Primeras horas con Planet Zoo, o cómo un majestuoso elefante me trajo la ruina en cuestión de segundos

Primeras horas con Planet Zoo, o cómo un majestuoso elefante me trajo la ruina en cuestión de segundos

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Es curioso cómo a veces algo que has visto en infinidad de ocasiones de repente cobra sentido. Por la pasarela elevada que recorre la zona de los elefantes en el Zoo de Barcelona habré pasado una infinidad de ocasiones entre excursiones con el colegio y visitas en familia. Siempre había pensado que era para poder ver mejor a esos majestuosos animales. En Planet Zoo he aprendido por las malas que eso no tenía nada que ver. 

Tras varios días con la beta disponible para los usuarios de la edición especial, un proceso que ya está dando sus frutos, balanceando la economía e incluso generando nuevos modos, el episodio del elefante es sólo un ejemplo de lo mucho que esconde un juego que, como Planet Coaster en su día, vuelve a poner un nuevo listón en el género de la simulación de parques. 

Un Planet Coaster con animalicos

Con un esquema similar al de su hermano centrado en los parques de atracciones, la beta nos da acceso a un capítulo de su modo campaña, una suerte de tutorial que te lleva a parques ya creados que tienes que retocar y mejorar, y el modo franquicia, la posibilidad de crear tu propio zoológico desde cero. 

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El primero no revoluciona nada. Arréglame esa cerca para que sea más grande, consigue que esos animales sean felices retocando su hábitat, súbeme el muro para que los bichos no salten por encima y aterroricen a los visitantes… Todo con un esquema tan fácil de absorber como de dominar en el que la profundidad y libertad de acción está más cerca de lo visto en Planet Coaster que en Jurassic World Evolution

Pulsando sobre cada animal conoceremos su estado y preferencias.  Qué terreno y tipo de plantas les parecen ideales, si están entretenidos a base de juguetes y comida escondida dentro de pelotas, si el sitio que tienen para descansar y refrescarse es de su agrado. 

Un proceso que se mueve desde menús pero que se disfruta en primera persona, viendo cómo un aspirante a Pumba se revuelca en el barro y luego se tira al agua para mover las patitas mientras se desplaza. 

Todo lo que tiene de entrañable el pararte a ver la conducta de los animales, de una calidad pasmosa a nivel visual y de animaciones, lo tiene de complejo en lo que rodea a la gestión del parque. Mantenerlo a flote y bajo control está lejos de ser un paseo. 

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Creando tu propio parque zoológico

Para entender mejor cómo funciona saltamos al modo Franquicia. La posibilidad de crear un parque basado en la pradera asiática en términos similares a la sabana africana pero con una vegetación y temperaturas distintas. Allí empecé yo, como de costumbre, con la mano rota y gastando a espuertas todo lo que me venía a la cabeza.

Tiendas a cascoporro, hábitats gigantes, paseos de largo recorrido. Un zoo sin reparar en gastos. Con lo básico a base de bueyes y perros salvajes, decido dar el salto a algo más exótico y adquiero mi primer elefante. Pese a poder hacerlo a tocateja, lo recomendable es apuntar al mercado interno del juego a base de puntos de conservación, una moneda que se gana a base de criar e intercambiar animales con otros jugadores. 

Con una camada de perros salvajes que se reproducen como conejos -es lo que tiene el descubrir demasiado tarde que puedes limitar su reproducción mediante anticonceptivos-, consigo lo suficiente para adquirir mi primer paquidermo y le monto un escenario para enmarcar. 

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Un lago en el que se pueda bañar, todos los juguetes que he descubierto a base de investigar mediante mi equipo de veterinarios, y el terreno ideal para que campe a sus anchas a partir de lo leído en la zoopedia del juego. Muros altos y una cristalera enorme que acompaña al camino para que mis visitantes se maravillen con el espectáculo

Una cantidad ingente de horas y contenido

¿Recordáis la pasarela aérea del Zoo de Barcelona? Pues más allá de las vistas responde a que los elefantes y las cristaleras no se llevan nada bien. En cuestión de segundos mi zoo pasó de una multitud apelotonada frente al cristal a escasos centímetros del animal mientras yo pensaba “qué mono” a un “mierda, mierda, mierda” en el que el bicho rompía la barrera y se ponía a perseguir visitantes en una escena apocalíptica. 

Vuelta a la mesa de trabajo y replantear la estructura, esta vez con una pasarela aérea cargada de altavoces y cartales de información que favorezcan la educación sobre el animal y me permita ganar puntos la próxima vez que me visite una inspección. 

Lamentablemente darle la vuelta a un problema así no es coser y cantar, ni algo que pueda salvarse invirtiendo mis últimos dólares en campañas de marketing.

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Así que creo un nuevo parque basándome en todo lo aprendido hasta que vuelvo a venirme arriba, esta vez con la intención de aprovechar algunas de las espectaculares creaciones que ya están disponibles en Steam Workshop por parte de otros usuarios. 

Una segunda cagada que me invita a crear otro parque hasta aprender algo que lo cambia todo. Y luego un tercero. Y luego, bueno, ya sabéis cómo acaba esto, conmigo mirando el reloj y viendo que no son horas y que ya habrá tiempo de darle con tranquilidad cuando el juego solucione problemas y esté todo bien aterrizado. 

Porque si algo he aprendido jugando a la beta de Planet Zoo es que voy a invertir en él una cantidad de horas avergonzante que, para más enjundia, los mods y creaciones de los usuarios se encargarán de aumentar de forma desproporcionada. Eso y que a los animales de siete toneladas no les frena un simple cristal. 

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