Análisis de Hades: cómo sobrevivir al infierno de ser otro roguelike más en un género sobreexplotado

Análisis de Hades: cómo sobrevivir al infierno de ser otro roguelike más en un género sobreexplotado

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Más de una docena de intentos después vuelvo a la primera sala. Una vez más toca lidiar con los mismos monstruos en salas de similar o idéntica forma a las que acabo de cruzar. A estas alturas debería estar ya hastiado o, como mínimo, cansado, pero lo que tengo ante mí es Hades, no otro simple roguelike, y por delante tengo una docena de intentos más hasta que el primer rayo de sol me pille despierto.

Supergiant Games ha demostrado ya en más de una ocasión que es sinónimo de calidad. Suyos son Bastion o Transistor, pero el largo periplo de Hades en acceso anticipado parece haberlo sumido en una irremediable intrascendencia. Sé que existe. El mundo sabe que existe. Pero a nadie parece haberle importado lo más mínimo. Afortunadamente, las joyas siempre acaban saliendo a la luz.

No lo llames buena suerte cuando es calidad

Lo que ayer no recordaba prácticamente nadie hoy está en boca de todos, pero lejos de viralizarse en un boca a boca virtual por las risas o la curiosidad, Hades asciende de su particular infierno por la puerta grande. Lo poco que tenía que demostrar es más que suficiente no sólo para encumbrarlo, también para que más de uno lo tengamos ya como un fijo en todas nuestras quinielas para el GOTY de este año.

Es otro roguelike, uno más entre una demencial avalancha de opciones en uno de los géneros indie de moda. Pero Hades es especial. No es sólo el “está guay” al que te enganchas un par de tardes a la espera de algo más gordo, sino uno de esos juegos que te atrapa de una forma brutal. De esos en los que piensas incluso cuando no estás jugando.

Como esos pasteles que ya deslumbran por fuera y que, una vez hincas el cuchillo para separar las partes y ver qué lleva por dentro, te dejan babeando. Tras una idea interesante y un apartado artístico de lo más pintón se encuentra una de esas experiencias que van desvelando más y más capas tras cada nueva run.

Primero la que encumbra lo accesible de su jugabilidad, luego la que te despierta todos los sentidos para apreciar su historia, tras ello la de un adictivo farmeo de objetos y mejoras, y por último la de un endgame que se encarga de grabar a fuego en tu mente que esto no acaba aquí, que Hades va a seguir en tu cabeza y en tus manos durante mucho tiempo más.

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Una más y lo dejo

Lejos de suponer ninguna revolución en nada de lo que hace, a Hades le basta con plasmar todo lo que propone con una exquisitez finísima. El objetivo es comandar al príncipe del Inframundo desde la sala de espera del infierno hasta la superficie. Un viaje en el que el hijo de Hades debe abrirse paso entre las hordas de enemigos de su padre con la ayuda de los dioses del Olimpo.

Lo que nos pide es bien básico. Con un botón de ataque normal, uno especial, una esquiva y una magia, deberemos ir superando salas infestadas de enemigos. Tras cada una de ellas recibiremos un regalo, ya sea en forma de materiales, mejoras para nuestras acciones básicas o con encantamientos por parte de los dioses que añadan habilidades especiales a esos mismos ataques.

Como en todo buen roguelike, lo recogido desaparece una vez morimos. Quedan los objetos que podremos utilizar para mejorar de forma permanente al protagonista y, sobre todo, lo aprendido de nuestros errores de cara a llegar aún más lejos en el siguiente intento.

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Vuelve a probarlo con otras armas, con otra configuración de mejoras, con otro amuleto que facilite el objetivo que te has puesto como una zanahoria frente a tu hocico. Puedes hacerlo de la forma que quieras, pero nunca tendrás la sensación de estar repitiendo un mismo intento porque las posibilidades son demenciales.

