Análisis de El Hijo - A Wild West Tale, el juego de sigilo que reivindica la sonrisa de los niños

Análisis de El Hijo - A Wild West Tale, el juego de sigilo que reivindica la sonrisa de los niños

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Elhijo

Siempre me han apasionado los juegos de sigilo. Ese momento en el que debes esconderte, rodear, saltar y pillar completamente desprevenido al enemigo, me fascina. Ser uno con las sombras, ser más ligero que una pluma y escapar de todas las miradas furtivas, un desafío que no soy capaz de rechazar. La saga Metal Gear Solid o Hitman siempre han sido una fuente de diversión.

Por eso clavé mi mirada sobre El Hijo – A Wild West Tale. La obra de HandyGames y Honig Studios se presenta con un bagaje de reconocimientos tan importante como Mejor Indie de la Gamescom de 2019, lo que inevitablemente pone el foco de atención sobre él y genera una serie de expectativas.

Arte y diseño simple, pero bonito, historia prometedora y mecánicas interesantes… el pack del indie está completo, así que vamos ver qué nos espera en el desierto.

¿Quién quiere jugar al escondite?

Entre la pegajosa arena, el sol abrasador y los poco cariñosos cactus, siempre hay hueco para algo más bello. Un niño vive con su madre en mitad del desierto, hasta que su paz se ve interrumpida por el asalto de unos bandidos. Tanto la mujer como el niño se ven obligados a abandonar el que fue una vez su hogar, después de que haya sido arrasado. Finalmente, la madre deja a su pequeño al cuidado de unos monjes que viven en un monasterio.

Esta es la sencilla premisa y presentación de El Hijo. Todo ello a través de imágenes que no poseen ni un solo diálogo, transmitiendo todas sus intenciones únicamente con lo que aparece en pantalla. Esta dinámica será una constante a lo largo de la narrativa del título, que se vale más de lo que rodea a los personajes que de la necesidad de contar con texto o voz lo que sucede.

Por eso, sabemos que nuestro protagonista no está dispuesto a aguardar por su madre, la cual se ha ido a vengarse contra los malhechores. El monasterio es un lugar de reposo, reflexión y estudio…aunque no para todos. Los niños que habitan el lugar poseen unas responsabilidades que no les corresponde a su edad, en el que la diversión y el juego han sido enterrados de sus personalidades.

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El panorama no es muy amigable, por lo que nuestra aventura da comienzo. El Hijo es un juego de sigilo cuya premisa se sustenta en el principio más básico del género: que no te vean. Lo que puede parecer una obviedad, rápidamente se convierte en una realidad perpetua en el juego. Somos un niño y como tal, tendremos que valernos de nuestras propias armas para superar a los mayores.

Vasijas, muebles, huecos escurridizos…cualquier rincón es un buen lugar para poder escondernos y esquivar las miradas de nuestros perseguidores. El repertorio es limitado, pero lo usaremos con mucha frecuencia. Desde un tirachinas que nos sirve para lanzar piedras y distraer, pasando por muñecos de cuerda, flores con polen o fuegos artificiales. Cada uno tiene su utilidad, aunque realmente abusaremos más del lanzamiento de piedra, el cual es el recurso infinito que tenemos.

Esas son nuestras herramientas. Por otra parte, está el mencionado mobiliario. Los jarrones, cajas o hierba son nuestros aliados naturales, permitiéndonos aguardar el momento instante en el que un guardia o monje recorre una nueva ruta. Y como todo juego basado en esconderse, nuestra mejor compañera será la oscuridad. Lógico teniendo en cuenta la situación geográfica en la que nos encontramos.

El sol está presente en todo momento, así que las zonas de sombra son muy valoradas, al igual que en otras obras como Aragami. Siempre que estemos en ellas, seremos indetectables. Podremos movernos con libertad (aunque manteniendo las distancias) y respirar tranquilos planeando el próximo movimiento.

El Hijo A Wild West Tale

En esta planificación sirve de mucha ayuda un pequeño pájaro que podemos utilizar para tener una mejor perspectiva de la situación, alejar el plano picado con el que jugaremos todo el rato y mostrar el cono de visión de los personajes. Y es que una vez que entren en alerta, será casi imposible deshacernos de ellos, por mucho que corramos.

