Ay, Forges, Forges. Mire que me gusta lo que hace usted. Sus viñetas siempre dan duro donde tienen que dar, son certeras, pero en la que ha publicado hoy creo que ha patinado un poco. No, un poco no, bastante. Que a estas alturas se esté dando a entender que un videojuego como ‘Destiny’ no es un producto cultural simplemente por ser un “matamuch” no nos acaba de hacer ningún favor, sino más bien todo lo contrario.
'Destiny' es el producto cultural más caro de la historia con un coste de 380 millones de euros, una cifra que dobla la de 'GTA V' y supera a la de producciones cinematográficas como ‘Piratas del Caribe. En el fin del mundo’ que llegó a costar 227 millones de euros. Y así es. No acabo de entender por qué el género de ‘Destiny’ lo invalida para ser un producto cultural. Si damos por bueno eso nos cargamos todos los FPS para meterlos en un saco maloliente separado del resto de juegos que, estos sí, son cultura.
Los videojuegos como industria cultural
En marzo del año 2009, en la Comisión de Cultura del Congreso, se aprobó una iniciativa del PSOE a través de la cual los creadores de videojuegos quedaban reconocidos como “protagonistas de nuestra cultura”. Esto significó aceptar la industria del videojuego como industria cultural al mismo nivel que la del cine, la música o las artes plásticas. La industria del videojuego en su conjunto sin distinciones de género: un videojuego es un producto cultural tanto si en él debemos matar alienígenas por toda la galaxia como si tenemos que acariciar la crin de un unicornio.
El hecho de recalcar en la viñeta que “así nos va” o “así nos hacen ir” simplemente por tratarse de un FPS vuelve otra vez a recordarnos todas esas polémicas sobre la supuesta relación entre los juegos violentos y la violencia real. No vamos bien si se da a entender que un juego de disparos no es un producto cultural cuando, por ejemplo, las películas violentas lo son sin discusión por mucha sangre, disparos y bombas que muestren. Y lo mismo sucede con novelas, cómics o cualquier otro producto considerado como parte de la cultura.
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