Si alucinaste con la serie Cadáveres de Netflix, tienes que leer el brutal cómic de DC en el que se basa

Si alucinaste con la serie Cadáveres de Netflix, tienes que leer el brutal cómic de DC en el que se basa

Todo lo que se perdió al llevar una excepcional reflexión sobre del apocalipsis a la televisión

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Bodies Netfloix Comic

Londres. Un callejón maldito: Longharvest Lane. Cuatro épocas distintas: el periodo victoriano de 1890, el bombardeo a Inglaterra durante la década de 1940, la actualidad (2023) y un desalentador futuro que nos lleva a 2050. Un cuerpo desnudo y sin vida que aparece tumbado en esa misma calle y en todas las épocas. Exactamente el mismo cadáver. Una conexión imposible. Al menos, en teoría.

Cadáveres irrumpe en el catálogo de Netflix logrando que converjan el thriller policíaco y la ciencia ficción bajo la premisa de resolver un asesinato. A partir de ahí, el gran enigma de cara al espectador no es descubrir al criminal, sino qué es lo que une a los cuatro investigadores. Siendo marionetas y, a la vez, engranajes esenciales de un plan mayor. O, más bien, de un ciclo sin fin del que solo es posible escapar colaborando entre ellos. Pero, ¿cómo?

La jugada de Netflix es certera desde su propio planteamiento. A fin de cuentas, se trata de esa clase de contenidos que aportan valor a su catálogo y envejecen bien. Estando muy alineados tanto por temática como por su narrativa con otros éxitos anteriores como Dark, Black Mirror y, hasta cierto punto, el Gabinete de Curiosidades de Guillermo del Toro. Sin embargo, las raíces de Cadáveres no nacen de un despacho de guionistas para la televisión, sino de un cómic de DC.

Publicada originalmente entre septiembre de 2014 y abril de 2015 bajo el sello Vertigo, la rama más experimental y adulta de DC Comics, Bodies es una serie limitada de ocho números que reúne el talento de Si Spencer con los dibujantes Dean Ormston, Meghan Hetrick, Phil Winslade, Tula Lotay. Cuatro artistas que darán identidad propia a las cuatro épocas en las que transcurre su historia.

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Lo realmente particular de esto es que Cadáveres es una serie de televisión realmente bien planteada que nace de una premisa muy potente, pero como adaptación es una sonada oportunidad perdida. Entre otras cosas, porque sus guionistas parecen haber decidido leer únicamente el primero de los ocho números  que componen la obra original y, sobre eso, inventarse el resto.

Y es una lástima: mientras que Netflix apuesta por una serie de detectives que traspasa las barreras del tiempo, Bodies, el cómic, es una excepcional reflexión sobre del apocalipsis al estilo británico.

Bodies, el transgresor cómic de Vertigo

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Es el año 2014. Un grupo de extremistas se manifiesta por Westminster. Hay un profundo malestar social en las calles y, en mitad de ese descontrol, una agente de la ley trata de poner un ápice de orden. Su nombre es Shahara Hasan.

Cuando Hasan salió de casa estaba preparada para hacer frente a cualquier alboroto y que hubiese víctimas. Incluso, tuvo presente que su compañero, Larry Barber, se propasaría con ella como prácticamente cada día. Lo que la pilló con la guardia baja fue la aparición de un cuerpo sin vida en mitad de un callejón.

Aquello no parecía un trabajo de los extremistas y Hasan sabía que tampoco había sido obra de sus compañeros de la policía. De hecho, la disposición del cada ver las circunstancias parecen mucho más propias de un crimen de Jack el destripador.

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Es el año 1980. Las noches en los callejones de la Londres victoriana no son seguras, pero los crímenes que se cometen entre los callejones de Westminster tienen cierto grado consentimiento para quienes deambulan por ahí: la prostitución y los prohibidos actos sexuales entre caballeros de diferentes clases sociales son habituales. El inspector Edmond Hillinghead lo sabe bien.

Por lo general, Hillinghead suele dar ciertos márgenes a quienes tienen la mala suerte de toparse con ellos. En otras ocasiones, se ve obligado a tomar parte. Lo que no esperaba es que en una de sus rondas acabase topándose con un cadáver. Aquello será solo el principio de una investigación que derrumbará sus convicciones, pero que también le liberará de pesadas cargas.

La Alemania nazi bombardea Londres. Es la década de 1940. Pero, incluso en mitad de ese caos, hay quien aprovecha para sacar tajada: amparándose en su autoridad, el inspector Charles Whiteman chantajea a la misma escoria callejera a la que debería meter en la cárcel mientras la ciudad se desmorona. Es un superviviente dispuesto a todo. Incluso, antes de llegar al Reino Unido.

