He probado Assassin's Creed Origins, y ahora entiendo por qué ha despertado tanta expectación

He probado Assassin's Creed Origins, y ahora entiendo por qué ha despertado tanta expectación

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He probado Assassin's Creed Origins, y ahora entiendo por qué ha despertado tanta expectación

Imagino que a estas alturas de la película debo ser de los pocos que sigue defendiendo la saga ‘Assassin’s Creed’. Puede que fuese la suerte, pero nunca tuve problemas técnicos con los últimos juegos de la saga y, de hecho, me lo pasé divinamente jugando a cada uno de ellos.

Eso no quita que, como la mayoría de sus detractores, remarcase en más de una ocasión que el agotamiento de una saga anual acaba pasando factura y que, por desgracia, las novedades que se iban incluyendo, o no estaban a la altura, o no resultaban lo suficientemente especiales como para destacar. ‘Assassin’s Creed Origins’ es el juego que quiere romper esa mala racha.

En Origins se junta lo mejor de cada casa

Lo hace intentando barrer por completo todas las críticas hacia sus mecánicas, mirando qué hacen bien el resto de juegos e intentando integrar sus bondades sin perder su esencia. No sólo a la competencia, también a aquellos aspectos que dentro de la propia saga u otros títulos de Ubisoft han conseguido brillar con una luz especial.

Así, el dron de ‘Ghost Recon Wildlands’ acaba convertido en el águila Senu, ideal para escudriñar la zona desde una distancia segura y marcar enemigos y objetivos, el combate y progresión bebe de juegos de acción y RPG como ‘Dark Souls’ o ‘The Witcher 3’, la investigación de aventuras gráficas en las que estar atentos no sólo a lo que vemos, si no también a lo que escuchamos, y la exploración de mazmorras aúna lo mejor del plataformeo y la experimentación con los puzles de un ‘Tomb Raider’.

¿Qué queda de un ‘Assassin’s Creed’ puro y duro? La historia que nos lleva de una situación a otra, pero también el acercamiento más sigiloso a los enfrentamientos, la agilidad del parkour y el tener un mundo abierto a tu alcance plagado de misiones y retos a los que hacer frente a tu ritmo. No es que ‘Assassin’s Creed Origins’ convierta a la saga en otra cosa, es que ha evolucionado de golpe lo que no ha conseguido en todos sus años de sequía.

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Pero del dicho al hecho hay un gran trecho, como se suele decir, así que con la idea de meter todos esos conceptos en una coctelera no basta. Lo que salga de ahí también tiene que ser bebible y, en el caso de una saga que viene de vivir una travesía por el desierto, un jarabe que cure todo el odio que ha despertado.

Un salto gráfico tan modesto como adecuado

Habiéndolo probado en Xbox One X, lo primero que me sorprende es que no veo un salto gráfico alucinante. Subir con Senu a las alturas y surcar los cielos te permite ver hasta donde alcance la vista, sí, pero en las distancias cortas, en caras, paredes y plantas, no parece que nos encontremos con una revolución visual apabullante.

Tampoco es un escenario que parezca requerir demasiados artificios. Sus calles parecen menos pobladas que las de una Londres en plena Revolución Industrial, y la cantidad y variedad de edificios no invitan a pensar en verdaderos prodigios técnicos. Todo está donde debería, eso sí, incluidos los cuartos traseros de nuestro caballo. Bromas a un lado, en ningún momento me crucé con nada que consiguiese preocuparme por su rendimiento en la versión final.

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Pasear por Menfis, la ciudad egipcia en la que se movía la demo, era una experiencia parca en detalles, pero no porque hubiese la necesidad de tener muchas más cosas en pantalla. Es bonito tal y como es, así que tampoco vería eso como algo negativo. De hecho, la ambientación me parece muy acertada y, visto lo visto, puede dar mucho juego a los que, como yo, llevamos echando de menos lo de saquear tumbas desde ‘Assassin’s Creed 2’.

Queda por ver qué variedad ofrece más allá de la zona jugada, pero entre desiertos, oasis, ciudades en ebullición, templos en ruinas y todo el escenario submarino que encontraremos al lanzarnos desde la barca, hay razones más que suficientes para querer perderse en ‘Assassin’s Creed Origins’ durante una buena temporada.

El Souls de los Assassin's Creed

Repetí a conciencia una parte de la demo en la que debía colarme en una zona rodeada de enemigos. No funcionó esta vez la idea de intentar hacerle la pirula a los guardias, ya sea corriendo delante de ellos en círculos por la zona hasta dejarlos atrás, o esperando detrás de una esquina para ir aniquilándolos poco a poco.

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Fue mi primer golpe de realidad con el nuevo sistema de combate, uno que además de estar apoyado en estadísticas más tangibles (armas, personaje, escudos y habilidades), también requiere algo de práctica y paciencia para limpiar una zona de enemigos. Se acabó aquello de basar los golpes en animaciones que nos lanzan de aquí para allí como en un ‘Batman: Arkham Asylum’. Ahora toca currarse cada golpe.

No sé muy bien cómo posicionarme aquí porque dominaba a la perfección el anterior sistema de combate y me resultaba divertido. También soy consciente de que le había cogido el truco a la mayoría de sus puntos flacos y que sólo en situaciones muy concretas los enemigos conseguían ponerme en apuros.

En ‘Assassin’s Creed Origins’ me encuentro ante algo nuevo. No necesariamente significa que deba ser malo, pero sí que requiere de una paciencia y habilidad para la que reconozco que me faltaba entrenamiento. Las comparaciones con ‘Dark Souls’, como casi cualquier comparación, son odiosas, pero en esa paciencia que requiere estar atentos a los patrones de distintos enemigos y esquivar o atacar en consonancia, sí se ve cierto guiño a la saga de From Software.

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Razones para confiar en Assassin's Creed Origins

Lo más importante que saco de ahí, más allá de lo mucho o poco que me pueda gustar el cambio a primera vista, es que los combates han dejado de ser siempre una opción. Ahora prima aún más el sigilo, y darte de bruces con un grupo grande de enemigos va a ser un problema por mucho que domines a la perfección sus mecánicas de lucha.

Entiendo que es la forma de ponerle freno a la locura, a intentar juguetear con los fallos de la IA rompiendo el ritmo que en realidad pide el juego, así que bien por ellos. Que ahora tengamos más opciones para preparar los asaltos a un palacio, ya sea gracias a la vista de Senu o a las distintas habilidades que iremos desbloqueando, hace que ese camino hacia un sigilo más profundo sea tremendamente bien recibido.

Esa es al fin y al cabo la idea de ‘Assassin’s Creed Origins’, un viaje a los orígenes para volver a empezar de cero. Hacer borrón y cuenta nueva para construir sobre los pilares que sí le funcionan a la saga. Buena muestra de eso es la recuperación de aspectos como las tumbas, a medio camino entre el plataformeo, la exploración y los puzles, en busca de nuevas armas y objetos que nos ayuden a mejorar en combate.

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Una rueda infinita que, más allá de convertirnos en una deidad sobre la tierra a la primera de cambio, requiera de la experiencia que vamos consiguiendo en el juego y la que adquirimos nosotros a los mandos. Visto así, no me parece una mala razón para volver a la saga ‘Assassin’s Creed’. Menos aún si, como yo, nunca tuviste intención de abandonarla.

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