Percha del Cuervo de The Witcher 3: Wild Hunt es un nido de mercenarios y oportunistas comandados por el Barón Sanguinario

Percha del Cuervo de The Witcher 3: Wild Hunt es un nido de mercenarios y oportunistas comandados por el Barón Sanguinario

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En episodios anteriores... acudí a mi audiencia con el emperador Emhyr var Emreis junto a Yennefer en Wyzima. Ciri ha vuelto y tengo la misión de encontrarla, pero no por Emhyr... sino porque es como una hija para Yennefer y para mí. Salgo de Wyzima con dos pistas: un pequeño señor apoyado por Nilfgaard y un rastro de magia, todo en Velen: Tierra de Nadie.

The Witcher 3: Wild Hunt comienza realmente junto al Árbol del Ahorcado en Velen: Tierra de Nadie. Se encuentra un poco más al norte de Huerto Blanco y ambas zonas están siendo el escenario de la guerra entre Nilfgaard y los pueblos del centro-norte del continente.

Velen: Tierra de Nadie es un lugar salvaje y lleno de cenagales. La pobreza se ha cebado con todos, especialmente con el pueblo. El Barón Sanguinario se ha proclamado caudillo de esas tierras y gobierna bajo la mano de Nilfgaard. No me interesa la política, únicamente lo que tenga que decir sobre Ciri.

Primer contacto con la Orden del Fuego Eterno

Mi camino a Percha del Cuervo se alarga por la exploración. Mientras trato de no perderme demasiado por el mapa, encuentro a un sacerdote de la Orden del Fuego Eterno, un culto religioso que se presenta para la salvación. En realidad es un imán para enfermos y extremistas. Me suena…

El sacerdote me pide si puedo ayudarlo a quemar cadáveres para que no propaguen enfermedades y monstruos. Acepto, aunque insiste en soltarme su parafernalia religiosa. Acto seguido acudo a las tres localizaciones para realizar el trabajo.

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Cuando llego a la última zona, me encuentro a un mercenario tratando de sobrevivir al ataque de unos Ghuls. Me cuenta que no todos los cadáveres son producto de la guerra. La iglesia del Fuego Eterno está aprovechando la guerra para hacer limpieza. No tienes por qué entenderlo. Ya llegaremos a Novigrado. Salvo al mercenario y me reúno con el sacerdote.

Cuento lo ocurrido al sacerdote y su primera reacción es intentar sobornarme para que me olvide del tema. No hay oro que pueda comprarme, así que lanza a sus guardaespaldas contra mí. Los limpio rápidamente con mi espada de acero y finalmente ejecuto al sacerdote. Le saqueo para obtener mi recompensa y un extra por aguantar sus mentiras y la parafernalia religiosa.

Percha del Cuervo, un nido de mercenarios y oportunistas

Vuelvo a perderme un par de veces más en el camino. Decido ir a Percha del Cuervo para obtener respuestas sobre el paradero de Ciri. Paro en una taberna poco antes de llegar para obtener información sobre el señor de la zona y sus vasallos. Unos mercenarios reparan en mi presencia y se acercan buscando pelea. No tengo tiempo ni quiero repetir lo de Huerto Blanco, así que calmo sus ánimos con una invitación a una ronda.

Los mercenarios relajan los ánimos y bebemos juntos. Nada que el dinero no arregle. Se acaban las hostilidades y me dejan continuar investigando sin obstáculos. Me entero de que el señor se llama El Barón Sanguinario, que se autoproclamó señor y que sus soldados son unos rufianes. Sabiendo esto, vuelvo al camino.

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Percha del Cuervo es un pueblo construido sobre una roca rodeada por un foso con agua. La clásica fortaleza. Posee un anillo exterior que contiene el pueblo y un anillo interior para la forja, el intendente, los establos y la casa principal del señor. Como digo, no es gran cosa.

El anillo exterior está protegido por un par de guardias que no me impiden el paso. Toda la fortaleza está llena de carteles de Se Busca con los rostros de dos mujeres. Dos guardias me detienen en el segundo anillo. Les digo que tengo que hablar con el Barón. Casualidades de la vida, uno de ellos estaba en el grupo al que invité a una ronda, así que me dejan pasar con la condición de que no me meta en líos.

El Barón Sanguinario, un borracho miserable con toques de autocompasión

El Barón Sanguinario me recibe sin rechistar. Después de un rato de charla de presentación en la que me cuenta el origen de su apoco, me revela que sabe quién soy y por qué estoy allí. Mi reacción no puede ser más seca: dime lo que quiero saber y no me hagas perder el tiempo.

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Lo educado no quita lo miserable. No va a darme la información por las buenas y convierte un potencial acto de bondad de una transacción: me contará fragmentos de lo que necesito saber a cambio de que encuentre a su esposa e hija. Acepto y le pido que me deje investigar sus habitaciones. Se pone digno, pero le exijo que deje de hacerme perder el tiempo.

La familia del Barón Sanguinario: alcohol, maltratos y superstición

Investigo tres habitaciones, primero las estancias del matrimonio, luego el cuarto de la joven y finalmente el cuarto de invitados. Además, aprovecho para hacer una visita rápida a una joven que compartió camino con Ciri. No me dice demasiado: me conoce gracias a palabras de Ciri y que el Barón las trató bien a ambas.

Las pruebas de la habitación del Barón y su mujer revelan una pelea y vino del bueno derramado por parte de la habitación. Sabiendo los antecedentes con la bebida del padre, la cosa no empieza muy bien. La habitación de la niña no revela demasiado: sus juguetes y caramelos siguen ahí, así que fue de forma repentina. Encuentro ropa de Ciri en la última habitación.

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Decido seguir el rastro de olor a vino para ver dónde me lleva. De camino, encuentro un amuleto de protección en un hueco de las escaleras. Continúo descendiendo hasta la parte inferior, donde encuentro un altar al Fuego Eterno. Marido borracho, mujer entregada a la religión y una niña que se va sin sus juguetes. Uno más uno...

Vuelvo a ver al Barón para comentarle mis sospechas. Se pone a la defensiva y exige que siga con el rastro que he encontrado. No me apetece tener debates familiares, así que monto en Sardinilla y me dispongo a seguir el rastro de ambas. Se pierde poco después de salir de la fortaleza.

El rastro se ha enfriado, pero todavía tengo pistas viables que seguir: puedo visitar a la hechicera con la que se cruzó Ciri o acudir al conjurador que hizo el amuleto que encontré en las escaleras de la fortaleza mientras seguía el olor a vino.

En cualquier caso, todo apunta a que la mujer ha escapado con la hija. Todas las pistas apuntan a ello. Decido no volver con el Barón para evitar escuchar más mentiras y me dirijo a ver la hechicera y al conjurador. Seguro que ambos esclarecen los hechos. Cada momento aleja a Ciri un poco más de mí.

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