Cuanto más juego a Wild Hearts más claro lo tengo: éste debe ser el futuro de los juegos de cacería épica

Cuanto más juego a Wild Hearts más claro lo tengo: éste debe ser el futuro de los juegos de cacería épica

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Enfrentarse a un jabalí embrutecido que, literalmente, es del tamaño de una montaña es algo puñeteramente alucinante. Abatirlo al estilo Wild Hearts lo es todavía más. Tecmo Koei y Electronic Arts suman fuerzas para dar su propia versión de cómo deberán ser las apoteósica cacerías épicas en las consolas de nueva generación y los actuales PCs. Y pese a que la sensación de cierto déjà vu es comprensible, el resultado a los mandos ha superado nuestras expectativas.

Porque decir que Wild Hearts se inspira en Monster Hunter es quedarse cortos. Las cosas como son. Pero, por otro lado, lo rápido que  descubrimos su constante empeño por no ser "lo mismo, pero con otro nombre" juega totalmente a su favor.

No es que la gran premisa cambie, que conste, ya que la razón de ser de ambos se impone a todo lo demás: ser la emoción de enfrentase a bestias salvajes de enorme tonelaje con armas espectaculares. Un duelo de fuerza, pero también de desgaste contínuo.

Y es, precísamente en este último aspecto, en ese delicado equilibrio nacido de la colisión de fuerzas y llevar el fragor de la batalla hasta las últimas consecuencias, donde el equipo de Omega Force barre para casa y transmite carácter propio a la experiencia. Lo cual se traduce en un ritmo especial y distintivo y una dinámica de combate realmente novedosa que no renuncia a lo esencial: tajos determinantes y estrategias que funcionan mucho mejor al ir acompañados de otros jugadores.

Que, además, sus paisajes sean bonitos hasta decir basta ya es la guinda del pastel. Lo sabemos de primera mano, porque durante estos días no hemos podido parar de jugar.

Wild Hearts quiere ser el nuevo estándar de la cacería épica en los videojuegos. Estas son sus armas

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Que no te engañe lo que ves nada más arrancar el juego. El logotipo que nos da la bienvenida de EA Originals, el sello independiente de Electronic Arts, solo significa una única cosa: se le ha dado máximo apoyo como editora y ningún tipo de sugerencia a la hora de diseñar el juego. Eso, definitivamente se nota: Wild Hearts desata su naturaleza de Triple A desde sus compases iniciales. Pero es al empezar a jugar de verdad, pasados sus muy necesarios tutoriales, dónde despliega sus propias ideas, su carácter como ARPG y todo lo que quiere aportar a lo ya visto.

En Wild Hearts somo un cazador al que daremos nombre y aspecto. A fin de cuentas, es parte de su enorme extensión como RPG junto con la enorme importancia de las armas y armaduras que portemos o la manera de progresar. Sin embargo, no tardaremos en darnos cuenta de los dos cambios más significativos de esta alternativa a la caza mayor de Capcom.

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  • Nuestra movilidad es muchísimo más dinámica. En parte porque se es mucho más sencillo y directo realizar acciones como curarse, gestionar recursos o interactuar con el entorno sin tener que guardar o sacar nuestro arma, pero también por una nueva mecánica de crafteo: el sistema Karakuri.
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  • Pero, es que además, las cacerías adquieren un tono más dramático: si bien hay bestias, llamadas Kemono, de todos los tamaños y formas, los de mayor tonelaje son impresionantemente grandes y canalizan el poder de la propia naturaleza, lo cual les confiere habilidades y capacidades espectaculares.
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A esto hay que sumar un tercer elemento sustancial: los entornos de juego. Si bien, inicialmente podría parecer un mundo abierto, conforme avanzamos descubriremos que son cuatro zonas gigantescas inspiradas en cada una de las estaciones. Y no solo se ofrece un clima dinámico, con sus propios ciclos de día y noche, sino que afectará de manera directa a nuestro desempeño. Dicho de otro modo: si queremos cazar con un arco deberemos buscar una ubicación que no nos ciegue la vista.

A partir de estas dinámicas, planteadas, Wild Hearts justifica ampliamente su ausencia de los sistemas de sobremesa octava generación en muchos aspectos, como el audio espacial, o una resolución y rendimiento a la altura que se espera de la Next-Gen, a lo que hay que sumar la posibilidad de ofrecer juego cruzado.

Elementos que no tendrían sentido si no son acompañados por el empeño en regar de belleza y detalles cada escenario que deberemos explorar y a bestia a la que deberemos cazar, pero lo verdaderamente asombroso es cómo se ensambla el conjunto ofreciendo una belleza realmente cautivadora cuando vamos de expedición, para posteriormente embestirnos al desatar toda la fuerza de la naturaleza a través de los brutales kemonos. Un doble acierto total.

