asedio bien planteado, la alegría de sumar nuevos aliados y la satisfacción de celebrar una victoria ganada dando instrucciones a tiempo y tajos certeros. Mount & Blade II: Bannerlord es el simulador de combate medieval definitivo, y no por cómo se nos permite blandir la espada o la ballesta, sino por la manera de transmitir la ambición de conquistar el mundo dentro y fuera del campo de batalla.

Tanto en los preparativos y a la hora de sumergirnos y tomar parte activa en el rico contexto del juego que evoluciona a nuestro paso, como al liderar nuestro propio ejército luchando como uno más, espada en mano y sin más ventaja en el campo de batalla que lo aprendido, lo ganado y lo reclamado por la fuerza en las anteriores batallas. Delegando en nuestros aliados aspectos delicados de nuestro gran plan y asumiendo los aciertos y las lecciones aprendidas junto nuestras tropas o a pesar de ellas.

Porque Mount & Blade II: Bannerlord es una obsesión que entremezcla elementos de rol, los entresijos del mercado y la diplomacia, los combates multitudinarios y el sandbox. Y no de cualquier manera, que conste. TaleWorlds Entertainment nos propone decidir el destino de nuestro personaje mientras nos dejamos guiar por la razón, los acontecimientos o por el simple capricho. Una rica experiencia rolera que es café para los muy cafeteros.

Eso sí, en caso de que llegues de nuevas no te verás demasiado abrumado a la hora de sumergirte en él: los acontecimientos, costumbres y paisajes del imperio de Calradia y cada una de sus regiones fronterizas están descaradamente inspiradas en nuestra historia. Más concretamente, en el periodo de las invasiones bárbaras. Un contexto estupendo y a la vez ambicioso. Tanto, que una vez metidos de lleno en su experiencia de juego es imposible no perdonarle sus defectos. Que los tiene y muy a la vista.

Tras un larguísimo periodo de desarrollo y testeo, TaleWorlds retoma y pone sobre la mesa su medievo casi creado a medida de Mount & Blade: Warband. Un periodo cuyo contexto geopolítico está a punto de transformarse con nuestra ayuda o sin ella. Lo cual, como ocurre en cualquier videojuego, nos pondrá, de un modo u otro, en el ojo del huracán a la vez que nos deja hacer lo que nos dé la gana. Un contraste que, como veremos, da un juego estupendo.

No basta con conquistar el mundo: hay que convertirse en una leyenda

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Calradia se encuentra en una cruda fase de desarticulación y guerra civil. Más o menos, como le pasó a nuestro Imperio Romano durante su ocaso. El emperador Arenicos ha fallecido en misteriosas circunstancias que derivaron en diferencias políticas y, progresivamente, dividiendo el territorio bajo su control en tres: el norte del imperio depende del senador Lucon, el sur debe lealtad a la emperatriz Rhagaea y los pueblos del oeste están a cargo del general Garios. Sobra decir que las relaciones entre los tres no son lo que se dice cordiales.

A partir de este punto, la historia de Mount & Blade II: Bannerlord la iremos escribiendo nosotros -y sobre la marcha- tanto a través del modo Campaña como a través del todavía más sugerente modo Sandbox. Es más, nuestros orígenes ni siquiera tienen que estar vinculados al imperio calradiano: al crear nuestro personaje tendremos a nuestra disposición seis culturas con bonificaciones únicas de cara al progreso. Y no te vamos a mentir: mientras más avanzamos en el juego más nos planteamos qué hubiese pasado de haber elegido cualquiera de las otros cinco.

El sistema de creación de personaje es toda una alegría para los apasionados por el rol de toda la vida. Una vez determinamos el aspecto físico de nuestro héroe y su cultura, se nos abren opciones que determinan nuestros orígenes, nuestro pasado, nuestra personalidad o qué tipo de persona somos. Un pequeño cuestionario que, lógicamente, sirve para determinar qué clase de atributos y habilidades deseamos fomentar antes de iniciarnos a la aventura.

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¿Queremos potenciar nuestro carisma o tener un mejor dominio de las armas a dos manos? En Mount & Blade II: Bannerlord las dos respuestas son acertadas.

Tal y como se espera de la secuela de Mount & Blade: Warband, el juego desborda profundidad y posibilidades. De hecho, una vez aprendamos lo básico (explorar, luchar y desenvolvernos en las ciudades) podremos hacer lo que queramos. Desde unificar el Imperio a crear nuestro propio reino, pasando por una cruzada sin propósito definido por las regiones cercanas mientras reclutamos leales seguidores. Arrasando como los conquistadores o prosperando a través de técnicas no muy ortodoxas y la fuerza bruta.

