Por alguna extraña razón, lo poco que había visto de Returnal para PS5 hasta ahora no acababa de llamar mi atención. Buscando llegar a él sabiendo y habiendo visto lo mínimo, mi disposición era la de adentrarme en el juego de Housemarque confiando en que la sorpresa hiciese el resto. Y vaya si lo ha hecho.
Poco -más bien nada- tiene que ver con cualquier cosa del estudio que hayamos visto hasta ahora. Puedes olvidarte del espíritu indie arcade y abrirle las puertas de par en par al primer roguelike procedural con aroma a triple A. Eso sí, el cambio no reduce la buena mano de los creadores de Resogun y Super Stardust con los bullet hell.
Returnal no es el típico triple A
Con mucho aún por descubrir, prefiero aprovechar esta oportunidad para centrarme en todo aquello que, de una forma u otra, no terminaba de convencerme o me resultaba raro antes de ponerme a los mandos. Returnal es, ante todo, un triple A atípico.
La factura a nivel visual y de sonido, con los ruidos del televisor combinándose con los del mando, y con la vibración adornando aún más la experiencia, es todo lo que podrías pedirle a un exclusivo de PS5. Sin embargo, está lejos de ser el típico shooter al que nos tienen acostumbrados.
En primer lugar está el planteamiento, el de un roguelike de ciclos infinitos y niveles colocados de forma aleatoria para que cada camino hasta nuestro destino se modifique constantemente. Hasta ahí bien, pero no entendía cómo cuadraba ahí el desarrollo de una trama sesuda sobre viajes espacio temporales y ficción espacial.
La respuesta la tenéis en Hades. La narrativa del reciente candidato a GOTY es el mejor ejemplo para entender cómo funciona Returnal. Aquí, como allí, iremos superando salas más o menos básicas en las que recoger suministros y despiezar enemigos que, a su vez, darán hueco a otras salas más centradas en la historia, en el desarrollo del personaje o en jefes finales.
El resultado son ciclos en los que la libertad para explorar es total, pero en los que pronto empiezas a visualizar patrones y es relativamente fácil prever qué vendrá a continuación. Por suerte, la llegada de nuevos biomas rompe completamente con lo establecido para volver a descolocarte.
Un gunplay para enmarcar
Mi otra duda estaba en torno a la mezcla de ideas: un juego de tiros a lo infierno de balas pero con exploración y peso en la historia era algo que no terminaba de hacerme clic. Pero el resultado acaba siendo más reconocible y simple de lo que podría parecer en un principio.
El salto de una vista lateral o cenital a la 3D de un Gears of War -con recarga activa incluida- resulta de lo más cómodo. Y pese a creer que los desniveles del terreno le restan algo de peso a los saltos y las esquivas, hay que reconocer que a menudo se agradece tener un árbol o un montículo tras el que poder esconderte de las balas.
De hecho, el experimento podría haberles salido completamente rana y sería fácil seguir contentos con él. El gunplay, la base sobre la que se apoya Returnal para librarse de cualquier atadura, es una auténtica gozada que te tendrá buscando enfrentamientos incluso cuando la situación te pide huir de ellos.
No sólo es una gozada disparar unas pistolas y rifles que tan pronto sueltan balas normales como misiles teledirigidos y esferas que rebotan por todo el nivel, es que el factor riesgo recompensa del que hace gala es uno de los más adictivos que han pasado por mis manos.
Podría extenderme muchísimo más en esta curiosa mezcla de roguelike y metroidvania, pero no quiero caer en spoilers o desvelar excesivas sorpresas. Ya habrá tiempo de hablar largo y tendido sobre él dentro de unos días, cuando nos tiremos sin red a por su análisis.
Además, no os voy a mentir, estoy deseando terminar esto para poder volver a los mandos, y creo que eso es lo más significativo e importante que podría transmitir ahora mismo de Returnal. Se viene juegazo.
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