Combates apoteósicos, paisajes de postal y una nueva manera de luchar: el Karakuri

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Si bien, el ritmo y la dinámica de los combates de Wild Hearts es su máxima baza, y los paisajes que se nos ponen por delante son perfectos para perdernos en ellos, hay un nuevo elemento que sirve de engranaje central y le da un carácter propio a todo el conjunto: el sistema Karakuri. En esencia, una manera de crear mecanismos, trampas, rampas o resortes de la nada y de manera automática. Y lo mejor es que son tan divertidos como letales.

La manera de usar los Karakuri no tiene mucho misterio: pulsamos un botón y se nos despliegan opciones de construcción desplegables que podemos mejorar, combinar o sencillamente superpone. Similar a Fortnite, pero no exactamente igual.

Por ejemplo, podemos hacer una torre de cajas varias para  saltar desde ellas y dar un tajo espectacular al kemono que deseamos abatir. Pero lo interesante es que, además, podemos repartir resortes por el suelo para aquellos que son más revoltosos y tener un impulso adicional para escapar o acercarnos según nos convenga. De modo que a la hora de iniciar una batalla no solo establecemos una estrategia inicial, sino que la vamos construyendo sobre la marcha.

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La manera de obtener nuevos, Karakuri, lógicamente es también parte del progreso del juego y parte de la recompensa de cada partida: según vayamos aceptando misiones cada vez más desafiantes desbloquearemos nuevos tipos de construcción o técnica. Sirviendo tanto a modo de merecida recompensa como para abrir nuevas posibilidades en lo que respecta a la exploración y los combates.

De hecho, en nuestras partidas no solo hemos luchado en zonas abiertas o cuevas espaciosas: hemos tenido que batir a enemigos muy grandes (no gigantescos) en el interior de edificios ruinosos o entre estructuras. Y lo mismo puede jugar a nuestro favor: podremos resguardarnos mientras nos curamos o lanzamos flechas. A sabiendas que un buen golpe de un coloso lo suficientemente enfadado puede derribar estructuras resistentes. Una faena, desde luego, pero también algo muy espectacular.

Sin embargo, lo mejor es que pese a que pueden ser destruidos, las construcciones no desaparecen: su creas un Karakuri a modo de tirolina, tanto para llegar a una zona inalcanzable como para impulsarte de cara a una ofensiva, seguirá estando ahí en la siguiente incursión que hagas. Si creas uno para entrenar cualquiera de las ocho armas disponibles, también. Y, lógicamente, si juegas con otros tres cazadores éstos también podrán usarlos en su beneficio.

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A nivel jugable Wild Hearts no solo ofrece un ritmo, unas posibilidades y una dinámica que juegan muy a su favor frente a Monster Hunter, sino que también es mucho más sencillo y accesible para los nuevos jugadores. Los combos son más intuitivos y, al tratarse de un juego completamente nuevo, no hereda los esquemas de control de títulos anteriores sino que aprovecha al máximo los mandos para que se sientan más cómodos y alineados con otros RPGs de acción.

Y pese a que no veremos a los camaradas gatunos, tendremos un divertido ser redondo de madera viviente que podremos personalizar y mejorar para que nos ayude en combate y distraiga a la bestia. Toda ayuda es poca, sobre todo si partimos solos.

De hecho, pese a que la región de Azuma de Wild Hearts y el universo de Monster Hunter Rise se inspiran en el Japón feudal, su temática y movilidad son muy diferentes. Si bien, el juego de Capcom apuesta por enormes armas de impacto y una movilidad acrobática al estilo ninja, el juego de Omega Force recuerda mucho más la senda del samurai, con un sistema de control y un manejo que evoca la epicidad de una manera diferente e igualmente satisfactoria.

La importancia de forja buenas armas. La diversión de cazar en compañía

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A partir de aquí, el esquema del juego no se separa demasiado de la fórmula de éxito de Capcom: superado lo esencial, y tras tres o cuatro cacerías que nos harán calentar motores durante las primeras horas, llegaremos ciudad de Minato que servirá de base de operaciones. El lugar dónde recibiremos misiones, intercambiaremos recursos y forjaremos nuestras armas.

El sistema de multijugador, por cierto, es un tirón de orejas a Monster Hunter -en concreto, en Nintendo Switch- y sabe beber de otros action ARPGs de éxito. De partida, Wild Hearts ofrece juego cruzado entre Xbox, PS5 y PC y dispone de diferentes maneras de promover el cooperativo, incluyendo el siempre recurrente sistema de invocación por hogueras (para que andarse con sutilezas a estas alturas), una puerta de cazador que en esencia son portales para colarnos en otra partida y, finalmente se nos da la posibilidad de solicitar ayuda en batalla.

