He visitado Super Nintendo World y, si alguna vez me pierdo, no me busquéis allí

He visitado Super Nintendo World y, si alguna vez me pierdo, no me busquéis allí

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Son las 7 de la mañana de un martes y, como cualquier otro martes, me acabo de dar una ducha y me dispongo a bajar para desayunar antes de empezar a trabajar. Sin embargo, a diferencia de cualquier otro martes, hoy mi trabajo no tiene nada que ver con el habitual. Hoy voy a visitar Super Nintendo World.

Visitar el parque temático de Nintendo sería un sueño para cualquier seguidor de las aventuras de Mario, pero para un fanático de los parques de atracciones como yo es una experiencia aún más ilusionante. Estoy deseando recorrer sus cuidados escenarios, reventar el buche a base de hamburguesas de Mario y pasteles de Peach y, por descontado, recorrer la Senda Arcoíris a bordo de un kart.

De viaje a Super Nintendo World

Integrado dentro del parque de Universal Studios Hollywood, en Los Angeles, la zona de Super Nintendo World apenas lleva 3 meses abierta, así que el miedo a encontrarme con media ciudad allí es considerable. Más aún teniendo en cuenta que la zona tiene aforo limitado y que, una vez lleno, no puedes entrar hasta que alguien deje hueco y la cola avance.

Contra la posibilidad de entrar en Super Nintendo World hay dos factores clave. En primer lugar Universal Studios vende una suerte de pase especial que te permite entrar una hora antes de la apertura del parque a la zona de Nintendo para asegurarte ese hueco. 20 dólares que, sumados a los 114 dólares que ya de por sí cuesta la entrada general, me apetecen entre poco y nada. La hermandad del puño cerrado, ya lo sé, pero es que me parecía un abuso.

La segunda es que, pese a ser martes y que eso signifique menos gente en el parque, por aquello de ser un día cualquiera de mayo y no pleno agosto, eso también supone tener que lidiar con el tráfico mañanero de una ciudad que, entre muchas otras cosas, es famosa por sus demenciales caravanas.

Lo de haber pagado 100 pavos y no tener claro si vas a poder entrar o no a Super Nintendo World se lleva regular no sólo de camino al parque, también al llegar a tiempo (gracias, conductor de Uber que viene de ver la última de Fast & Furious), colocarte en la cola de entrada al mismo y ver que tanto delante como detrás de ti hay un ejército de fans de Super Mario cargados con mochilas, camisetas, diademas y cualquier otra  muestra de mercadotecnia que te deja bien claro hacia dónde se dirigen.

- ¿Irán todos directos a las atracciones de Harry Potter?
- Sí, claro, lo más seguro.

Un espacio chiquitín para vivir

A mitad del parque Universal Studios Hollywood tiene unas grandes escaleras mecánicas que conectan las dos alturas del mismo y, conforme vas bajando entre esa marabunta de gente  puedes ver a lo lejos, en la última esquina del terreno que separa el parque de atracciones de los estudios de grabación de Universal, la zona dedicada a Super Nintendo World.

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El reloj marcaba las 9 de la mañana, el parque acababa de abrir de forma oficial para toda la plebe y, desde esas mismas escaleras que la gente decidía bajar corriendo en estampida -rozando el desastre como en esos vídeos de caídas en escaleras mecánicas que acaban mal-, ya se vislumbraba a lo lejos una inmensa cola dentro del parque, presumiblemente para la atracción de Mario Kart.

Los que habían pagado 20 dólares de más tampoco habían podido evitar las colas, al parecer, pero ahora la duda era hasta qué punto la gente había caído en la trampa y si con ello habían saturado la entrada a la zona de Super Nintendo World.

Una escalera más… Un acelerar el paso motivado por ver cómo la gente sigue corriendo como si le fuese la vida en ello… Y llegué. Un inmenso cartel, la gigantesca tubería y la clásica tonadilla de Super Mario me dan la bienvenida a Super Nintendo World. Tengo una sonrisa de oreja a oreja y, tras la foto de rigor y alegrarme por ver que no hay nadie en la puerta impidiendo la entrada… Vamos allá.

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Una entrada espectacular

El característico sonido de la tubería de Mario me da la bienvenida mientras luces de colores y una curva diseñada para preservar la sorpresa me llevan hasta el castillo de Peach. Una pequeña sala que rememora la estancia de Super Mario 64 pero con unas dimensiones bastante más comedidas, especialmente si las comparamos con las del videojuego o los clásicos castillos de los parques Disney.

Es el hueco que ocuparía el comedor de un casoplón y poco más, en realidad, pero los cuadros animados de las paredes dan mucho el pego, la cancioncilla tiene a tus emociones pilladas por las gónadas, y la oscuridad resultante de la tubería y la pequeña sala cumplen perfectamente su cometido.

