Teamfight Tactics: del escepticismo a convertirse en uno de los videojuegos que más me ha enganchado últimamente

Teamfight Tactics: del escepticismo a convertirse en uno de los videojuegos que más me ha enganchado últimamente

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A lo largo de las últimas semanas, a causa del confinamiento y no poder salir a la calle para nada, ha habido algunos días que no me ha apetecido ponerme con los juegos de siempre o a los que más horas les dedico. Así que no han sido pocas las veces que me ha dado el venazo y me he animado a probar otros juegos que ya llevaban meses o años publicados.

De entre todos estos títulos hay más de uno a los que nunca les había dado una oportunidad o que en otras circunstancias no tengo claro cuándo me habría lanzado a por ellos. Pero hay uno en especial que no me imaginaba en absoluto que se iba a convertir en mi mayor pozo de horas y ese ha sido Teamfight Tactics, conocido por ser el auto-chess de League of Legends.

Unos cuantos amigos llevan desde hace casi una década muy viciados al MOBA de Riot Games, de ahí que ellos tuviesen claro que querían probar este nuevo juego que llegó el verano pasado. En mi caso, nunca he sido muy fan del LoL porque las veces que he jugado me he acabado aburriendo o las partidas se me han hecho un tanto largas, lo que no quita que respete los gustos de aquellos a los que les tiene atrapados totalmente. Por eso mismo me sentía un poco receloso de echar alguna partida al TFT, por si me pasaba lo mismo.

Sin embargo, por la cosa de que estas semanas quería probar otros juegos, y tras comerme la oreja algunos de mis compañeros, quise darle una oportunidad a este auto-chess y no ha podido ser un mayor acierto, porque a cada día que pasa más ganas me entran de jugar más partidas, a pesar de que sigo siendo un poco manco.

Fácil de aprender, difícil de dominar

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Recuerdo cuando jugué las dos o tres primeras partidas que no entendía absolutamente nada sobre lo que tenía que hacer, porque directamente me puse a jugar con mis amigos y ni siquiera hice un tutorial. La paliza que me dieron el resto de jugadores fue de órdago y lo único que hacía es perder combates una y otra vez mientras intentaba averiguar en qué estaba fallando. La respuesta era fácil: en todo.

Básicamente, para los que nunca hayan jugado, Teamfight Tactics se podría resumir en un título en el que se juntan ocho jugadores y tienen que ir comprando campeones y colocándolos en un tablero formado por casillas. Dependiendo de los héroes que se unan a la batalla formarán distintos tipos de combinaciones, se fortalecen unos a otros y por supuesto cada uno cuenta con sus propias habilidades que se complementan mejor o peor dependiendo de qué otros personajes tengan a su lado.

Dicho así no parece que sea complicado y lo cierto es que no lo es en absoluto. Los conceptos básicos se aprenden muy rápido, pero lo difícil llega cuando toca el momento de elegir sabiamente los campeones que hay que seleccionar, porque no todos valen en todo tipo de situaciones. Más que nada porque todos ellos se reparten en cinco divisiones. De entre todas ellas los que forman parte de las cuatro primeras disponen de un par de clases determinadas, mientras que algunos de los personajes de la división superior tienen hasta tres clases diferentes.

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Por lo tanto, de nada sirve juntar a un Estrella Oscura, un Infiltrado, un Vanguardia y un Celestial si no logras que las clases de cada uno encajen con las del resto. Ese fue mi primer fallo cuando me limitaba a pillar a unos campeones en particular sin fijarme en nada más solo porque veía que a mis oponentes les funcionaban, creyendo que eso sería suficiente para ganar. Así pues, siempre hay que tratar de obtener los campeones cuyas clases estén relacionadas con las del resto de nuestro equipo para así agenciarse unas ventajas adicionales que logren aumentar su ataque, velocidad, los puntos de vida u otros aspectos.

Eso no quiere decir que sea suficiente para alzarse con la victoria, porque Teamfight Tactics tiene otros dos puntos muy importantes a tener en cuenta. El primero que me he dado cuenta que es muy determinante es la colocación de los héroes en el escenario, porque nosotros solo podemos decir dónde va cada uno, pero a la hora de entrar en faena y comenzar un combate, son ellos los que automáticamente se pondrán a luchar y nosotros no podremos alterar el resultado de ninguna forma. He de decir que, a día de hoy, tras dos o tres semanas jugando casi a diario, todavía sigo sin tener claro del todo cómo debería posicionar a cada uno, pero poco a poco voy mejorando en este apartado.

