Final Fantasy: La fuerza interior, o por qué la saga de Squaresoft no iguala la grandeza que tuvo en los 90

Final Fantasy: La fuerza interior, o por qué la saga de Squaresoft no iguala la grandeza que tuvo en los 90

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Final Fantasy The Spirits Within

¿Cuales son los denominadores comunes de cualquier Final Fantasy? ¿Qué es lo que diferencia cada videojuego principal y spin-off de cualquier otro JRPG? ¿Qué es lo que lo ha convertido en una saga de culto?

Existen elementos recurrentes, como el modo en el que, como jugador, nos unimos de un modo u otro a un grupo de valientes héroes para impedir un inminente holocausto, la destrucción de la humanidad o una amenaza de similar magnitud. El ciclo de descubrir un nuevo mundo creado a la medida de una siniestra trama argumental y, finalmente, ser capaces de combatir por su destino.

Cada Final Fantasy es un nuevo viaje en el que descubriremos de diferentes formas la tragedia, el compañerismo, la pérdida, la superación y, finalmente, a nosotros mismos. Y Final Fantasy: La fuerza interior, el ambicioso largometraje estrenado 2001, tiene casi todos esos elementos. Es más, van apareciendo en pantalla siguiendo una estructura similar a la de un videojuego.

Sin embargo, las sensaciones que  transmite La fuerza interior acaban siendo muy diferentes a las de la propia saga de juegos de Squaresoft. Lo cual nos lleva a pensar que, además de lo anterior, debe de haber algo más. Algo que asociemos a Final Fantasy y que parece haberse perdido tras el cambio de milenio, incluso en las entregas más recientes.

Con todo, el caso de Final Fantasy: La fuerza interior es realmente excepcional. A diferencia de las muy libres adaptaciones de Super Mario Bros. o Street Fighter estrenadas a lo largo de la década de los 90, el proyecto cinematográfico fue desarrollado de manera íntegra por la propia Squaresoft. 

De hecho, y como veremos más abajo, fue el primer paso hacia un proyecto mayor y más ambicioso liderado por su protagonista y que, tras su pobre rendimiento en taquilla, no solo acabaría evaporándose: pondría contra las cuerdas la economía de la propia Squaresoft.

No se puede decir que La fuerza interior cayese en las manos equivocadas. Precisamente,  su director y guionista fue el mismísimo Hironobu Sakaguchi, creador de la saga de videojuegos. Y el despliegue económico de Square fue monumental. A lo que hay que sumar el hecho de que el mundo entero se encontraba expectante por ver un largometraje de Final Fantasy creado íntegramente por animación digital.

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De hecho, la creación de un largometraje animado era una idea que venía de atrás. Y el éxito mundial de Final Fantasy VII fue uno de los detonantes. Por ponerlo en perspectiva, tras una prolífica alianza con Nintendo, Squaresoft encontró muchos motivos para llevar su saga estrella a PlayStation. Entre ellos, había dos esenciales:

  • La capacidad de almacenamiento digital de los discos de la consola les permitiría integrar escenas y cinemáticas digitales que reforzarían el carácter narrativo de la experiencia de un modo sin precedentes. Calando todavía más entre los jugadores y a la vez asombrándolos como pocas experiencias de consola.
  • Por otro, el modelo de distribución les permitirían impulsar la saga a nivel mundial, agilizando la localización del juego y permitiendo su entrada en mercados inexplorados en los que la marca Final Fantasy era una completa desconocida. Entre ellos, el territorio Europeo.

Final Fantasy VII fue el embajador definitivo de los JRPGs en occidente, y aquello fue solo el principio: Final Fantasy VIII y Final fantasy IX reforzaron todavía más la fórmula de Squaresoft y la identidad de la saga hasta elevarla a nivel mundial al estatus de saga de culto que siempre tuvo en Japón. Combinando historias épicas y poderosas con personajes complejos con los que era fácil empatizar.

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Y si bien las mecánicas de juego de los Final Fantasy de los 90 eran una comedida -pero muy bien planteada -evolución de los combates por turnos propios de los JRPGs, los clásicos de la primera PlayStation eran transgresores gracias a sus gloriosas cinemáticas. Obras audiovisuales capaces de aflorar poderosas emociones. Y Squaresoft era plenamente consciente de ello.

De hecho, casi se podría decir que formaba de un plan que comenzó a tomar forma el año en el que Cloud llegó a la consola de Sony: en 1997 Squaresoft fundó y estableció en Hawaii Square Pictures, una división dedicada a grandes rasgos a la creación de producciones animadas digitales que serían usadas en sus juegos, pero también a obras creadas para otros medios, incluyendo largometrajes de animación fotorrealista e incluso ambiciosos cortometrajes.

