Análisis de Dogchild, una defensa de los animales que no acaba de brillar

Análisis de Dogchild, una defensa de los animales que no acaba de brillar

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Análisis de Dogchild, una defensa de los animales que no acaba de brillar

‘Dogchild’ no cuaja. Y no sabéis lo poco que me entusiasma tener que decir eso. Yo quería que ‘Dogchild’ me gustara. De hecho, cuando me enfrento a un nuevo juego, siempre espero y quiero que me guste. Pero además esperaba que al menos estuviera bien acabado, sobre todo teniendo en cuenta que fue el ganador de la primera edición de los PlayStation Awards.

Por la temática de ‘Dogchild’, basada en una defensa de los animales, es fácil confundir las buenas intenciones hacia el juego con lo que éste realmente ofrece. Resulta sencillo identificarse con las intenciones de Tarpak, el chaval que protagoniza el título, y cogerle cariño a Tarao, el perro que le acompaña, pero no podemos quedarnos ahí.

Flojo a nivel técnico

Que ‘Dogchild’ esté enfocado al público más joven tampoco es excusa ninguna para no dotar al juego de un buen apartado técnico, o al menos de algo a la altura de las circunstancias. De hecho la sensación general cuando uno se enfrenta a ‘Dogchild’ es que se trata de un boceto de algo más grande, de una maqueta del juego que Animatoon Studios quería realmente llegar a hacer, de una demo larga. Y eso no podría jugar más en su contra.

Quiero explicar esto bien. Cuando digo que esperaba encontrarme un juego con un buen apartado técnico no estoy hablando en absoluto de gráficos realistas o de filigranas visuales de última generación (ha sido desarrollado con Unity). Lo que quiero decir es que lo más básico debería funcionar correctamente independientemente de presupuestos: la cámara, los movimientos de los personajes, los ataques, etc.

Tarpak hace parkour, pero sus movimientos no son fluidos ni precisos. No tiene sentido dotar al protagonista de una serie de aptitudes físicas si luego, con el mando en la mano, la cosa no funciona todo lo bien que uno espera. Vale, se deja jugar, podemos subir a zonas elevadas y movernos por cornisas, pero todo da la sensación de tosquedad.

Por otro lado, cuando hay que atacar a los enemigos, Tarpak hace uso de una pelota. No es un juego violento, no mataremos a nadie. Aturdimos con la bola y atamos a los malos. Si son artefactos los rompemos a pelotazos. Todo bien. La mala noticia es que el sistema de apuntado y disparo tampoco es muy cómodo ni preciso.

La mejor parte en este sentido es que se pueden fijar varios blancos y derribarlos de un solo lanzamiento de bola gracias a un sistema de rebote. Eso mola, es divertido dejar a varios soldados inconscientes a la vez que rompemos una molesta cámara de seguridad.

Decía antes algo sobre el sistema de cámaras de ‘Dogchild’. No llega a hacer injugable el juego, claro, pero resulta tosco. Es de esas cosas que, en pleno 2016 y en un título para PS4 que ha obtenido un premio como mejor juego y que cuesta 12,99 euros en la PSN (fue lanzado a un precio de 21,99 euros), no se acaban de entender bien.

Tras haber visto vídeos e imágenes no esperaba grandes alardes a nivel técnico, pero tampoco que los elementos más básicos tuvieran estos fallos.

Dogchild apuesta por la defensa de los animales, pero falla en su ejecución como juego

Dogchild mezcla géneros sin demasiada suerte

Como decía al principio, la historia se basa en el respeto y la defensa de los animales. Tarpak y Tarao siguen una serie de pistas relacionadas con la desaparición de una serie de mascotas que han ido desapareciendo del parque que suelen frecuentar. Seres rocambolescos y la típica corporación malvada están a la orden del día en ‘Dogchild’.

Me gusta que el juego quiera transmitir esos valores y que la historia esté basada de alguna forma en una experiencia vivida por Darío Ávalos, fundador y director creativo de Animatoon Studios. Pero, una vez más, tengo que lamentar que el envoltorio haya quedado tan lejos de la esencia y la bondad del juego.

Un juego que mezcla varios géneros y que, en otras circunstancias, podría haber resultado mucho más ameno y divertido. Hay momentos de acción, de sigilo, de resolución de puzzles... No lo he dicho todavía, pero podemos alternar entre Tarpak y Tarao para resolver situaciones. Cuando controlamos al perro las mecánicas cambian, ya que dispone de sus propias habilidades, y de hecho es necesario alternar entre ellos para avanzar.

Un ejemplo claro de esto: seguimos un rastro con Tarao gracias a su olfato. Por el camino vemos que hay varios enemigos. Podemos llamar su atención ladrando para atraerlos hasta donde está Tarpak, al que hemos dejado escondido en algún sitio, y una vez allí asumir el control de chaval para dejar K.O. a los malos y atarlos.

La idea del juego en equipo mola, tener esas dos perspectivas también, pero de nuevo nos topamos con una mala noticia: cuando has llevado a cabo esta estrategia en un par de ocasiones se vuelve todo muy repetitivo.

La opinión de VidaExtra

‘Dogchild’ no cuaja. Lo dije nada más empezar el análisis y es la conclusión a la que llego tras haber visto lo que ofrece. Buenas intenciones, mucha ilusión por llevar adelante un proyecto entre diez personas, un premio como mejor juego en los PlayStation Awards que le ha permitido ver la luz en PS4, y la sensación de que, al menos de cara a su lanzamiento, se hubiera agradecido una mejora en aquellos puntos básicos en los que hace aguas.

A favor

  • Su defensa de los animales
  • Alternar entre Tarpak y Tarao
  • El propio Tarao

En contra

  • Su apartado técnico
  • La historia está torpemente narrada
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