Nosotros siempre tendremos la última palabra a la hora de escribir nuestro destino alzando ejércitos, reclutando aliados, administrando nuestras tierras y tomando parte activa en la vida política. Eso sí, pese a que hay profundos matices roleros y de estrategia, dónde de verdad tendremos que dar la talla será luchando en el campo de batalla. Aunque, como verás, hay que pillarle el truco al asunto.

"Pueden quitarnos la vida, pero nunca podrán quitarnos nuestra libertad"

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Lo primero que entra por los ojos de Mount & Blade II: Bannerlord son sus batallas multitudinarias. Y no lo vamos a negar: participar en ellas es de lo mejorcito del juego. Nuestro personaje comienza con un reducido grupo de  seguidores y acaba guiando a un ejército entero en campos de batalla dinámicos en los que, además de ser diestros con las armas, deberemos entender las ventajas del terreno. ¡Y qué terreno!

Si bien, el apartado visual y artístico de Mount & Blade II: Bannerlord es más funcional que atractivo, el nivel de detalle de los escenarios, los escenarios de batalla o los campos, los desiertos, las tundras, las llanuras o cualquier lugar en el que acabemos librando combates justifican la inclusión de un modo foto. Pero lo mejor es cómo se adaptan nuestras tropas al mismo, a su topografía y a las circunstancias.

Es más, incluso si estamos viajando en el mapa del mundo, la velocidad de nuestras unidades depende directamente de la carga y el terreno que atravesemos. Teniendo en cuenta que en el juego el tiempo no se detiene -salvo que pausemos la partida- nos convendrá elegir las rutas más efectivas o qué escenario de batalla nos dará más ventaja.

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Y luego están los asedios, los cuales son una experiencia en sí misma. Si deseamos prescindir de la diplomacia e iniciar una batalla contra una fortificación no solo deberemos guiar a nuestras tropas, sino establecer una estrategia. Lo cual da pie a que usemos la tecnología de la época: torres móviles, catapultas... un espectáculo.

Ahora bien, el modo de desenvolvernos, ya metidos en combate, es una de cal y otra de arena. Tendremos a nuestra disposición una serie de instrucciones para nuestro ejército que pasa por tres tipos indicaciones que a su vez se despliegan en órdenes más precisas. Lo cual no está reñido con que tomemos parte en la batalla como cualquier otro guerrero que lucha a nuestro lado, emulando a William Wallace en Braveheart si lo deseamos, tanto si deseamos entrar a lo loco en batalla o preferimos esperar con una estrategia.

Nuestras opciones a la hora de combatir en campo abierto, por otro lado, se reducen a tres: a caballo con diferentes armas, a pie o a distancia a través de arcos, ballestas o jabalinas. De hecho, apuntar con cada arma a distancia tiene es diferente, más allá de los atributos y habilidades que tengamos a nuestra disposición. ¿Y qué pasa con los combates cuerpo a cuerpo? Bueno, ahí la cosa se complica.

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Desde el principio, Mount & Blade II: Bannerlord deja claro que no es un juego intuitivo, y si bien podemos acostumbrarnos a la interfaz o la manera de progresar en el juego, a la hora de luchar echamos en falta un sistema de combate menos tosco. O no tan excesivamente rígido. Deberemos guiar manualmente la dirección de nuestros espadazos o la posición de nuestro escudo. Al final te acostumbras, todo sea dicho, pero podía ser bastante mejor.

Sería injusto decir que Mount & Blade II: Bannerlord es un juego que busca ofrecer rigurosidad histórica, dado que todo el mundo del juego ha sido creado para la ocasión, pero no esperes ni rodamientos, ni monstruos que aporten una variedad especial a las contiendas o el uso de la magia. Dicho lo cual, si mejoramos nuestros conocimientos sobre medicina evitaremos futuras bajas entre nuestras tropas al terminar cada contienda.

Un sandbox diseñado para que te pierdas durante años

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Si bien, las batallas son el gancho del juego, lo que de verdad te hará volver cada poco tiempo es su enfoque como Sandbox. Para la ocasión, TaleWorlds ha desarrollado el mundo de Mount & Blade II: Bannerlord como un colosal escenario mucho mayor y más ambicioso que el de Warband, con sus propios reinos e historias que transcurren en tiempo real, en ciclos de día y noche en los que los bandidos aprovechan la ausencia del sol y en los que los combates en tiempo real y las encrucijadas se generan de manera muy dinámica.

Podemos movernos libremente por el mapa del mundo a sabiendas de que el tiempo, los acontecimientos y el tránsito de personajes no jugables transcurre tanto al movernos como al mantenernos en posición. Es decir: si buscamos a un personaje en concreto y preguntamos en una posada o un castillo nos dirán, por ejemplo, que pasó por ahí hace tres días o hacia dónde se dirigía. Y si hubiésemos llegado antes nos lo habríamos topado.

