El santuario más difícil de Zelda: Tears of the Kingdom no asusta: lo aterrador es lo que me encontré en el Coliseo

El santuario más difícil de Zelda: Tears of the Kingdom no asusta: lo aterrador es lo que me encontré en el Coliseo

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The Legend of Zelda Tears of the Kingdom

Creo que tras haber jugado a The Legend of Zelda: Breath of the Wild y con las más de 35 horas que llevo entre pecho y espalda a The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom puedo asegurar que lo mejor de Hyrule es conocer todos sus secretos. No es que haya descubierto la pólvora, pero quiero partir de esta premisa tan interesante para mostrar las dos caras de la moneda.

Es genial encontrarte un pueblito como Hatelia, tan simpático y acogedor, que tan solo tiene un cálido recibimiento para los turistas. Apruebo esta política de los hylianos, aunque mi corazón no está dispuesto a atravesar más infartos. Si no bastaba con que se me erize la piel con las manos malignas, lo que me he encontrado en el Coliseo me ha dejado helado.

De aquí para allá

¿Qué es lo que he hecho desde mi primera visita a Hatelia? La verdad es que no he acabado con Ganondorf ni me he topado con la princesa Zelda y ni siquiera he estado en ningún enclave destacado del mapa; aún así, hay tela que cortar. En primer lugar, ya me he topado con el dichoso señor del tambor, el cual estaba acampado en un desvío del camino que lleva a Kakariko.

A pesar de que he completado la misión que me ha encomendado, el tipo no es capaz de acudir a la posta más cercana, sino que se dirige hacia una situada al noreste. Es decir, estás a 500 metros del hada más cercana y decides irte a buscar a tus amigos musicales. No tenía nada en contra de los tambores, pero a partir de ahora se ha convertido en algo personal. Al menos el viajecito de vuelta a Kakariko me ha servido para demostrarle a los chavales de la escuela de Hatelia que el cataclismo realmente ocurrió.

Zelda Tears of the Kingdom

Una vez derribada la barrera de la incredulidad, me hallo con que debo cocinar un arroz especiado de monstruo. Debido a mi falta de dotes culinarias abandono la villa y camino... sin rumbo, hasta que diviso uno de tantos santuarios que pueblan las llanuras. Sin embargo, no sabía dónde me estaba metiendo realmente, en la boca del lobo de estos desafiantes escenarios.

La leyenda no es real

Sí, el santuario de Lu Quorum se encuentra en mitad de la nada, en una pequeña cumbre sin nada más a su alrededor de interés. Solitario y con el único propósito de proporcionar el correspondiente orbe de luz, me adentro en su interior. El primer vistazo me deja clara la dinámica, pues aquí los raíles serán los obstáculos a superar, pero no utilizando ruedas ni un dispositivo habilitado. Ni mucho menos.

El equipo de Eiji Aonuma ha considerado muy divertido que se usen tablas enormes como plataforma, sin ningún tipo de agarre y es ahí donde comienza el festival. Lu Quorum se ha hecho muy famoso entre la comunidad de Zelda: Tears of the Kingdom por dos motivos: su enorme dificultad y las imaginativas formas de los jugadores para superarlo. Para mayor ejemplo, esta persona que se lo ventila en apenas 20 segundos con más trucos que Tony Hawk en sus mejores tiempos.

No es que yo no pueda pasármelo de esa forma, sino que prefiero ajustarme a lo que Nintendo me pide, aunque al final cada uno sigue el método que le parece. Seamos sinceros, el punto conflictivo no es el primer tramo de raíles, ni el segundo, es el tercero. Ahí es donde reside el problema debido a un salto al vacío al poco de comenzar y a una curva muy pronunciada hacia la derecha.

¿Qué he hecho yo? Pues lo que me ha parecido más obvio y es crear un cilindro cuadrado con las piezas disponibles para que no haya forma de que se caiga de los raíles la estructura. Unas cuantas turbinas por medio y arreando que es gerundio. Reconozco que he perdido más tiempo en colocar todas las partes correctamente que en los propios intentos, pues solo he fallado dos veces. Hay mucha leyenda negra alrededor de Lu Quorum y lo cierto es que no es tan difícil resolver su propuesta. Maia'tinou es bastante más complejo; fue mi primer templo en el suelo y el único que he estado a punto de abandonar por frustración.

Zelda Tears of the Kingdom

Necesito calzoncillos nuevos

Uno cuando abre el mapa de Zelda: Tears of the Kingdom revisa el desierto Gerudo, el castillo y las localizaciones más destacadas; a nadie le importa un comino el Bosque Dalite, la Laguna Ruddil y el Monte Satoly. Que aparantemente no haya nada allí, es motivo suficiente para que me acerque a olisquear.

No sin antes realizar una parada previsora en la posta cercana con otro capullo que esconde un hada y aquí es oficialmente cuando me entero de que tengo que reclutar a la orquesta filarmónica de Hyrule. Me resigno, me monto un todoterreno con unas enormes ruedas que hay justo al lado y me dirijo al objetivo en el que, sorpresa, no hay absolutamente nada.

The Legend of Zelda Tears of the Kingdom

No podía esperar demasiado, más allá de unas vistas muy preciosas y muchísima flora y fauna, pero valió la pena la caminata al hallar un cofre con una hoja ancestral en su interior. Por otro lado, el espíritu del Monte Satoly -el propio Satoly- me desvela con unos rayos los puntos en los que no he conseguido fantasmos. Se agradece, sobre todo si supiese dónde utilizar la recompensa que dan. Sí que es cierto que me he quedado con la mosca detrás de la oreja con el Parque Sanidin, pues no puede ser que esa estructura esté tan bien edificada y no se pueda hacer nada allí.

Donde no puedo hacer nada es en el Coliseo, pero eso no lo supe hasta que llegué allí, aunque el juego me advirtió con anterioridad. Tuve que atravesar el Puente de Griock y ni por esas me di cuenta de las señales. Esto es como cuando vas en coche con las luces puestas en pleno día y solo sabes sonreír cuando los conductores de al lado te hacen advertencias. Encaro el Coliseo, ese lugar maldito en Breath of the Wild, pues un Centaleón esperaba en su interior para retar a Link. Ahora echo de menos a ese Centaleón.

Zelda Tears Of The Kingdom

Una criatura del averno, un ser mitológico, un maldito dragón de tres cabezas está dentro dispuesto a freírme, pero con chispazos eléctricos. El Griock eléctrico mete miedo solo con la mirada, pero es tan grande que deja en un chiste a los Hinox. Sin embargo, soy el héroe que necesita Hyrule y no me puedo acobardar. Compruebo que es relativamente sencillo dejarle noqueado para castigar con dureza las cabezas, si bien apenas le hago cosquillas. Y claro, cuando uno compone el 90% de su arsenal en armas creadas en la edad del hierro, pues tiene un problema muy serio contra estos bichos.

Puedo decir que el Griock no me mató, ya que ya se me ocurrió a mí huir cuanto antes para no acabar siendo cocinado. Creo que la táctica de ir por donde me da la realísima gana está muy bien, pero necesito un poco de dirección y de saber los pasos a seguir. Seguramente los Orni me puedan ayudar.

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