Y el otro punto que cada vez me voy dando más cuenta que es el más esencial de todos es el de los objetos. A lo largo de la partida irán apareciendo enemigos controlados por la inteligencia artificial que van soltando espadas, cinturones, capas y otros elementos que se pueden equipar a los campeones como queramos, pero hacerlo aleatoriamente o para potenciar a los que más nos gusten es algo que fácilmente lamentaremos tras varias rondas. Si bien es cierto que hay ciertos objetos que son más útiles o inútiles con unos personajes en concreto, también la composición del equipo es lo que determina quiénes son los que deben de llevar encima estos artículos, los cuales se pueden combinar a su vez entre ellos para así crear unos mejores.

Al final a base de jugar y jugar he ido aprendiendo cuáles son más útiles para cada uno, pero también he de reconocer que, aunque al principio era un poco reacio a ello, he tenido que echarle un ojo a guías y tutoriales, porque llega un punto que te cansas de morder el polvo y de cometer errores que fácilmente te pueden pasar factura en tan solo unos minutos. Tampoco es que gane siempre, pero de quedar la mayoría de las veces el séptimo u octavo, he pasado a mantener o competir por la primera posición en más de una ocasión, por lo que a la larga la experiencia a base de jugar se acaba notando.

Una partida más

Al principio, cuando no hacía más que quedar último y perder de las formas más ridículas, acabe dejando el juego de lado durante unos días porque pensaba que no estaba hecho para mí y que esta situación se iba a repetir constantemente. De hecho, a veces sigo quedando al final de la cola, pero desde que quise darle al TFT una segunda oportunidad, mi afición por él no parado de incrementarse a pasos agigantados.

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Por mucho que esconda multitud de aspectos que logran diferenciar a los expertos de los aficionados, la mecánica básica del juego es lo suficientemente simple como para animar a cualquiera a que se apunte a las partidas y le acabe enganchando. Además, también ayuda que cada una de ellas no son muy largas, ya que como mucho suelen rondar los 30 minutos, así que siempre apetece echarse una, ya sea desde el PC o desde el móvil, aunque personalmente prefiero la versión para ordenador.

Sobre todo, lo bueno que tienen las partidas es que son muy desafiantes y la balanza se puede inclinar a nuestro favor o en nuestra contra en cualquier momento. La emoción de no saber qué ocurrirá ayuda a que estés pendiente del transcurso de las batallas en todo momento, ya que en cada ronda toca luchar contra uno de los siete oponentes restantes que es seleccionado al azar, de forma que te puede tocar contra uno que te dé una paliza u otro que no tenga gran cosa y arrases con él.

En mi caso no han sido pocas las ocasiones que llevaba una buena racha de victorias consecutivas y de repente han dejado de aparecerme los campeones que necesitaba y por el contrario mis adversarios han tenido más suerte en ese aspecto. Sin duda ese componente de aleatoriedad también es una gran influencia, porque de poco sirve ser el mejor de todos si los héroes que te salen para comprar en la parte inferior de la pantalla no son los que buscas o los que necesitas en ese instante.

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Al final todo esto forma un cúmulo que te hace aprender de tus aciertos y errores para mejorar en la siguiente partida y que en mi caso me deja siempre con ganas de más, por los piques que me produce y que me animan a intentar mejorar y tratar de ir subiendo de rango en las partidas clasificatorias. Incluso hay un pase de batalla que te desbloquea animaciones, avatares, emoticonos y otros artículos adicionales solo por jugar y me ha tentado hacerme con él solo por las horas que le he dedicado, porque ya que TFT es free-to-play, al menos el dinero estaría bien invertido.

La verdad es que el confinamiento me ha venido bien para darme cuenta de que Teamfight Tactics es en realidad un juegazo de lo más entretenido y que no tiene absolutamente nada que ver con League of Legends más allá de incluir a los mismos campeones, por lo que en este caso he hecho bien en dejar de lado mis prejuicios. Total, que tengo claro que en cuanto termine de escribir y maquetar todo esto que estáis leyendo, si a mis vecinos del Animal Crossing o a Cloud en Final Fantasy VII Remake no les importa, me iré de cabeza a echar una partida más.

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