Así pasé de una noche de pesadilla a una de las rachas de victorias más espectaculares que he vivido en Magic Arena

Así pasé de una noche de pesadilla a una de las rachas de victorias más espectaculares que he vivido en Magic Arena

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Ulvenwold

Esta es una iniciativa en colaboración con Wizards of the Coast.

Esa fina línea entre la confianza en uno mismo y el pasotismo es lo que suele marcar las hostias que te pegas. La mía con Magic: The Gathering, por concretar y poneros en situación, es de esas que duelen más por el golpe de realidad que por el daño que hacen. Porque no hay nada como venirse arriba y después caer estrepitosamente.

Mi salto a Innistrad: Compromiso Escarlata se antojaba prometedor hace unos días, cuando aprovechando su lanzamiento en Magic Arena pude pasarme por el canal de elstream para realizar un directo en el que dar la bienvenida a la nueva expansión. Habría sido difícil imaginar en ese momento lo que estaba por llegar.

El directo que os dejo a continuación es una combinación de risas, buena gente echándome un cable con el juego y la ilusión de ver cómo ese mazo chetado que hemos ido montando entre todos seguía funcionando como un tiro pese a llevar varios días sin tocarlo.

Un golpe de realidad

El miedo al meta, a que todo lo cosechado durante semanas se vaya al traste porque el juego cambia por completo, se desvanecía cada vez que me ponía a jugar con nuestros Perretes y gatetes y veía como el Carruaje de Esika y el Crecimiento antinatural nos carrileaban hasta la victoria.

No acostumbras a plantearte posibles batacazos cuando todo te va de cara, o al menos no quieres hacerlo por aquello de disfrutar del momento y dejar el vinagrismo a un lado -cuando lleguen las penas ya lloraremos por ellas-, así que mi único objetivo con la llegada de Innistrad: Compromiso Escarlata, era ver cómo podía hacer que el mazo fuese aún más demoledor.

De las ideas que debían hacerlo posible hablamos aquí la semana pasada, listando las cartas que más nos habían llamado la atención de la nueva expansión y aquellas que, sí o sí, debían entrar en nuestra colección de cartones virtuales. Por los comentarios que leí entonces y me hicisteis llegar por Twitter, la cosa no pintaba mal.

De hecho la alegría acabó completándose al ponernos a abrir sobres en directo y comprobar que una de las cartas más prometedoras de aquella selección, la Rareza de Ulvenwald, se convertía en una de las primeras de Compromiso Escarlata llegaba a mis manos. No recuerdo si llegué a decirlo o sólo lo pensé, pero el “todo ha salido a pedir de Milhouse” nos venía de perlas.

Y con esa ilusión cerré el directo y, tras dos días de pausa, hace un puñado de noches me senté frente al ordenador con un refresco con hielo en vaso tiki en un lado de la mesa y una bolsa de cacahuetes en la otra -de los buenos, de los recubiertos de piedras de sal que probablemente algún día un médico me prohibirá tajantemente-.

“Bueno, vamo a juga”

El objetivo no podía ser más simple. Revisa qué cartas querías incluir, pégale un buen repaso a las novedades de la nueva expansión y ponte a gastar comodines para darle una manita de pintura al mazo de Perretes y gatetes. Luego, a probar qué tal le sienta el cambio.

En ese “qué tal le sienta el cambio” las tres únicas opciones que mi cabeza manejaba en ese momento se limitaban a: funciona de fábula, necesita algún cambio para acabar de mejorar, no funciona y toca volver a lo que ya tenías. En realidad estoy mintiendo,  el tercero ni siquiera me lo planteaba.

Esikas

Si hace unos días esto funcionaba a las mil maravillas, la única opción posible es que siga haciéndolo. ¿Verdad? ¿VERDAD? Una chufla para mí. Tremendo guantazo me pegó el juego. No había piedras de sal lo suficientemente grandes para aderezar unas partidas tan sosas. Las peores que he jugado durante los últimos meses.

No porque resultasen aburridas o el contrario no estuviese a la altura, es que no daba abasto entre todas las derrotas que me estaba comiendo a dos carrillos. Sabía que no era un problema de suerte con las cartas porque, bueno, no soy precisamente la fortuna personificada, así que sé reconocer cuando los cartones vienen bien o están todos de culo.

No, el problema no era que yo no estuviese jugando bien o no robase las cartas adecuadas, lo que estaba pasando es que los mazos rivales me estaban pasando por encima como una apisonadora. Un espejo en el que mirarme la próxima vez que en un directo las cosas vengan de cara y las partidas me pinten de experto pese al paquete que realmente hay detrás de la máscara.

Mtg Old Growth Troll

Bueno, pues si los cambios no funcionan, prueba con otra combinación de cartas. Era la segunda y última de las opciones que mi cabeza manejaba, pero las partidas que siguieron a ese par de intentos por arreglar la situación no tuvieron un final distinto. Estaba perdiendo como no lo había hecho hasta ese momento.

