Soy el peor chapuzas y el menos manitas del mundo, pero eso no ha impedido que me enganche a un juego sobre arreglar casas

Soy el peor chapuzas y el menos manitas del mundo, pero eso no ha impedido que me enganche a un juego sobre arreglar casas

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Siempre me ha fascinado la facilidad que tiene mi padre o cualquier hombre de mediana edad de mi entorno para arreglar cualquier desperfecto de casa. “Eso con un poco de masilla lo arreglas” o “ponle un poco de teflón y ya está” son dos típicas frases que en la cabeza de un inútil para el bricolaje como yo, retumban como una piedra cayendo a un pozo.  

Teflón. ¿Qué narices es el teflón? Como es lógico luego te independizas y acabas absorbiendo todas esas cosas con las que tu padre pareció nacer ya metidas en su cerebro. Tiras de familiares manitas, de amigos con más experiencia que tú o, en última instancia, de vídeos de Youtube. Pese a ello son temas que siguen sin llamarme lo más mínimo la atención, pero con las que he convivido estas últimas semanas por culpa de un juego bastante inusual: House Flipper

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Un chapuzas en casa (virtual)

Extraído de esa moda de realitys de reformas -impulsada por dos gemelos que ya parecen amigos íntimos de mi madre-, la idea detrás de House Flipper es empezar como manitas arreglando pequeños desperfectos y limpiando casas para, poco a poco, ir añadiendo nuevos conceptos entre tus servicios.

Pintar paredes, cambiar enchufes, renovar tuberías, colocar baldosas, tirar tabiques… Todo aquello que en la vida real probablemente acabaría en desastre -pintar y que quede como el culo también cuenta como desastre- se hace aquí de forma fácil y cómoda con un puñado de clicks y generando una satisfacción tremenda. 

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Eso como primer paso, claro, una vez tienes controlado el negocio de manitas llega el de las reformas, lo que conlleva adquirir una casa en la ruina, dejarla como los chorros del oro y customizarla al gusto de los posibles compradores que van comentándote qué necesidades buscan en su nuevo hogar.

Familias con hijos que requieren de más habitaciones y baños, ejecutivos que persiguen un ambiente más diáfano con una zona de oficina o ancianos que quieren pasar los últimos años de su vida rodeados de colores estridentes. Limpia, arregla, decora y lánzala a la subasta para ver qué puedes rascar de tu inversión.

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De cero a héroe

Lo más curioso de todo es que ni conocía el juego ni tenía intención de probarlo, mucho menos de comprarlo. Mi pareja, que juega lo justo en consola y desconocía qué narices era eso de WASD, tenía algo de experiencia moviéndose en entornos 3D tras jugar a Subnautica, pero desde que descubrió que House Flipper existía me había pedido que lo comprase en un par de ocasiones.

A la tercera, con aviso de descuento mediante, fue la vencida, y tras enseñarle lo básico a la hora de moverse y controlar la cámara con el ratón no tardó en engancharse durante varias semanas. A su lado, flipando bastante con la facilidad con la que se había hecho con el control, estaba yo a la espera de que me dejase jugar un rato.

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Reformar una guardería, construirle un búnker subterráneo a un zumbado, vender su vieja oficina y construir una nueva… Una colección de conceptos aparentemente locos para un videojuego que, sin embargo, conseguían aportar variedad y novedades a una fórmula de por sí bastante escasa. 

No imaginaba que pudiese echarle más de 20 horas a un juego de reformar casas y, sorprendentemente, aquí estamos. Yo enganchado a un concepto que en mi vida hubiese imaginado que me llamaría la atención. Ella descubriendo el pozo de horas que puede llegar a ser Steam y enloqueciendo con lo que un sistema de logros puede llegar a hacer para alargar la vida de un juego. Nunca digas nunca. 

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