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El modo en el que TaleWorld hace que pensemos bien nuestro siguiente paso o gestionemos adecuadamente nuestros recursos y tropas es tan sencillo como la posibilidad de habilitar la pausa con un solo botón. Algo esencial, como ya comentamos, ya que necesitaremos que nuestros ejércitos no solo tengan una buena predisposición, sino que también cobren y estén bien alimentados. La buena noticia es que podemos participar en justas y ganar dinero de otros medios, aunque siempre podemos hacer una incursión en territorio enemigo. Como comentamos, nosotros escribimos la historia del juego.

Con todo, eso no quiere decir que no hay que tener nociones de organización y empatía. Tanto para delegar entre nuestros seguidores como para abordar la diplomacia. No solo a través de decisiones dentro del juego, sino interactuando desde dentro y desde fuera de las ciudades y fortalezas: si estamos en un poblado y mantenemos un botón pasaremos al mapa de mundo y, desde ahí, en la ubicación que estemos, podremos hacer gestiones directas a través de un submenú, como la compra de objetos, el reclutamiento o aparecer directamente en edificios concretos, como los calabozos.

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De hecho, tanto las localizaciones como los campos de batalla son perfectamente explorables, y si alejamos la cámara desde el mapa del mundo mientras viajamos veremos el mapa entero del continente en tiempo real. Eso es una verdadera pasada.

Aunque donde de verdad se nota el empeño por hacer algo colosal dentro del juego es en la Enciclopedia creada para la ocasión, en la que puedes filtrar por cultura, reino o tener acceso directo a todos y cada uno de los nombres de los personajes que aparecen en el juego, los conozcas o no, así como un organigrama de cada casa noble y poblado. Y ojo, que el mundo del juego es tan completo que TaleWorlds Entertainment también ofrece, además del propio juego, un Companion Digital de Mount & Blade II: Bannerlord.

¿Un recurso necesario? Bueno, como referente no está nada mal. Visto desde cierta perspectiva, con lo que se incluye en el juego base estaremos más que servidos: además de incluir una enciclopedia y un sistema de menús en los que resolver cualquier duda en torno al juego, además de los foros oficiales fuera del mismo, también funciona como una especie de listín telefónico creado para la ocasión con el que, por cierto, podremos filtrar a placer para buscar alianzas o un compromiso matrimonial que nos garantice una dinastía próspera.

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Además del modo campaña, en el que no elegimos la edad de nuestro personaje, tenemos el modo Sandbox en el que podemos elegir si queremos empezar con una edad temprana o tardía. Envejeceremos conforme pasen los años, de modo que diferencia entre uno y otro es que si iniciamos nuestra aventura entrados en años tendremos muchos más puntos de atributos por repartir al iniciar la partida, pero la hora nos llegará por causas naturales. Con todo, si tienes intención de dar guerra hasta el fin de los días, en este modo siempre podemos deshabilitar morir de viejos.

Planteamientos que dan suficiente juego como para que estemos jugando a Mount & Blade II: Bannerlord durante años. Y viendo el margen de 12 años desde la primera entrega, lo hacen especialmente amortizable, aunque la experiencia en consolas y con mandos tradicionales podría ser mejor.

Mount & Blade II: La experiencia en consolas de Nueva Generación

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La secuela de Mount & Blade debutó en PCs hace dos años en calidad de acceso anticipado. Bastante pulido, todo sea dicho, aunque no será hasta finales de 2022 que veremos su versión final. Aprovechando el contexto, TaleWorlds aprovechó para trasladar el mismo juego a consolas. Con lo bueno y lo no tan bueno que eso supone.

La versión de PS5 de Mount & Blade II: Bannerlord, a la que hemos estado jugando desde su lanzamiento, entiende las posibilidades técnicas de la consola de Sony. Aprovecha el DualSense a la hora de apuntar o atacar, aunque la experiencia se queda muy atrás en lo que respecta a otros juegos en los que tenemos acceso a un arco o una ballesta.

Sin embargo, el problema de la versión de consolas es que tanto el sistema de ataques como el de la gestión de la interfaz se pensaron para el ratón y el teclado, y eso hace que desenvolverse por los menús, curiosear con el modo foto o algo tan esencial como repeler y bloquear los ataques enemigos en el campo de batalla empañe la experiencia en su conjunto. No solo podían ser mejor, sino que debían ser mejores.

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Con todo, TaleWorlds no se limita a hacer una conversión simplona, sino que aporta ideas y soluciones: a la hora de comandar nuestras unidades en tiempo real durante las batallas multitudinarias se apuesta por un sistema de desplegables que no le resta fuerza ni ritmo a lo que ocurre en pantalla. Sin embargo, la interfaz principal o la manera de guiar nuestras unidades a la hora de atravesar el mapa dejan patente que el juego se disfruta más y mejor con un ratón.

