La corte Nilfgaardiana de The Witcher 3: Wild Hunt puso a prueba mi paciencia, pero Yennefer hizo que valiese la pena

La corte Nilfgaardiana de The Witcher 3: Wild Hunt puso a prueba mi paciencia, pero Yennefer hizo que valiese la pena

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En episodios anteriores... estuve dando caza a la bestia de Huerto Blanco mientras Vesemir se ponía hasta el culo de Vodka. La cosa no acabó demasiado bien: la humanidad volvió a demostrar que es el verdadero monstruo del universo de The Witcher. Mi aventura acabó justo al encontrarme con Yennefer.

Yennefer aparece en la taberna de Huerto Blanco acompañada por una escolta Nilfgaardiana. A Geralt (y a mí) se le derrite el corazón y Vesemir le pide explicaciones. La hechicera se niega a darlas en ese lugar y me pide que la acompañe a la fortaleza de Wyzima. El emperador Emhyr var Emreis quiere hablar conmigo sobre un tema importante.

Nunca me ha gustado el Imperio Nilfgaardiano. Controlan y se enorgullecen de traer el orden, pero la realidad es que sus dirigentes explotan a los pueblos conquistados y sus soldados actúan como jueces y verdugos de los ciudadanos de dichos territorios. Pero... son el mal menor en comparación a la basura racista y sectaria que hay en Novigrado y Oxenfurd.

Accedo a ir con Yennefer a Wyzima. Al fin y al cabo, mi misión era encontrarla. Sería una tontería no ir con ella. Vesemir decide no acompañarnos y poner rumbo a Kaer Morhen para adecentar la fortaleza antes de que llegue el invierno y los caminos queden bloqueados.

La corte Nilfgaardiana: protocolo, burocracias y más rimbombancias

El camino a Wyzima no iba a ser sencillo. La Cacería Salvaje asalta nuestra compañía. Bestias y jinetes oscuros avanzan a gran velocidad trayendo un frío gélido. Espoleamos a nuestros caballos, pero de nada sirve. Los soldados Nilfgaardianos comienzan a caer uno a uno.

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Yennefer tarda en reaccionar, pero finalmente destruye un pequeño puente de madera para que La Cacería Salvaje no pueda seguirnos. Todos los soldados han caído, pero logramos dejar atrás a nuestros perseguidores y llegar hasta Wyzima.

No sé cómo es el recibimiento en la fortaleza, pues lo siguiente que veo es que estoy en una sala lujosa, metido en un gran barreño de agua caliente y que tres criadas me frotan el cuerpo mientras intercambian risitas. La escena dura poco. El Chambelán entra en la habitación y echa a las criadas. Salgo del barreño cubierto con una toalla. Comienzan los preparativos protocolarios.

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El Chambelán me sienta en una silla y le pide al barbero que me quite la barba. Me intento negar, pero me replica que las barbas no están bien vistas en Nilfgaard. Al parecer, son propias de mendigos y vagabundos piojosos. Me gustaría poder decir que esto solo me lo han dicho en The Witcher 3.

Mientras me afeitan, entra en la sala Morvran Voorhis, general Nifgardiano, y exige hacerme algunas preguntas referentes a mi pasado. Burocracia. El juego la usa para simular algunos hechos ocurridos en The Witcher 2. Nada importante, pero vuelvo a ser víctima de la soberbia y condescendencia Nilfgaardiana. Mi paciencia tiene un límite, pero aguanta.

Por último, el Chambelán me pide que elija un atuendo y que le demuestre que sé hacer una reverencia. Una vez más, soberbia y condescendencia. Paso por el aro y demuestro que sé hacer una reverencia. Es insuficiente para su imperial majestad. Mi paciencia está en niveles críticos.

La propuesta de Emhyr var Emreis

Sigo al Chambelán por la corte, camino a mi reunión con su majestad, mientras me explica cómo y cuándo hablarle, que debo inclinarme, etc... No me queda paciencia. El resto del camino me imagino destrozando a todos los guardias con mi espad y ensartando repetidamente al chambelán. No soporto el servilismo y el peloteo. Lo siento.

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Emhyr var Emreis se encuentra reunido con varias personas. El chambelán hace las presentaciones y hace una reverencia. Elijo no hacer reverencia y Geralt hace un pequeño gesto con la cabeza a modo de saludo. Mi rodilla no toca el suelo por cualquiera, tenga los títulos que tenga.

El emperador manda salir a todo el mundo. Acto seguido, me recrimina que no he aprendido nada de la vida en la corte. "No se le pueden enseñar trucos nuevos a un lobo viejo", le respondo. Después de insistirle en ir al grano, Emhyr me ordena que busque a Ciri, su hija biológica e hija adoptiva de Yennefer y Geralt, por asuntos de sucesión de Nilfgaard.

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Mi paciencia termina de quebrar cuando Emhyr me falta el respeto al ofrecerme una recompensa en monedas. Le respondo que no acepto el favor ni por él ni por la recompensa, sino por Ciri. En cualquier caso, no tiene derecho a reclamarla y no pienso traérsela cuando la encuentre.

El reencuentro con Yennefer y el comienzo de mi misión

La reunión con Emhyr no termina bien, pero ambos coincidimos en que debemos encontrar a Ciri. Seguidamente, me dirijo a los aposentos de Yennefer, que revela el auténtico peligro de la misión: La Cacería Salvaje persigue a Ciri. Su magia no ha servido para rastrearla, así que me necesita a mí para rastrearla a la antigua usanza.

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Trato de ponerme al día con Yennefer y de explicarte todo lo ocurrido en The Witcher 2. A grandes rasgos, perdí la memoria y tuve una aventurilla con Triss. El daño ya estaba hecho al recuperar la memoria. Yennefer no está muy abierta a hablar, pero sigue enamorada y me planta un beso en los labios mientras me dice que tenga cuidado. En parte, no puede evitarlo por el Último Deseo de Geralt al Djiin.

Mi papel en la corte Nilfgaardiana ha terminado. Echo un último vistazo a Yennefer, recojo los obsequios de sus aposentos (las armaduras de las Mil Flores y el Tigre Blanco del Oeste con sus respectivas espadas), entro en la sala secreta de Wyzima, vuelvo a echar otro vistazo a Yennefer y pongo rumbo al Árbol del Ahorcado. Mi búsqueda de Ciri ha comenzado.

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