Además, los niveles presentan una variedad de recorridos ciertamente interesante. Los escenarios están interconectados, es decir, dentro de un mismo lugar, podemos llegar a varios puntos de diferentes formas. Y ninguna es mejor que otra, ojo, sencillamente podemos ajustarnos a la que nos parezca más atractiva o desafiante. Mover carretillas de minas, derribar postes para improvisar puentes o romper cerraduras para crear escaleras en ventanas… tu camino es solo tuyo.

Que la arena no te impida ver el oro

A lo largo de 30 niveles, el esquema será el mismo. Recorre la zona, esquiva a todos los enemigos y plántate en la siguiente sección. Sin embargo, El Hijo encierra más de lo que parece en un primer vistazo. Los obstáculos que nos vayamos encontrando suponen una piedra en el camino y, si nos fijamos bien a nuestro alrededor, veremos que las cosas no son como parecen en un principio.

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Los monjes sirven sin pudor, bajo el mandato de su pontífice, a una causa que destruye todos sus principios. Con órdenes del gobierno, dedican sus esfuerzos a saquear los cuerpos de los difuntos, a desenterrar las tumbas de aquellos que ya se fueron y que tal vez hayan guardado un tesoro que llevarse al más allá. Una actividad que no les impide que también les veamos como unos hombres dedicados al culto de su deidad, cuidando sus jardines y respetando la vida monacal.

En esta despreciable búsqueda, se encuentran también un grupo de bandidos, dispuestos a robar todo el oro posible, levantando cementerios y explotando minas en el proceso. Aunque, ¡sorpresa!, necesitan mano de obra. Y, ¿qué mano de obra más barata y que menos protesta hay? Exacto, los niños.

Esta es la gran crítica y a su vez, el gran valor que dibuja El Hijo. Progresivamente, según avanzamos en las fechorías de estos grupos, vemos como los niños son despreciados y utilizados como obreros, máquinas sin libertad ni sentimientos que pueden ser perfectamente útiles para cualquier propósito. Por si fuera poco, ambos bandos se enzarzan en una guerra en la que los niños tan solo sufren y son subastados como esclavos.

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Ante esta horrible escena, nuestra labor puede ser de mucha ayuda. Como decía, la imaginación de todos estos niños ha sido enterrada, pero tan solo hace falta un chispazo para avivar la llama y desenterrarla. Ese chispazo somos nosotros. Durante todos los niveles, podemos desviarnos de los caminos principales para encontrar a los pequeños realizando tareas que, evidentemente, no les corresponde. Si nos acercamos a ellos, podremos enseñarles un truco de malabares, recordarles lo divertido que es dibujar o simplemente fastidiar a algún bandido.

Son ellos los que se merecen el oro, pero para su educación, por su esfuerzo y porque a ellos realmente no les importa su valor. Esta será la única tarea secundaria que se nos propondrá, la cual no aporta ninguna recompensa más allá del placer de devolverle la sonrisa a los niños o como dice El Hijo, “devolverle la ilusión”.

La opinión de Vida Extra

El Hijo es una obra simple, pero efectiva. Se apoya en muy pocos recursos, aunque no se puede negar que los utiliza con inteligencia. Con el paso de las cerca de 5 horas que me ha durado el juego, las mecánicas pueden terminar siendo repetitivas, puesto que con rapidez se agotan las sorpresas en este apartado, lo cual no me ha impedido disfrutar del tiempo invertido.

Al igual que es una pena que no existan más motivos para explorar o rejugar la obra que el hecho de ilusionar a los niños que nos falten. En ese sentido, creo que se ha perdido una oportunidad de añadir algún coleccionable o tarea más. También se desaprovecha las pocas ocasiones que podemos jugar con la madre del niño, ya que a nivel de mecánicas y herramientas es todo igual. Hubiese estado bien permitir otro enfoque en su caso.

A pesar de todo, El Hijo juega perfectamente sus cartas. Una aventura agradable, mucho más crítica de lo que su precioso arte deja ver en primer lugar, y que no defraudará a los amantes del sigilo.

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El Hijo - A Wild West Tale

Plataformas PC (versión analizada) Nintendo Switch, PlayStation 4, Xbox One y Google Stadia
Multijugador No
Desarrollador Honig Studios, Quantumfrog
Compañía HandyGames
Lanzamiento 3 de diciembre de 2020
Precio 19,99 euros

Lo mejor

  • Sabe usar de forma inteligente sus pocos recursos
  • La feroz crítica contra la explotación infantil

Lo peor

  • Puede resultar repetitivo
  • Tan solo tenemos una tarea secundaria, por lo que apenas hay exploración
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