Una jugabilidad de infinitas combinaciones

A lo bien que se te dé cada una de las armas tocará sumarle cómo los encantamientos de los dioses afectan a ese nuevo intento. Me he visto adaptándome a lo que caía en mis manos constantemente. Unas veces utilizando el escudo como si fuese una bola de bolos arrasando con todo en combates cara a cara, otras utilizándolo como arma a distancia capaz de rebotar entre una decena de enemigos y dejando rayos de Zeus a su paso.

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Más pronto y con mayor sorpresa de lo que podría haber imaginado, el tiempo que paso entre alcanzar un jefe y otro es el equivalente al que ocupan mis paseos por el hub inicial. El sitio en el que hablo con la gente, intercambio bienes, mejoro la base y, por encima de todo, trasteo con combinaciones.

Puede que en esta ocasión lo que te interese es ir con tres vidas, ataque mejorado por la espalda y una bonificación de daño equitativa al número de dioses con los que te encuentres.

Para ello tal vez lo lo más recomendable sea empezar la partida con un amuleto que favorezca la aparición de uno de los dioses que vaya a facilitar esa estrategia y, a medio camino, lo cambies por otro distinto para mantenerte con posibilidades de cara al enfrentamiento final.

Lo más inteligente de Hades no es quedarse en lo básico con un abanico de mejoras que se limite a más daño y mejor defensa. Sus posibilidades dan para detenerse un momento y estudiar cómo quieres afrontar la siguiente run hasta dar con la opción que mejor se ajusta a tu forma -formas- de jugar.

Más allá de lo jugable

Hades podría quedarse ahí y ya estaríamos ante uno de esos juegos sobre los que, además de jugar, apetece pararse a hablar y comentar. Pero sus ambiciones van mucho más allá y, para ello, envuelve la experiencia en una historia memorable cargada de personajes entrañables.

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Para un juego que pide acción y zambullirse en otro intento lo antes posible, me ha sorprendido verme ensimismado con sus decoraciones, con el diseño de sus personajes y, aún más raro en mí en un juego de este estilo, deteniéndome a disfrutar de cada una de las conversaciones disponibles.

No es imprescindible, ni siquiera para llegar hasta el final y superar la historia, pero los entresijos de lo que en una primera vuelta parecen personajes simplotes es sencillamente para enmarcar. Sigo leyendo nuevas frases e interacciones pese a llevar ya un porrón de horas en Hades, y tengo la sensación de que me esperan un buen puñado más.

Tener cierta debilidad por la mitología grecorromana ayuda, sin duda, pero el encanto que plantea el juego hace mucho más por esa impresión que lo que puedas traer ya de casa. Sabes que un guión te ha ganado cuando te irías de cañas con muchos de sus personajes.

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La opinión de VidaExtra

A Hades llego desde Nuclear Throne, habiendo pasado por una veintena de roguelikes muy recomendables pero sin el empuje suficiente para hacer tambalear el trono de Vlambeer. El viaje a los infiernos de Supergiant Games no sólo se acerca al enganche y reverencia allí experimentados, también tiene muchos números para quedarse a la par o incluso superarlo.

Si Nuclear Throne estuvo entre mis cinco juegos favoritos de un año con The Witcher 3, Metal Gear Solid 5 y Bloodborne, podéis haceros una idea de hasta qué punto Hades me parece un juego imprescindible. Ha superado su propio infierno a la sombra para llegar hasta aquí, así que haceos un favor y disfrutad de esta magnífica joya.

Imprescindible

Hades

Hades

Plataformas Switch y PC (versión analizada)
Multijugador No
Desarrollador Supergiant Games
Compañía Supergiant Games
Lanzamiento Ya disponible
Precio 20,99 euros

Lo mejor

  • Uno de los mejores roguelikes jamás creados
  • Adictivo y con una jugabilidad exquisita
  • Espectacular trabajo a nivel visual

Lo peor

  • Un último tramo menos inspirado que el resto
  • Que no sea aún más largo y grande

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