Hemos jugado a Treasure Rangers, el juego para niños que incluye a un protagonista con espectro de autismo

Hemos jugado a Treasure Rangers, el juego para niños que incluye a un protagonista con espectro de autismo

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Es una suerte que proyectos como PlayStation Talents den cabida a juegos que sería difícil ver en consolas sin ese apoyo. Treasure Rangers es una de esas últimas incorporaciones al catálogo de la iniciativa, un juego infantil en el que la intención acaba pesando más que la ejecución.

Su gran particularidad está en Randy, el cuarto de un grupo de amigos que se dedican a resolver misterios. Randy tiene trastorno del espectro autista y, como muchos niños y adultos como él, su forma de comportarse e interactuar con los demás es completamente distinta a la de nuestro día a día.

Un niño con TEA como protagonista

En el grupo de los Treasure Rangers, Randy es uno más. Una pieza fundamental para poder avanzar en los distintos niveles cargados de puzles, plataformas y enemigos que iremos encontrando. Pero mientras que todos pueden verse limitados por barreras de distintos colores -una para cada uno de los personajes-, él requiere algo más de ayuda cuando se embelesa con mariposas de colores o se bloquea por culpa de un ruido ensordecedor.

La gracia de su inclusión está en cómo sus compañeros le tratan como a uno más, le ayudan cuando lo necesita y, por encima de todo, cómo lo necesitan para poder avanzar. Un mensaje que se transmite más a través de las mecánicas que por gritar constantemente a los cuatro vientos que Randy no es un niño exactamente igual que los demás.

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Con poderes como mover rocas, deslizarse por huecos, realizar doble salto o impulsarse con más fuerza al rebotar sobre una seta, los componentes de los Treasure Rangers irán superando niveles mientras acaban con enemigos de la talla de jabalíes gigantes y resuelven puzles que implican ir de aquí para allá pulsando botones o moviendo rocas.

Viaje al pasado

Pese a lo importante y valioso de su mensaje, Treasure Rangers está lejos de ser un juego perfecto y tiene difícil llamar la atención de los críos de hoy en día, más enfocados a propuestas como Fortnite. Tal vez por eso me haya sorprendido tanto su calificación PEGI de siete años, y es que mientras que a mi hijo de cuatro años no le habría importado seguir jugando, el de nueve perdió rápidamente el interés.

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Escenarios laberínticos, enemigos que no dan tregua a la habilidad de un crío sin demasiada experiencia y escenarios excesivamente repetitivos dejan un poco en tierra de nadie a Treasure Rangers. Es, por así decirlo, como un viaje al pasado en busca de experiencias como las del Croc: Legend of the Gobbos o el Gex: Enter the Gecko de la primera PlayStation, pero con una factura creativa y visual mucho más limitada.

Ojalá poder decir que Treasure Rangers es un gran juego y así ampliar aún más la fuerza de su mensaje. Uno más que necesario sobre este trastorno tan extendido y normalmente desconocido por la población general. Lamentablemente hablar de ello con naturalidad es el único reto del que sale realmente airoso, consiguiendo con ello enfocar de forma positiva una realidad más común de lo que la gente suele creer.

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