La visión de Squaresoft era posicionarse de manera privilegiada entre dos mundos que tendían y tienden a converger: los videojuegos y la animación digital. Y no solo tenían todo lo necesario para lograrlo, era el momento perfecto para lanzarse.

En 1998 hicieron oficial que junto a Sony y su división Columbia Pictures producirían un largometraje animado basado en  Final Fantasy que, pese a usar imágenes generadas por ordenador, ofrecería unos acabados fotorrealistas de vanguardia.

Square quiso posicionarse de manera privilegiada entre los videojuegos y la animación digital. Y tenía lo necesario para lograrlo

De hecho, Square no solo quería confundir al espectador sobre si lo que estaba viendo era real, sino que sus planes iban más allá de la producción: Final Fantasy: La fuerza interior presentaría al mundo a la primera actriz generada por ordenador, la cual aparecería en múltiples películas, campañas publicitarias y otras creaciones como las actrices de carne y hueso.

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Quizás hoy nos hayamos acostumbrado a que haya cantantes y formaciones musicales virtuales. Incluso grandes estrellas del cine que aparecen en películas sin haber pisado el estudio, pero para la época fue un golpe en la mesa tan fuerte que incluso resonó en Hollywood. 

Y no solo eso, en Squaresoft tenían la ambición, los recursos y el talento. Y también la experiencia a la hora de crear grandes historias en medios digitales. Entonces, ¿qué salió mal?

Final Fantasy: La fuerza interior, una epopeya que posiblemente haya funcionado mejor en otro medio

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Ambientada en el año 2065, en una retorcida y oscura visión de nuestro planeta Tierra, Final Fantasy: La fuerza interior es la historia de Aki Ross, una científica determinada a encontrar una nueva esperanza para la humanidad y, a la vez, una respuesta a la constante amenaza de los fantasmas, unas entidades etéreas que azotan a la humanidad, dejando muerte y desolación a su paso.

El misterio en torno al origen de los fantasmas se remonta a la caída del meteorito Leonida, emergiendo desde el cráter provocado y, a su vez, haciendo que la sociedad tal y como la conocemos se desmoronarse. 

Pese a los enormes avances científicos y tecnológicos, los fantasmas brotados del asteroide no tardaron en acorralar lo que queda de la vida del planeta en reducidos núcleos habitables creados por los supervivientes. La humanidad está contra las cuerdas y es cuestión de tiempo que la situación se haga todavía más insostenible.

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La amenaza de los fantasmas es proporcional al desconocimiento que hay sobre ellos: al atravesar cualquier forma de vida separan el espíritu del cuerpo e incluso un leve contacto supone una infección letal. ¿Qué origina este suceso? Por lo pronto, las fuerzas armadas de la humanidad han agotado sus recursos sin obtener avances.

Una solución propuesta por el General Hein, la máxima autoridad militar, consiste en usar un terrible arma capaz de destruir la propia Tierra, Sin embargo, una teoría elaborada por Aki Ross y el Doctor Sid podría dar un giro a la situación: tras una serie de experimentos, Ross está reuniendo diferentes espíritus repartidos a lo largo del mundo con la esperanza de que estos sean la clave para comprender a los fantasmas. Y, a la vez, salvar a la humanidad.

Una esperanza impulsada por la ciencia y una serie de corazonadas muy concretas: Aki Ross tiene un sueño recurrente en el que se encuentra justo en mitad de dos facciones de retorcidos seres extraterrestres que colisionan en una feroz batalla, revolviéndose todo en una colosal explosión que arrasa con todo. ¿Qué relación existe entre el sueño de Ross y la pesadilla que azota el planeta Tierra?

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La historia de Final Fantasy: La fuerza interior comienza con Aki Ross buscando uno de los ocho espíritus que necesita para su causa, encontrando la ayuda y el respaldo de Gray Edwards y el escuadrón de élite conocido como la Mirada Profunda. Ross y Edwards deberán intentar adelantarse a los planes de Hein, comprender la naturaleza de los fantasmas, la verdad sobre el meteorito y, finalmente, salvar la Tierra.

Sin entrar en spoilers, uno de los mayores problemas de La fuerza interior es que su manera de recrearse en lo visual sin preocuparse de hacer atractivos elementos esenciales para entender qué es lo que esta pasando. Lo cual condiciona y, finalmente, se acaba imponiendo al conjunto. Entorpeciendo la inmersión del espectador en la película hasta diluir su contexto argumental.

Pese a sus defectos, La fuerza interior, fue excepcional y trasgresora en su día

Por otro lado, donde de verdad brilla y a la vez fracasa Final Fantasy es en el modo de adelantarse a su propio tempo: La fuerza interior, como película de animación digital, fue excepcional en su día. De hecho, Aki luce de maravilla en fotografías estáticas, hay un trabajo colosal a la hora de conseguir que los 60.000 cabellos del personaje luzcan reales y hasta las texturas de su piel son inmejorables. 