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Antes de ser conocido como en Inspector Whiteman y tener un escritorio en la comisaría de Westminster, Karl Weissman escapó de las potencias del eje desde Polonia durante la persecución judía. Usó a su pequeña sobrina Esther para obtener un uniforme y la documentación necesaria y huyó sin mirar atrás, enterrando sus remordimientos bajo la premisa de exprimir todas las oportunidades que le brinda la vida. Incluso si eso supone imponerse con una rotunda autoridad.

Lo que Whiteman (o Weissman) desconoce es que, incluso tras haber dejado tantos cadáveres a su paso, el siguiente con el que se va a encontrar desprovisto de toda ropa hará que, de un modo u otro, acabe pagando por sus pecados.

Es el año 2050. La humanidad ha sido derrotada tras un atentado tecnológico a escala planetaria. Entre ruinas y calles desiertas emerge una joven con escasos recuerdos de su pasado y que responde al nombre de Maplewood. Frente a ella, un cuerpo. Un ser sin vida. Ella ha visto incontables cadáveres en su corta pero intensa vida, pero este es diferente. Es capaz de sentirlo.

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Lo que Maplewood desconoce es que ese mismo cadáver que ha comenzado a mover, intrigada por la curiosidad y el deseo de investigar su procedencia, es el mismo que ha aparecido en épocas del pasado. Que ese acontecimiento la unirá irremediablemente a otras tres figuras que, como ella, han sido de un modo u otro castigadas por el tiempo que les ha tocado vivir.

Pero lo más aterrador es que, Maplewood está destinada a descubrir que la figura que tiene delante ha influido, de un modo u otro, en el destino del ser humano desde tiempos inmemoriales.

Hasta qué punto hay una ruptura entre la serie y el cómic

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Cadáveres es al cómic de Bodies lo que la mayoría de adaptaciones Alan Moore a sus obras: ya no es que se edulcore la crudeza de sus viñetas, lo cual puede ser más o menos entendible, sino que en el proceso se apuesta por retener las premisas y, a partir de ahí, llevar los acontecimientos y personajes hacia nuevas direcciones. Diluyéndose poco a poco la esencia y el mensaje original para reconducirlo a ideas mucho menos transgresoras y situaciones menos agresivas para el espectador.

No es que Cadáveres (la serie) esté exenta de crudeza visual, aunque el resultado está a leguas de la mostrada en los cómics. Incluso se ha cambiado por completo el rumbo de la narrativa y el significado de la obra. De modo que, conforme entramos en los últimos capítulos, la serie de televisión se encauza a lo ya visto otras series de Netflix y cualquier producción rodada en la que hay implícitos viajes en el tiempo. Y, en el proceso, se pierden los simbolismos, la iconografía y los mayores tormentos de los personajes del cómic.

De modo que, sin entrar en demasiados detalles, mientras que en el cómic no todos los personajes buscan, persiguen o merecen la justicia o la redención, ésta se les ofrece a los protagonistas de la producción para la Televisión. Incluso, la trama que tiene lugar en el no tan lejano futuro ambientando en la década de 2050 se ha reescrito de arriba a abajo a conveniencia. Buscando dejar atados cabos que en el papel se dejan intencionadamente abiertos, a disposición de la imaginación del lector.

El precio a pagar: que al final sean dos obras distintas que comienzan del un modo muy parecido.

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Bodies es esa clase de cómic que no busca una ofrecer una moraleja, sino dejar planteada una reflexión al lector. Para llegar hasta ella hay que pasar por tramos amargos, escenas incómodas y acontecimientos que son intencionadamente ambiguos al principio y que, llegados a las páginas finales, invitan a una segunda lectura. A ser posible, en un sofá cómodo y con un café caliente. Tal y como le gusta disfrutar a Alan Moore de los cómics.

Cadáveres, la serie de Netflix, ha sido mucho menos valiente, cruda y explícita que los cómics en los que en teoría se ha basado. No ha querido ahondar tanto en los retorcidos contextos de cada investigador y se ha centrado más en dar cuerpo al caso planteado (nunca mejor expresado) que en la naturaleza de la obra. En la razón de que cada una de las historias tenga un artista, un tono y un estilo de dibujo diferente.

Como resultado, Netflix nos deja con una de sus series más interesantes y mejor planteadas de su 2023, pero también como el enésimo ejemplo de cómo no aprovechar una licencia basada en el sello Vertigo más allá del papel.

Por suerte, a los fans de las novelas gráficas nacidas en los rincones más oscuros de la biblioteca de DC Comics siempre nos quedarán las adaptaciones de Neil Gaiman. Porque quizás no hayamos tenido suerte con Bodies, pero con Sandman -y sus licencias- lo han clavado.

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