Cuando me puse a hablar de Skull & Bones y empecé a desenterrar memorias de mi infancia y adolescencia fascinado por el mundillo de los piratas, hubo un recuerdo que volvió a mi mente con la potencia de un galeón.
El nombre de un desconocido pirata que se convirtió en la excusa perfecta para montar una de las maniobras de marketing más locas que nos ha dado la industria del videojuego en España: cuando Ubisoft exhumó los restos de un pirata español para promocionar Assassin’s Creed IV: Black Flag.
Un juego de piratas anglosajones
Estamos en 2013, la nueva entrega del Assassin’s Creed de Ubisoft está a la vuelta de la esquina y, como no podía ser de otra forma, los creadores del juego han cimentado la trama entre héroes y villanos de habla inglesa pese a que la rama latina de los asaltos en alta mar era igual o más importante.
Pese a que son conscientes de que sus recabaciones no llegarían de forma alguna al juego, desde Ubisoft España se ponen a investigar sobre posibles acciones que podrían realizar para traer Black Flag a nuestras tierras con algo más que las típicas acciones promocionales. Y rebuscando entre la información disponible, dan con un nombre que les deja sorprendidos: Amaro Pargo.
Tal y como ocurre en la historia del juego, el que fuese pirata primero y luego corsario bajo el amparo de Felipe V, es uno de esos nombres que han quedado a la sombra del relato anglosajón pese a codearse en fama, fortuna y terror con otros famosos piratas como Barbanegra o Sir Francis Drake (sí, el de Uncharted).
Si nadie conocía su nombre pese a ser uno de los piratas más famosos de la época, recuperar la historia de Pargo y hablarle al mundo de su leyenda parecía la excusa perfecta para promocionar el juego con algo más que acciones comerciales. Ubisoft estaba dispuesta a colocar al mítico pirata tinerfeño en el sitio que le correspondía.
La historia de Amaro Pargo
Nacido en 1678, Amaro Pargo fue más comerciante que pirata, pero sus buenas dotes como estratega y valor como capitán en la Carrera de Indias pronto le colocan en una posición destacada entre los hombres del rey.
Aunque no se han encontrado documentos que certifiquen que recibió la patente de corso, el documento que otorgaba la autoridad necesaria para atacar barcos y poblaciones enemigas a navíos no militares, sí se sabe que actuó como corsario apresando buques enemigos y sus cargas.
Devoto y arraigado a su tierra, la gran fortuna que cosechó con el comercio y la venta de buques robados la dedicó a mejorar las condiciones de Tenerife mediante explotaciones agrícolas, viviendas para los más necesitados y donaciones religiosas para la educación y manutención de los niños más desfavorecidos.
De su humilde pero valiente realidad se pasó a la leyenda que provocaron quienes aprovecharon su fama para contar historias y, de ahí, a ser considerado uno de los personajes más emblemáticos de la cultura canaria.
La exhumación de Amaro Pargo
En noviembre de 2013, apenas unas semanas después del lanzamiento del juego, un equipo de arqueólogos y forenses de la Universidad Autónoma de Madrid llegan a San Cristóbal de la Laguna con una misión: exhumar los restos de Amaro Pargo, realizar pruebas de ADN y averiguar todo lo posible sobre su historia.
Apadrinados por Ubisoft, los expertos abren la tumba de Pargo y encuentran en su interior no sólo los restos del pirata, también familiares cercanos, su sirviente y varios cuerpos de recién nacidos sin parentesco que probablemente colocaron allí bajo la creencia de que los cristianos bautizados enterrados en el mismo sepulcro podrían salvarlos del limbo guiándolos hasta el cielo.
Convirtiéndose en una suerte de Robin Hood para su comunidad en Tenerife, la historia de Amaro Pargo y la leyenda del botín que enterró en la isla sigue siendo más conocida allí que en el resto del mundo -razón por la que los restos de la que fue su casa han sido saqueados hasta dejarla en ruinas-, pero al menos esta acción permitió que su nombre llegase un poco más lejos.
Probablemente seguiremos escuchando mucho más el nombre de Barbanegra que el de Amaro Pargo, pero seguro que la próxima vez que se hable de corsarios y bucaneros recordarás con cariño al tinerfeño que consiguió plantarle cara al más mítico de los piratas.
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