Eso sí, el sistema de chat hereda del juego de Capcom las frases que se traducen a cualquier idioma, las pegatinas y los gestos a los que se accede desde menús radiales al jugar desde mando. Los cazadores veteranos de Monster Hunter acostumbrados a éstos se sentirán cómodos.

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Si bien, la aldea Minato será el lugar en el que realizaremos las mejoras, los materiales los obtendremos a base de cazar y rastrear criaturas. De hecho, algo muy interesante es que podremos tumbar pequeños o grandes kemonos pero, quitando los gigantes que forman parte de la trama, se nos dará la opción de rematarlos o no. Siguiendo, en ambos casos, un ritual en el que nos despedimos de la bestia y en el caso de los más poderosos, concluyendo con un potente Finisher.

De partida, Wild Hearts cuenta con ocho armas completamente personalizables con sus propios árboles de mejora. A saber: una katana, un nodachi (espadón grueso), un arco, un enorme martillo, una hoja wagasa (un paraguas con puntas afiladas), un pesado cañón de mano, unas garras y un bastón Karakuri con cinco tipos de usos diferentes.

En este juego empezaremos con los cuatro primeros y el resto irán llegando después. Sin embargo, desbloquear todas las variantes de cada arma es un desafío todavía mayor que enfrentarse a todos los colosos de manera simultánea.

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Como comentamos, la obtención de mejoras es lo que determina el ritmo de nuestros propios progresos. Los que hagamos con nuestras armas y armaduras, así como los adornos que les vayamos incrustando. Aunque, como comentamos, a las mejoras y a nuestra cada vez mayor destreza hay que añadirle una capa superior y todavía más interesante que son los usos le daremos a los Karakuri. Siendo, a todos los efectos, lo que define y establece nuestro estilo, nuestra estrategia y, por extensión, lo que progresivamente desmarca la experiencia de juego de Wild Hearts de otros juegos de cacería épica.

Derivando el conjunto en unas impresiones iniciales especialmente positivas. ¿Lo suficiente como para desbancar a Capcom en su propio terreno? Lo mejor es que eso lo decidirán los propios jugadores, y tanto Tecmo Koei como EA tienen un plan para mantener la emoción candente durante meses con su propia hoja de ruta.

Wild Hearts, la nueva definición de Cacería épica según Omega Force

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Wild Hearts es mastodóntico en todos y cada uno de sus aspectos. Al punto que somos plenamente conscientes de que, incluso tras decenas de horas de juego, todavía es temprano para ofrecerte nuestra valoración final. Eso sí, tenemos muy claro lo esencial: el juego de Omega Force se ha propuesto no quedar eclipsado por la llegada de Monster Hunter a PC y consolas de nueva generación. Y serán las diferencias con éste y no tanto las similitudes las que decidirán su calado.

Su músculo visual y las imponentes batallas contra kemonos de tamaño colosal hacen que el viento sople a su favor, su ambientación profundamente inspirada en el Japón feudal suma puntos adicionales como ya pasó con Monster Hunter Rising, pero su replantación de la dinámica de juego con elementos construibles sobre la marcha y un sistema de acciones más cómodo y versátil lo postula como una alternativa real.

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Y que desde hoy mismo se habilite una prueba de juego a través de EA Play (incluido en Game Pass Ultimate) abre las puertas a que se saquen conclusiones propias y queden lo suficientemente claras las diferencias.

Porque, siendo sinceros, como juego de cacería épica, cuenta con mucho más que el rebufo de la saga de Capcom: aporta buenas ideas a la fórmula y, además, nace con la intención de convencer a nuevos jugadores y apasionados por la idea de enfrentarse, solos o junto a otros dos cazadores, a bestias tan salvajes como alucinantes. A veces siendo desafiante y otras frustrante. En ambos casos, recompensando tanto la iniciativa como la técnica y añadiendo de manera proactiva algo único y original: que el jugador sea creativo en circunstancias extremas. Aunque sea a base de ensayo y error.

En cualquier caso, la hora de la verdad asoma: el lanzamiento de Wild Hearts está programado para el 17 de febrero de 2023 en Xbox Series X, PS5 y PC. Quizás llegue un poco tarde para ser la primera sorpresa del año, pero mientras más juego más lo tengo claro: Omega Force define cómo debe ser el futuro de los juegos de cacería épica, y lo que aporta convence.

  • Plataformas: PS5, Xbox Series X / S y  PC
  • Multijugador: Sí (tres jugadores online con juego cruzado)
  • Desarrollador: Omega Force
  • Compañía: Tecmo Koei / EA
  • Lanzamiento: 17 de febrero de 2023
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