Lógica lunar, la mecánica que convertía los juegos de nuestra infancia en una pesadilla más dura que Dark Souls

Lógica lunar, la mecánica que convertía los juegos de nuestra infancia en una pesadilla más dura que Dark Souls

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No hay nada más frustrante que quedarte atascado en un juego y no saber por dónde tirar. Si la paciencia no es tu fuerte, lo más probable es que acabes acudiendo a una guía o vídeo de YouTube para saber cómo progresar, pero no es un truco que hayamos disfrutado desde siempre.

Antes de la llegada de internet a la mayoría de los hogares, descubrir cómo continuar en un juego en el que te habías quedado atascado recurría a acudir a revistas, amigos o, simplemente, darle vueltas al problema hasta encontrar la solución. Un camino que podía alargarse durante días y que tenía como principal culpable a algo llamado la lógica lunar.

Qué es la lógica lunar

Moon Logic, o lógica lunar, hace referencia a algo que, o no tiene lógica alguna, o es casi imposible de descifrar a simple vista. Vamos, que tendrías que ser un alienígena para llegar a entender bajo qué reglas se rige ese problema aparentemente imposible de resolver. O dicho de otro modo, que el creador del juego debe ser un extraterrestre para creer que hay alguna lógica detrás de lo que ha hecho.

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Aunque los puzles y situaciones que responden a la lógica lunar no son exclusivos del género, fue con las aventuras gráficas donde empezaron a aflorar. Ahora ya leves resistencias que a duras penas luchan para no dejarnos huérfanos, las aventuras gráficas fueron la introducción a los videojuegos para muchos de nosotros.

Historias de dibujos animados pixelados que nos invitaban a seguir la lógica, explorar el entorno y dar con la clave para que nuestro personaje pudiese avanzar al siguiente nivel.

Hay una puerta cerrada que quiero atravesar. Tengo que encontrar una llave. Si a este personaje le doy el objeto que quiere, tal vez me entregue su llave.

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Para los que no gozábamos de una gran habilidad por nuestra corta edad, el de las aventuras gráficas era uno de los pocos géneros en los que llegar hasta el final estaba al alcance de nuestras posibilidades. Sólo había que pensar para poder avanzar, y esa resultaba ser la excusa perfecta para que te dejasen jugar. No estabas viciándote, estabas ejercitando tu mente.

Los Dark Souls de los niños de los 90

Sin embargo algunos juegos y situaciones despreciaban toda lógica o, en busca del humor, acudían a soluciones que era imposible adivinar. Llegado ese punto tocaba rehacer tus pasos, encontrar objetos que tal vez habías pasado por alto y, en última instancia, intentar todas las combinaciones posibles hasta alcanzar el momento “eureka”.

La cosa se complicaba aún más fuera del territorio anglosajón, donde los juegos de palabras podían echar al traste la aparente lógica detrás de un puzle. 

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Uno de los ejemplos más aclamados está en Monkey Island 2, al tener que utilizar un mono como si fuese una llave inglesa. Algo que carece de toda lógica hasta que averiguas que, como era de esperar, los ingleses no llaman a esa herramienta así, la conocen como “monkey wrench”.

La lógica lunar ha provocado que un búho se zampe una serpiente y que tape el sol para que un guardia abra una puerta, nos ha obligado a agarrar unos globos para pesar menos y poder utilizar un ascensor, ha conseguido que pateemos a una niña para conseguir una margarita, e incluso nos ha hecho rugir a monos para que nos lleven de paseo en la dirección adecuada.

Pensad por un momento en algo tan simple como acabar con todos los enemigos de una sala para que se abra la puerta. Es una mecánica que tenemos muy interiorizada pero ¿qué sentido tiene?

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En realidad responde a esa misma lógica lunar. Puzles que, más que por intuición, acaban funcionando por una mera repetición a base de ensayo y error.

Si tenías algo de suerte, el juego incluía un sistema de pistas más o menos útil al que poder acudir siempre que no supieses cómo continuar. Afortunadamente, con el tiempo la misma idea se abrazó en proyectos como Universal Hint System, un portal en el que dejan a un lado las guías clásicas que te explican todo paso por paso para ofrecerte ayuda en forma de pistas. Ojalá haber tenido algo así hace 30 años.

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