A nivel de presentación y fluidez en consolas, la sobremesa de nueva generación de Sony delega en el jugador qué desea ver en pantalla a través de los tradicionales modos rendimiento y fidelidad, de modo que podemos disfrutar de una presentación a 4K nativas y 30 fps estables o una resolución dinámica y 60 fps.

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Por lo general, y dados los acabados del juego, te diríamos que el modo rendimiento es la opción a considerar. Sin embargo, TaleWorlds hace un apunte curioso al alternar entre las dos calidades del juego desde el menú de opciones: a través del modo fidelidad veremos más unidades en batalla. Y eso, dada la naturaleza del juego, hace que la balanza se incline a su favor.

Mount & Blade II: Bannerlord traslada la misma experiencia y contenidos de la versión de PCs a las consolas, pero se olvida de algo básico: acomodarse totalmente a los mandos tradicionales. No es que sea injugable, en absoluto, pero dadas las circunstancias lo mínimo es considerar los avances que todos juegos nacidos en PC han dado para adaptarse a los jugadores de sobremesas.

La opinión de VidaExtra

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Mount & Blade II: Bannerlord es un videojuego que engancha muy fuerte y por méritos propios. Es todo lo que se puede esperar de una secuela que ha tardado más de una década en tomar forma y ofrece una experiencia de juego sandbox con suficientes alicientes como para saciarte en contenidos, actividades y batallas. Es más, si vas con prisa más te vale jugar a otra cosa.

Es rol en estado puro, pero sabe acomodarse a través de los atributos que le damos a nuestro personaje a una amplísima variedad de experiencias de juego que van desde las incursiones, saqueos y asaltos fortuitos a sumarnos a la causa de cualquiera de las facciones del juego.

Dicho lo cual, no te preocupes de los acontecimientos, porque lo mejor de es que los vas a ir escribiendo sobre la marcha. A base de alianzas, guerras declaradas -o no- y estrategia a corto, medio y largo plazo. Pero no te confundas: a pesar de que la experiencia de juego reposa  rol y combates medievales, lo verdaderamente jugoso es cómo exprimir sus posibilidades como Sandbox.

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Y es que más allá del sistema de mejores y experiencia, mientras mayor sea nuestra reputación, más se abrirá el juego ante nosotros, permitiéndonos llevar más tropas, más aliados y, si nos lo proponemos, reclamar una tierra como nuestro propio reino. ¿Cómo negarse a invertir incontables horas en descubrir todo lo que puede ofrecer Mount & Blade II: Bannerlord?

No todo son buenas noticias. Que conste. Muchos de sus aspectos básicos no son intuitivos y muchas de sus lecciones más valiosas se aprenden a base de equivocarse. Tanto a la hora de crear un personaje y administrar los puntos de mejora como al crear materiales o iniciar batallas. Porque, no lo vamos a negar, a mayor riesgo mayor recompensa pero pocos juegos como el de TaleWorlds dejan tan claro el mensaje de que la avaricia rompe el saco.

También resulta chocante que usando el DualSense de PS5 los movimientos, los ataques, el apuntado y hasta la manera de montar a caballo resulten inicialmente tan toscos. Y no por una falta de animaciones, sino porque TaleWorlds no ha sabido adaptar su juego a los mandos con el mismo acierto que otras sagas nacidas para disfrutarse con ratón y teclado. Se podría llegar a entender cuando estaba en fase de acceso anticipado, pero no de la versión final.

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Y pese a sus defectos, que los tiene, Mount & Blade II: Bannerlord sabe perfectamente cómo atrapar al jugador. Mantenerlo entretenido a base de curiosear por su mundo y liderar tropas en durante las batallas. Independientemente de que tengas un gran objetivo en mente o simplemente te estés preparando para la siguiente guerra o una simple escaramuza.

Porque, como decía Sun Tzu, los guerreros victoriosos primero ganan y después van a la guerra. Y en el caso de Mount & Blade II: Bannerlord, antes de salir de su Early Access, ya nos tenía ganados y en el bolsillo.

Mount & Blade II: Bannerlord

Mount & Blade II: Bannerlord

Plataformas PS5 (versión analizada), PS4, Xbox y PC
Multijugador
Desarrollador TaleWorlds Entertainment
Compañía TaleWorlds Entertainment
Lanzamiento 25 de octubre de 2022

Lo mejor

  • Las batallas multitudinarias son increibles
  • La manera en la que abraza los elementos roleros y de acción garantizan una cantidad absurda de horas de juego
  • Un mapeado enorme que pide ser explorado y conquistado

Lo peor

  • Un sistema de combate que debería ser más intuitivo o sencillo
  • La transición del ratón a los mandos tradicionales en consolas debería haber sido mejor

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