El pasado 22 de diciembre, Kingdom Hearts II cumplió quince años. La comunidad de la franquicia celebró la efeméride con alegría, compartiendo algunos de los mejores momentos que les ha regalado el título en particular y la saga en general.
No es para menos. Toda una generación de jugadores quedó marcada por las aventuras de Sora, Donald y Goofy recorriendo los mundos de Disney para liberarlos de la amenaza de la oscuridad. Formo parte de ese grupo, pero hace años que he abandonado su camino.
Una huella imborrable
Cuando KHII llegó a mis manos era el verano de 2007, rondaba los 13 años y mi ilusión por conocer qué nos había regalado Square Enix era total. Gráficos mejorados, mecánicas espectaculares y un brutal doblaje al castellano. El plato estaba servido y tenía la mejor de las pintas.
Así fue. La segunda entrega me marcó de una forma únicamente comparable con la obra original de 2002 y ha logrado moldear, aunque sea un poco, mi visión de todo lo que me rodea.
Como muchos otros jugadores en aquel momento, KHII me pilló en la época perfecta teniendo en cuenta sus intenciones. ¿Qué mejor momento para apelar al poder de la amistad, los valores como la bondad o la camaradería, que cuando te estás forjando como persona? Cuando algunas de las personas que te rodean te acompañarán durante años como buenos amigos.
La franquicia siempre ha tenido los ingredientes ideales para dejarte sumergir por su marea de sentimientos. Dearly Beloved, Lazy Afternoons, Sora llorando al encontrar a Riku, el regreso a Las Islas del Destino...son unos pocos de los numerosos momentos que marcaron mi adolescencia.
Así que la espera por una tercera entrega comenzaba. En aquel tiempo disfrutamos de dos fantásticos spin-offs como fueron Kingdom Hearts: Birth by Sleep o Kingdom Hearts 358/2 Days. Los dos títulos no alimentaban sino el hambre de la comunidad por saber más, conocer el final de la historia que inició Xehanort.
No sé cuánto tiempo he perdido en páginas como KHWorld, donde llegué a hacerme una cuenta en sus foros para compartir mi pasión. Donde revisaba con impaciencia el contador de tiempo para conocer novedades en el próximo evento de videojuegos.
Montajes en YouTube, mods de usuarios utilizando a Roxas contra cinco Sephiroth, leyendo el manga de Chain of Memories y suplicando por la llegada de las versiones Final Mix a Occidente.
Tuve que alimentar la llama por mi cuenta. Square Enix se centraba en otros proyectos y Kingdom Hearts quedaba en segundo plano. La tercera entrega se hacía de rogar.
Crecí. El tiempo pasó para todos, excepto para la saga. Mis gustos variaron, se fueron, volvieron y parecían iguales, pero no los mismos. Viví todo tipo se situaciones y experiencias que ampliaron mi perspectiva del mundo.
La ilusión seguía ahí
Sí, nunca le perdí el cariño a Kingdom Hearts. No ha pasado ni pasará jamás. Sin embargo, cada vez estaba menos pendiente de lo que se cocía alrededor de la obra de Tetsuya Nomura.
Entre el anuncio en el E3 2013 y la confirmación del lanzamiento para enero de 2019 había pasado mucho tiempo. No lo niego: me compré la edición especial de Kingdom Hearts III e hice un esfuerzo porque volviese mi ilusión. Es la saga de mi vida y su conclusión, más de una década después estaba a la vuelta de la esquina.
No lo conseguí. Comencé el juego, sí, con cierto nerviosismo, pero sabía que no estaba sintiendo exactamente lo que podría haber sentido hacía 10 años. Todo esto se derrumbó con la cinemática inicial. Las chispas que reposaban, durmientes, despertaron con los acordes ideados por la fantástica Yoko Shimomura.
20 horas después, Kingdom Hearts III no fue lo que esperaba. Ni siquiera me ha reencontrado con su historia y universo. El desapego es prácticamente el mismo que hace cinco años, por ejemplo. Recientemente analicé Kingdom Hearts: Melody of Memory, una obra que es un enorme tributo a la banda sonora de una vida.
Las emociones volvieron a fluir. Mis mejores recuerdos salieron a flote y disfruté de un juego de Kingdom Hearts como hacía años que no sucedía. Porque de todo lo que no ha cambiado de Kingdom Hearts y agradezco que no lo haya hecho, es su banda sonora.
Es mi principal vehículo de transporte hacia la nostalgia. No lo son los productos de merchandising que pueda tener en mi casa o los nuevos anuncios que realice Nomura. Si por algo seguiré atento el devenir de la saga, es por lo que me hizo sentir con 8 y 13 años.
Es una herramienta poderosísima la nostalgia. Por nostalgia llegó el remake de Final Fantasy VII. Por nostalgia volvimos a saltar con Crash Bandicoot N.Sane Trilogy. Y por nostalgia pensaré que en el 20 aniversario, en apenas un año, un remake de Kingdom Hearts pueda ser real.
Todavía me pongo la banda sonora de Kingdom Hearts II mientras escribo, juego a videojuegos o simplemente por placer. Es mi forma de recordar aquello que me conmovió hace tiempo y al que le estoy tan agradecido.
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