Pero el problema de fondo es otro: reflejar emociones era un desafío para la tecnología de hace más de dos décadas y, claro, eso acaba pasando factura.

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En los juegos de Final Fantasy de la época las expresiones o las emociones se presentaban al jugador a través de cuadros de texto en los que se jugaba con su posición, su velocidad e incluso con el tamaño de la letra. Dando un valor especial incluso a los puntos suspensivos. Pero en un largometraje la comunicación se debe plantear de un modo muy diferente.

En conclusión, no lograr transmitir emociones que realmente calen al espectador -o al jugador resta peso- a lo que ocurra en pantalla, pese a que seamos testigos de un verdadero espectáculo de luces y explosiones. Precisamente, cuando las propias emociones son uno de los motores principales de la serie Final Fantasy.

Y que una historia desarrollada al estilo de los videojuegos de JRPG sea condensada menos de dos horas tiene otra repercusión: la mayoría de sus personajes son descaradamente planos (incluso los diseños de los protagonistas coquetean excesivamente con lo genérico) con lo que empatizar con ellos se hace cuesta arriba.

Elementos que sumados amplían la enorme distancia que hay entre La fuerza interior y esa experiencia Final Fantasy vivida tan intensamente en consolas. Y, a la vez, sirven merecen tenerse en cuenta a la hora de explorar la enorme brecha que hay entre los juegos de SNES y PlayStation y las entregas más recientes.

Si bien el filme de Sakaguchi abraza con fuerza la ciencia ficción por encima de cualquier otra referencia o género, su temática se ve agravada por una falta de comunicación (y conexión) con el espectador y un ritmo que unas veces es excesivamente liviano, otras demasiado torpe y en demasiadas ocasiones excesivamente caótico y saturado.

Lo cual no quita que haya escenas especialmente interesantes y motivos para sacar músculo del trabajo con CGI del filme. Y eso nos lleva a una pregunta obligada.

¿Cuánto de Final Fantasy hay en La fuerza interior?

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No se puede decir que Sakaguchi no pusiera su alma y su talento al servicio de su propia película: la inspiración detrás del concepto de los espíritus y cómo éstos están conectados con Gea, así como el nombre de Aki, provienen del vínculo con su madre y varias de sus reflexiones y sentimientos al perderla. 

El genio nipón que conquistó a millones de personas en sobremesas no hizo La fuerza interior como un encargo cualquiera, sino que lo abordó como uno de los proyectos más personales de su prolífica trayectoria con Square.

Como comentamos al principio, varios de los elementos recurrentes de la saga hasta Final Fantasy IX dicen presente: el optimismo ante un panorama desolador, la pérdida, la camaradería, el florecimiento de un romance en tiempos oscuros, la inquebrantable determinación por salvar al mundo de un cruel destino y, finalmente, la redención con uno mismo.

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Como respaldo a lo anterior, Squaresoft tiró la casa por la ventana de cara al proyecto con vistas a dar continuidad a Square Pictures con nuevas producciones y, en un mismo movimiento, convertir a Aki en una estrella de cine al nivel de las celebridades de Hollywood. Entonces, ¿por qué no tuvo su propio videojuego?

Sakaguchi llegó a decir que se descartó una adaptación jugable de La fuerza interior debido al enorme contraste que abría entre lo que ofrecían los sistemas de entonces con la propia película. Lo cual nos deja una duda: ¿la trama y los acontecimientos de Final Fantasy: La fuerza interior hubiesen funcionado mejor en un videojuego?

Definitivamente, hay escenas muy concretas que parecen haberse diseñado para ser jugadas a modo de puzle, momentos que parecen un gameplay de survival horror, otros de shooter e incluso partes que tienden lazos con los juegos de conducción, en de naves o vehículos motorizados. 

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Siendo sinceros, el modo en el que han sido plasmados muchas escenas concretas recuerdan inevitablemente a secuencias del remake de Final Fantasy VII. Momentos que, por cierto, funcionan de maravilla mando en mano. Porque da la impresión de que todos los puntos flacos de Final Fantasy: La fuerza interior, así como los lazos que tiende a la saga de videojuegos, hubiesen quedado mejor plasmados en una consola. 

Final Fantasy: La fuerza interior ganaría puntos si le dedicas más tiempo a los personajes principales y secundarios, si consiguiese que las emociones realmente llegasen al espectador y, finalmente, si lograse que los acontecimientos de esa distopía ideada por Sakaguchi le calasen en lugar de mojarlo a medias.

Curiosamente, Shigeru Miyamoto (creador de Mario Bros.) tuvo muy en cuenta estos problemas cuando sus personajes dieron el salto a la gran pantalla.

