La semana pasada conté mis aventuras como pirata en Minecraft. Unas horas después de publicarse el experiencial, un amigo me escribió para decirme que era hora de relatar una gesta épica, que estaba cansado de leer historias "amigables" y "libres de peligros reales". Me lo tomé como una ofensa y le dije que me propusiera un reto para esta semana.
"Mata al Ender dragon", me dijo. "Yo te ayudo a llegar hasta él, pero luego tienes que matarlo solo". No contento con ello, me puso una condición: "Solo tienes un intento y ese es el que tienes que contar la semana que viene". Mi amigo es pura maldad. Todo sea por el espectáculo de estos experienciales.
Mi épica lucha contra el Ender dragon me ha quitado años de vida
Lo primero que hice al aceptar este reto es una lista con todo lo necesario para llegar hasta la dimensión de End. Cuando ya tuve claro todo lo que necesitaba, eché un vistazo a varios vídeos para memorizar todo el proceso de llegar al End y enfrentar al Ender dragon. Además, revisé la guía que hice en VidaExtra sobre cómo vencerlo. La teoría estaba clara, así que me puse manos a la obra.
Llegar al End resultó ser un camino mucho más complicado de lo que imaginaba y admito que no hubiese llegado sin la ayuda de mi amigo. "Lo más complicado es llegar, luego lo vences fácil", me decía para tranquilizarme. Mentira, porque los creadores de contenido que había visto no estaban precisamente relajados durante la lucha contra el Ender dragon.
Nos llevó un par de sesiones de bastantes horas preparar el Portal del End. No te voy a engañar: mi amigo echó más horas que yo en los preparativos, porque las guías en VidaExtra no se hacen solas. ¡Hay que trabajar para ganarse el pan! Además, el martes me dio una migraña fortísima que me dejó fuera de combate durante todo el día.
El miércoles ya lo teníamos todo preparado para mi incursión en la dimensión de End: comida, armadura encantada, espada, herramientas, arco encantado, escudo, cubos de agua para frenar caídas... ¿Por qué esperar al jueves? Así que el miércoles noche me enfrenté al Ender dragon.
Soy el auténtico Dovahkiin, esta lagartija voladora morada no tiene nada que hacer contra mí
No me costó demasiado orientarme en el End para encontrar al Ender dragon. Ahí estaba, posado sobre el gran pilar y rodeado de un círculo de pilares. Entonces me puse a repasar mentalmente todos los pasos que debía dar para matarlo al puro estilo Sherlock Holmes (Robert Downey Jr.):
- Primer paso: eliminar los cubos que hay sobre los pilares. Evitar que recupere vida.
- Evitar sus ataques a distancia. Usar los cubos de agua para bajar rápido de los pilares.
- Evitar a los Endermands. Siempre en movimiento.
- Disparar flechas. Calcular la caída y corregir el tiro para acertar mientras vuela.
- Usar la espada cuando ataque en tierra. Seguir en movimiento hasta matarlo.
- ¿Diagnóstico? Ender dragón muerto. Cero probabilidad de recuperación.
El plan era perfecto. La ejecución se resume rápido: yo histérico corriendo de un lado a otro, pegando voces a las tantas de la noche, mientras mi amigo se reía a carcajadas. "¡Voy a morir!, ¡Voy a morir!", gritaba cada vez que me tiraba de un pilar. Lo único que me faltaba era la canción de Benny Hill de fondo.
Nunca una pelea tan épica fue tan ridícula.
Logré acabar con los cubos de los pilares de puro milagro, así que el Ender dragon ya no podía recuperar vida. Fue el único momento de serenidad entre golpes de histeria y risas.
La vida de ambos iba disminuyendo a medida que avanzaba el combate: mis flechas y espada disminuían la suya y sus ataques hacían que mis corazones bajasen. Las curas se me acabaron a falta de un dedo de vida del Ender dragon.
La pelea fue digna de cualquier jefe de Elden Ring: un par de toques del Ender dragon y un toque yo. Ya no gritaba ni reía. No recordaba estar tan nervioso jugando a un videojuego desde mis tiempos en Rainbow Six Siege. ¡Realmente podía matarlo a la primera!
En los últimos segundos de la pelea, el Ender dragon se posó en el pilar central y comencé a pegarle con la espada. Le quedaban pocos toques y... morí. Sencillamente exploté. Imagino que hizo algún ataque y no vi la animación. Estaba tan cegado por el ansia que ni siquiera saqué el escudo.
Recuerdo perfectamente que segundos después de morir se me nubló la vista del enfado. El esfuerzo por no gritar de rabia fue hercúleo... y no ayudaba que mi amigo se estuviese descojonando. Había perdido años de vida intentando matar al Ender dragon para morir a pocos toques.
No voy a reproducir aquí todo el veneno tóxico que pronuncié los siguientes minutos. Mi odio hacia Minecraft era tan intenso que Anakin Skywalker en el Episodio III: La Venganza de los Sith se queda en hermanita de la caridad. Me hizo falta un ColaCao fresquito y un rato de conversación con mi amigo para tranquilizarme.
"Bueno, al menos te ha quedado una experiencia épica", me dijo mi amigo. "Tienes material de sobra para el artículo", continuó en un intento de consolarme. Después de varios insultos amistosos, lo único que pude decirle fue "Y lo que nos hemos reído, ¿qué?" Pues eso... Volveré y morirás, Ender dragon. Te odio, Minecraft.
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