Cuando te acercas a la puerta y el brillo exterior genera el contraste que vivirías al salir de un túnel, cuando tus ojos se acostumbran a lo que hay ahí fuera y empiezas a ver todo el escenario que hay montado… No te lo voy a negar. Aunque breve, es un momento bastante espectacular.

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El montaje, a base de animatrónicos, setas gigantes y cajas con signos de interrogación es una auténtica pasada. El hechizo del cartón piedra típico de un parque de atracciones no tarda mucho en romperse, pero cualquier crío que pase por esa puerta y viva ese momento va a quedarse con ello grabado a fuego en su cabeza de por vida.

Y poco más...

De hecho no tardas demasiado en descubrir que la zona está especialmente diseñada para que los niños la disfruten y la nostalgia de los padres pague la factura. La zona es pequeñísima, a juego con el castillo, y la suma de colas preparadas para hacer los minijuegos de la pulserita (a 40 dólares la pieza), prácticamente se comen todo el espacio dedicado a Super Nintendo World.

Adelantando que voy a tener problemas para poder comer en el restaurante de Toad, me dirijo directamente a la puerta para descubrir que las reservas, realizadas vía web mediante el QR que hay en la entrada, están ya completamente agotadas para lo que queda del día. Al final los 20 dólares del pase anticipado sí han afectado en algo al resto del público asistente.

Bueno, a eso y a las dos horas que tengo por delante en la cola de Mario Kart, la única atracción disponible en Universal Studios Hollywood, a diferencia del parque de Osaka, que también tiene otra dedicada a Yoshi’s Island. Sin embargo voy a poder degustar un trocito del espíritu nipón porque, a pesar de no tener ningún sentido, la primera parte de la cola está extraída de aquella atracción.

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Una hora de recorrido después, la cola plagada de los colores pastel y los elementos de la atracción de Yoshi dejan paso a la de Mario Kart cambiando completamente de tercio. ¿Explicación? Ninguna. ¿Sentido? No consigo encontrárselo más allá de la idea de que en algún momento pensaron en crear ambas atracciones y por el camino decidieron que tampoco era tan buena idea.

De hecho, el recorrido por el castillo de Bowser, perteneciente a la atracción de Mario Kart, lo hacemos casi sin detenernos, lo que termina siendo un engorro porque allí deleitarse con detallitos y figuras de cartón piedra a las que hacerles fotos resulta bastante más entretenido que en la sección dedicada a Yoshi.

Super Nintendo World no es lo que esperaba

La decepción final, o la enésima muestra de que Super Nintendo World no se ha creado para mí, sino para sacarme el dinero cuando pueda ir con mis críos en el futuro, es la atracción de Mario Kart. Un paseo soso y lento que poco o nada tiene que ver con lo que podría haber dado de sí un homenaje como es debido a la saga de conducción.

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Las gafas de realidad aumentada, destinadas a que puedas disparar caparazones que consigues al girar en las curvas, hacen todo lo posible por entorpecer la visión de un recorrido que termina siendo bastante menos cuidado que el que acabas de hacer durante la cola. Un decepcionante tren de la bruja en el que se representan escenarios clásicos de las carreras con una falta de entusiasmo que no deja de sorprenderme durante todo el recorrido.

Tras finalizar el trayecto, salida por la pertinente tienda de cucamonadas (con varias peticiones que traía de casa ya agotadas) y… en el caso de que no hayas comprado la pulsera con NFC, mucho me temo que se acabó. No hay nada más que puedas hacer en Super Nintendo World.

Más fotos para redes, gastar en las tiendas, y volver a subirte a la única atracción disponible. El resto de actividades, en forma de minijuegos que tampoco te van a cambiar la vida o modificar la percepción de Super Nintendo World (de hecho probablemente vaya a peor porque tendrás que tragarte otro buen puñado de colas), quedan relegados a quienes hayan comprado la pulsera.

Llegados a este punto, aquella breve emoción al superar la puerta del castillo se ha desvanecido por completo y, aunque entiendo hasta qué punto podría ser especial volver el día de mañana con mis hijos, la sensación general es tan decepcionante que ni me planteo la posibilidad.

Tal vez el día de mañana, si la zona llega a ampliarse y se suman otras atracciones a Super Nintendo World, tenga algo más de sentido, pero ahora mismo, junto al miedo a no poder entrar por culpa del aforo limitado en un espacio minúsculo de terreno, si viajas a Universal Studios Hollywood terminarás disfrutando mucho más otras zonas como las dedicadas a Los Simpsons o Harry Potter.

Super Nintendo World, al menos por ahora, es a los parques de atracciones lo que el Código de Amigo es a la usabilidad en la era de internet.

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