Tras mi primera toma de contacto en Baldur's Gate 3 y junto a las rocambolescas historias que he podido conocer acerca del RPG de fantasía, ya tenía claro que la aventura no me iba a dejar indiferente. Las ramificaciones de la trama y la enorme cantidad de posibilidades que están a mi alcance conduce a situaciones absolutamente hilarantes que ya he comenzado a descubrir en mi paso por los Reinos Olvidados.
Tras haberle dado una advertencia terrorífica a Glimblebock a la salida de la cripta, consigo encontrar una trampilla adyacente a las ruinas y mi espíritu explorador me lleva a investigarla. En su interior hay un nuevo mausoleo del que no puedo descifrar ni una sola palabra tallada porque mi inteligencia es similar a la de un gusano de los Azotamentes, pero decido expoliar sin rubor una tumba. La metedura de pata llega en el momento en el que abró la puerta de piedra y, por algún motivo que desconozco, los muertos reviven.
Y no lo hacen celebrando que, a pesar de ser esqueletos, vuelven al terreno de los vivos, sino con la actitud del que le despiertas de una buena siesta. Tras ajusticiarlos debidamente me topo con Mustio, un ¿zombi? muy disecado que se dirige hacia mí con una solemnidad inaudita y me asegura que nos volveremos a ver. Lo cierto es que no tardo demasiado en descubrirlo en mi campamento y me revela que su cometido es el de permitirme resucitar a los compañeros caídos. Una ayuda que agradezco, pero de la que espero no tener que recurrir demasiado.
Que Mustio esté rondando mis aposentos no me parece demasiado de fiar, pero todavía más raro es reclutar a Gale. ¿Cómo se supone que he de actuar ante una mano saliendo de un portal dimensional en una pared? Por algún motivo decido fiarme y se une a mi un mago, el cual llevaba buscando desde hace un tiempo, aunque este tipo es una auténtica caja de sorpresas como descubriré más tarde. Poco después me llevo a Lae'zel conmigo y me veo en la obligación de mandar a dormir a Astarion, pues lo de tener a dos pícaros en el grupo y robarme protagonismo no me parece bien.
Poco después, caminando por el bosque, me topo con una situación bastante desesperada. Un grupo de personas intenta entrar en lo que parece un fuerte gritando que los goblins están a punto de darles caza, pero el tiefling que se encuentra encima de la puerta tiene dudas sobre qué hacer. Decide abrir finalmente, aunque no puede evitar que todo se vaya al garete cuando un escuadrón de horrendos goblins aparecen para abrir todas las tripas posibles. Me uno a la batalla y consigo mandar al infierno a todos esos seres del averno, por lo que entro en una suerte de refugio amurallado.
Allí consigo entablar conversación con Zavlor, el tiefling que me indica que estoy en una arboleda de druidas dedicada al Padre Roble, Silvanus. Al parecer los matasanos hippies tienen miedo de que los goblins arrasen con todo, culpan a los tieflings que están de paso y les van a echar del lugar en cuanto terminen el ritual mágico para impedir la entrada. Unos desgraciados, si me preguntan, pero yo no pretendo ser de una calaña mucho mejor, por lo que prosigo en mi objetivo de encontrar a alguien que nos quite el gusano del cerebro. Halsin es el druida indicado, pero resulta que se perdió en la expedición comandada por Aradin que atrajo a los enemigos hasta la arboleda.
Dado que los tieflings son básicamente refugiados de guerra por culpa de un conflicto conocido como la Caída, sus recursos son escasos. Es por ello que les exijo un buen pago por mis servicios si consigo convencer a Kagha, la líder de los druidas, de que no cierre toda la zona. ¿Me siento mal por aprovecharme de los necesitados? Quizás, pero no puedo dejarme llevar continuamente por mis sentimientos cuando hay tanto en juego. Es en este punto cuando calculo mis opciones y trazo un plan perfecto en mi cabeza.
Si me aproximo al campamento goblin y rescato lo que quede Halsin, Kagha debería ser extremadamente benévola conmigo, por lo que no le quedaría más remedio que besarme los pies. Con esa idea en mente me cuelo por un pasadizo para salir por la parte de atrás de la arboleda y me topo con otra escaramuza protagonizada por goblins. En mitad de la lucha Gale muere por culpa de una estatua y, para cuando el combate ha llegado a su fin, me encuentro con una escena rocambolesca.
Una proyección mágica de Gale aparece ante mí para advertirme que, si no le resucito en el plazo de dos días, mucha gente va a morir. Además, no me puede revelar los motivos que desembocarían en semejante catástrofe y me comienza a dar una serie de instrucciones precisas sobre cómo usar un objeto que porta el cádaver. Tengo los ojos como platos y no paro de frotármelos, porque no me esperaba semejante chaladura de la que, por supuesto, necesito saber más. Eso sí, tampoco podía prever que Astarion intentaría chuparme la sangre mientras dormía.
Mirad, yo podría confiar en este tipo de no ser porque es más remilgado que la hora del té en la Inglaterra victoriana. Parece que todo lo que me cuenta va con segundas, si no es una mentira directamente, pero decido que permanezca a nuestro lado. La verdad, si ha sido víctima del esclavismo no estaría bien echarlo fuera, aunque está muy fuera de lugar pedir mi propia sangre para abastecer a sus instintos vampíricos.
Tras reponerme de las sorpresas de mis compañeros de equipo salgo fuera y me dirigo hacia el último lugar en el que se vio a Halsin, pero yo ya no puedo más. Un calvorota y una mujer con muy malas pulgas aparecen en mitad del camino junto a Edowin, un hombre que está en las últimas. Sus últimas palabras consisten en revelar que soy un Alma Leal, lo cual me convierte en el Elegido de la Absoluta. No tengo ni repajolera idea de a lo que se refieren, pero automáticamente se convierten en unos dóciles seguidores de mi persona. El problema es que me indican que están buscando a los supervivientes de una nave que se ha estrellado y no tengo mejor idea que decirles que somos nosotros.
Andrick y Brynna, los cuales tuve el placer de conocer durante un minuto y medio, mueren a manos de mi equipo junto con la satisfacción de Lae'zel por lo ocurrido. Por lo tanto, a partir de ahora podré presentarme como el mesías de una secta y abrirme unas puertas de las que no estoy seguro si quiero saber qué hay al otro lado. Mientras espero a que ese momento llegue, hay un campamento arrasado muy cerca en el que oigo ruidos...
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