Cuando has hecho algo mal lo mejor es aprender de tus errores, volver a la casilla de salida e intentar continuar tu camino aprovechando esa experiencia. Una frase que queda preciosa sobre la taza que le vas a regalar a tu madre pero que, mira, cosas que pasan, a mí en ese momento me habría sentado como un puñetazo en el estómago. ¿Por qué? Porque volver a los orígenes tampoco funcionaba.

Dejé el mazo tal y como estaba antes de retocarlo y, para mi sorpresa, lo que antes eran victorias la mar de cómodas desde plata hasta platino, de repente se habían convertido en un muro infranqueable cuyos golpes al intentar atravesarlo despertaban en mí un sentimiento irreconocible. Me estaba frustrando.

Si por algún casual en algún momento os encontráis en una situación similar, ya sea jugando a Magic o a cualquier otro juego, creedme cuando os digo que lo mejor que podéis hacer es alejaros de él durante un par de días y, al volver, veréis cómo la solución al problema llega como por arte de magia.

¿Es lo que hice yo? Pues claro que no, porque soy más tozudo que una mula y consejos vendo que para mí no tengo. Aquello ya era una cuestión personal. Cómo narices me presentaba yo ante este texto o el próximo directo diciendo que podíais ir diciéndole adiós a Perretes y gatetes, que el mazo estaba muerto porque el meta actual se lo había merendado con papas.

Y entonces, cuando el abandono parecía inevitable, mi cabeza hizo clic. Ya había pasado por eso y la solución estaba a un puñado de textos de distancia. Yo mismo había escrito que empezaba a comprender Magic, a saber medir las estrategias y aprender a adaptarme a ellas. No tenía que hacer mucho más.

El error era centrarme en colocar nuevas cartas en un mazo que ya funcionaba y, después de eso, no entender que el meta actual me obligaba a reformular la estrategia. Los inicios en las partidas eran durísimos, los rivales eran aún más agresivos que yo y la posibilidad de frenar sus estrategias parecían una utopía. Debía encontrar la forma de darle la vuelta a la tortilla.

Augur

¿Y si volviese aún más atrás? Ya había jugado una combinación de blanco verde muy rápida que me había funcionado de perlas. Tal vez la llave para introducir nuevas cartas era también volver a las anteriores. Y eso mismo hice.

En busca de un inicio más rápido, deseché algunas cartas para hacer hueco a dos viejos conocidos, el Posadero adinerado que me permitiría llenar la mesa de bichos más rápido para poder defenderme, y el Brote de setamortífera cuya suerte con los exiliados podía ponerme en una excelente posición en apenas dos o tres turnos.

La suma de más maná en turnos tempranos no sólo me permitiría acceder más rápido al Crecimiento antinatural, también abriría la puerta al uso de la Rareza de Ulvenwald y me daría un poco de respiro para poder aprovechar como es debido la Estatua del mal presentimiento.

Y así, sin comerlo ni beberlo, con apenas un puñado de cambios rápidos que se materializaron en el mazo tan pronto pasaban por mi cabeza, el ansiado combo en el que la Rareza se transformaba, y el Crecimiento convertía su 8/8 en un demoledor 16/16, se plantó en la mesa. Así sí.

Posadero

A esa victoria le siguió otra, y luego otra, y otra más, un abandono del rival cuando veía que la cosa se complicaba, otra victoria, otro abandono al ver que en el segundo turno ya había cinco criaturas en la mesa, otra victoria más…

Para cuando quise darme cuenta el hielo de la bebida se había derretido y la bolsa de cacahuetes estaba intacta. Había pasado más de dos horas intentando modificar el mazo sin pararme a pensar qué estaba haciendo y con qué objetivo, y cuando por fin lo hice, los Gatetes escarlata -los perretes ya son minoría, qué le vamos a hacer- volvían a triunfar.

Aquí os dejo el mazo y una valiosa lección: no seáis tan rematadamente cabezones como yo.

Gatetes escarlata

  • 16 Bosque nevado (KHM) 284
  • 4 Centinela de los jasperas (KHM) 178
  • 4 Refriega en la ventisca (KHM) 162
  • 4 Clase: explorador (AFR) 202
  • 4 Líder de la jauría licántropa (AFR) 211
  • 2 Mamut de Kazandu (ZNR) 189
  • 2 Trol de la espesura antigua (KHM) 185
  • 4 Brote de setamortífera (MID) 181
  • 2 Carruaje de Esika (KHM) 169
  • 4 Posadero adinerado (AFR) 200
  • 2 Crecimiento antinatural (MID) 206
  • 2 Augur del otoño (MID) 168
  • 2 Cariátide ilysea (ANB) 98
  • 2 Rareza de Ulvenwald (VOW) 225
  • 2 Estatua del mal presentimiento (VOW) 256
  • 4 Wrenn y Siete (MID) 208
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