Bueno, cuando iniciamos las conversaciones sobre una película de Super Mario Bros, traté de enfatizar el punto de que los juegos de Mario Bros. son divertidos como videojuegos y si íbamos a hacer una película de Mario Bros., esa película debería ser entretenida como una película, y no una traducción del videojuego.
Creo que se esforzaron mucho [con la película de Mario Bros.] y al final fue un proyecto muy divertido en el que pusieron mucho interés. De lo que todavía me arrepiento es de que la película haya intentado acercarse demasiado a los videojuegos. Y en ese sentido, se convirtió en una película que trataba sobre un videojuego, en lugar de ser una película entretenida en sí misma.

Squaresoft dominaba el arte de hacer cinemáticas espectaculares, desde luego. Pero trasladar una historia apasionante a la gran pantalla con las mismas técnicas mostradas en consolas era otra cosa. Y eso se reflejó en la taquilla: Final Fantasy: La fuerza interior fue un fracaso comercial. 

La crítica alabó el logro visual y el fotorrealismo obtenido, pero como película no consiguió convencerla. Y pese a que en consolas tenía una trayectoria meteórica (su estreno en japón vino arropado por el lanzamiento de Final fantasy X en PS2) el público tampoco quedó convencido: se estima que recaudó 85 millones de dólares a nivel mundial frente a una inversión de 137 millones.

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Siendo totalmente justos, aproximadamente 30 de esos millones se invirtieron en publicidad y 45 millones se usaron para crear el propio estudio de animación. Sin embargo, en la industria del cine cubrir los gastos ya es un sonoro fracaso.

En 2002 Square Pictures cerraría sus puertas, Squaresoft se enfrentaría a una bancarrota e incluso se puso en peligro la fusión con Enix, su rival histórica, quien en lugar de encontrar un poderoso aliado se exponía a verse atrapada en la ya peliaguda situación económica que atravesaba el titán del RPG.

El legado de Final Fantasy desde La fuerza interior, o por qué la saga no iguala la grandeza que tuvo en los 90

En el año 2003 se produjo la fusión entre Square y Enix. Un año después, y gracias al apoyo de Microsoft, Sakaguchi comenzaría a desarrollar nuevos juegos a través de su propio estudio: Mistwalker.

Y pese a que siguieron llegando nuevas entregas de Final Fantasy, muchos tenemos asumido que títulos como Lost Odyssey o The Last Story son los verdaderos herederos de la magia de los clásicos Final Fantasy que nos enamoraron.

El legado de la saga Final Fantasy ha tenido sus más y sus menos desde el cambio de milenio, desde un Final Fantasy XII que fue una verdadera sorpresa -pese al gran calado con el que partían las siglas- a un Final Fantasy XIV en clave de MMORPG que se vio obligado a relanzarse como A Realm Reborn tres años después.

Y pese a los colosales esfuerzos de Square Enix por impulsar Final Fantasy XV, la realidad es que la aventura de Noctis y su troupe tropezaron con demasiadas piedras que ya vimos en La fuerza interior. 

Podrá gustarte más o menos, es posible incluso discutir sobre cómo su desarrollo siguió tomando forma con el juego ya en las estanterías, e incluso discutir sobre la transición de mundo abierto a aventura lineal, pero estamos de acuerdo en que, incluso con todos los DLCs lanzados, se quedó a la sombra de los clásicos de SNES y PlayStation. 

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Dicho esto, es indiscutible el peso y la influencia que Final Fantasy la fuerza interior tuvo en otras películas e incluso juegos como Mass Effect o Bioshock. Pero también fue un punto de inflexión de cara a la propia saga que separaría las entregas más recordadas de las más actuales.

¿Es simplemente nostalgia? Más bien se trata de encontrar aquello que tiene Lost Odyssey y le falta a los nuevos Final Fantasy. Y, de paso,  averiguar por qué el regreso de Cloud tiene más peso dentro de la saga que el legado de los últimos veinte años. Y lo más parecido a una respuesta lo encontramos en Final fantasy IX, el favorito de Sakaguchi.

Como La Fuerza Interior, en Final Fantasy IX también se narra una gran historia de amor, guerra y madurez. Sin embargo, la visión de Sakaguchi de cara a su desarrollo era distanciarse de las exitosas séptima y octava entregas de la saga y, a la vez, regresar a las raíces y el tono de las primeras entregas.

Transmitiendo sensaciones que sólo pueden obtenerse a través de un videojuego. No desde el vanguardismo visual o esas cinemáticas que -todo sea dicho- tan bien le sientan a los juegos de Square Enix, sino a través del calado de la aventura y cómo el jugador es trasladado al epicentro de una fantasía. Más concretamente, al estilo de los Final Fantasy que enamoraron a toda una generación.

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