Esto es lo que la actual generación nos ha traído a los consoleros: actualizaciones y más actualizaciones

Esto es lo que la actual generación nos ha traído a los consoleros: actualizaciones y más actualizaciones

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Esto es lo que la actual generación nos ha traído a los consoleros: actualizaciones y más actualizaciones

Llevamos ya cuánto, ¿casi dos años con las nuevas consolas en casa? Y cada vez nos cabrean más por culpa de ese concepto de máquina conectada a la red cuyo software puede ser mejorado y manoseado gracias a, aplausos, las malditas actualizaciones de sistema.

Pero no sólo eso: también se actualizan los juegos, los mandos, las aplicaciones que permiten hacer otras cosas... todo. El día a día del jugador de consola ha cambiado de muchas formas, pero en estas constantes interrupciones es donde más se ha dejado notar, y para mal, eso que llamamos la nueva generación. Menudo drama.

Lo que sucede en tu cabeza vs la realidad

En tu cabeza: me acabo de comprar una consola de nueva generación, qué bien. He tenido que ahorrar durante meses porque no es precisamente barata, pero creo que me lo voy a pasar en grande. Además viene con dos juegos de regalo. En cuanto llegue a casa la enchufo y venga, a jugar como un loco.

Lo que sucede en realidad: cuando llegas a casa y conectas la consola te salta un mensaje diciendo que es necesario actualizarla. Con la mosca detrás de la oreja, aceptas. La actualización pesa varios gigas, así que al sistema le llevará unas dos o tres horas descargarla e instalarla. Es la primera vez que la usas y te cabreas un poco, pero las ansias por ponerte a los mandos le quitan (algo de) hierro al asunto.

Varios cafés después, y una vez actualizada la consola, caes en la cuenta de que los juegos que vienen incluidos en el pack están en formato digital. Uno pesa 30 GB y el otro 40. Como no te has comprado ningún otro en formato físico, porque para qué teniendo dos de regalo, pones uno de ellos a descargar (el más ligero, no jodamos), tiras varios platos al suelo, gritas por la ventana y aceptas de mala gana de que no vas a poder jugar hasta el día siguiente.

En tu cabeza: buah, cuánto tiempo llevaba esperando este juego. Menos mal que sale ya. Mañana me levantaré a primera hora e iré a la tienda a por mi copia, no vaya a ser que se agote. Me daría algo. Y pienso pasarme todo el día dándole sin hacer nada más.

Lo que sucede en realidad: te levantas a primera hora, aunque no tan temprano como habías planeado, y vas a la tienda dando saltitos de alegría y pensando: “como haya cola o se haya agotado por haberlo puesto a la venta de madrugada sin que yo me enterase me voy a cagar en todo”. Por suerte no hay colas (ni gente, en general) y hay tantas copias que no caben en las estanterías y las han empezado a usar como alfombras.

Llegas a casa, enciendes la consola, metes el disco… y la consola necesita una actualización. Sólo pesa 1 GB (“sólo”, jeje), pero tu conexión es la que es, así que al menos te va a tocar esperar una hora. Te puedes saltar esta actualización si quieres (qué amables), pero entonces no podrás usar las funciones de red y resulta que el juego que te has comprado es para darle online. Engoriladísimo, aceptas. Tiras los platos que te quedaban contra la pared. Gritas por la ventana (y tus vecinos ya empiezan a pensar cosas raras de ti).

Cuando la consola está actualizada te frotas las manos y le das a iniciar el juego. ¿Y sabes qué? El muy maldito necesita actualizarse. Y el dichoso parche pesa 2 GB. Aceptas porque no hay otra. Mientras se actualiza no sabes si jugar con alguno de los títulos que tienes en el disco duro y a los que casi nunca haces caso o darte martillazos en los dedos de los pies.

En tu cabeza: esta noche podemos ver la película que compré hace unos días. Mira, la nueva consola esta me vendrá muy bien porque reproduce discos en Blu-ray.

Lo que sucede en realidad: cuando introduces la película, la aplicación que se encarga de reproducir estos discos necesita una actualización. Pesa poco, pero ya se te están empezando a hinchar ciertas partes del cuerpo con tanta actualización y tanta tontería. Se lo explicas a tu pareja: “sí, ahora resulta que hay que ir instalando actualizaciones hasta para ver películas. Lo de introducir el disco, darle al play y disfrutar sin más parece ser que no está de moda”.

En tu cabeza: tengo un rato antes de irme, creo que me da tiempo a echar una partida rápida. Ayer se actualizó la consola, supongo que hoy no volverá a tocarme las narices.

Lo que sucede en realidad: hay que actualizar el firmware del mando. No es que la actualización pese mucho, pero es que tienes 10 minutos y ya se te van a ir dos o tres con esta tontería. Estás a punto de lanzar el pad por la ventana, pero al final te calmas un poco (no demasiado) y cuando se actualiza el mando decides apagar la consola y mandar a tomar por saco todo porque, total, ya para lo que te queda casi que te vas yendo. Llegar tarde por culpa de una actualización de la consola, piensas, ya sería el maldito colmo.

En tu cabeza: ostras, el tráiler de la nueva de Star Wars me ha gustado mucho. Voy a aprovechar que tengo la consola puesta para verlo a lo grande en la tele, que en el móvil mola pero no es lo mismo.

Lo que sucede en realidad: la aplicación de YouTube necesita una actualización. Claro, llevabas tiempo sin usarla, la consola se ha actualizado varias veces (muchísimas, en realidad), y la aplicación ha de ponerse al día. Pesa poco, pero… ni pero ni gaitas: SÓLO QUIERO VER UN PUTO TRÁILER. DÉJAME VIVIR, CONSOLA DE LA MUERTE.

En tu cabeza: otra vez la compañía telefónica dejándome sin conexión. Voy a ver qué juegos tengo por ahí que no lleven multijugador. Ah, mira, el nuevo Wolfenstein. Sólo incluye modo campaña, vamos a masacrar nazis un rato.

Lo que sucede en realidad: no puedes. El juego, en efecto y como bien decías, está pensado para ser jugado de forma exclusiva en solitario. Lo único que ofrece es un excelente modo campaña... pero sin conexión no puedes jugar. Así, por las buenas. Lo tomas o lo dejas. No haberlo comprado. Te aguantas. Coges el mando (que está actualizadísimo) y lo tiras contra el suelo. La mala suerte (o el golpe, para qué endulzarlo) hace que se rompa en mil pedazos. Tendrás que comprar uno nuevo y, efectivamente, ACTUALIZARLO.

Y que nadie me diga: "pues deja la consola en modo reposo para que se pueda actualizar mientras duermes, pedazo de quejica" porque no me da la real gana tener las consolas siempre conectadas.

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