Nintendo lo ha vuelto a hacer. No, no ha inventado la rueda, revolucionado la industria del videojuego, superado nuestras expectativas o entregado lo que todos estábamos deseando tener. Nada de eso. Lo que ha hecho es darnos algo nuevo, fresco e inesperado, una razón más para decir que la gran N es el principal motor creativo de esta industria.
Ha cogido una idea sana, con potencial y educativa para llevarla hasta su terreno. Los sets de DIY (do it yourself) ya estaban ahí, los videojuegos también, pero unir ambos conceptos es algo que no habíamos visto hasta ahora y, sin duda alguna, ‘Nintendo Labo’ es lo último que esperábamos ver en la presentación de anoche. Puede parecerte una tontería, pero lo mires como lo mires, desde una óptica creativa y educativa, es una absoluta genialidad.
Si Nintendo Labo no te parece una genialidad, es que no es para ti
Es fácil entender el mensaje, que no las formas, de todos aquellos que creen que Nintendo quiere vendernos cartón a precio de oro, pero basta con haberse parado a mirar el coste de este tipo de productos para entender su precio. Toda manualidad que requiera algo de trabajo, sin sumar el coste de los posibles productos electrónicos, es cara. Incluso si nos limitamos a montar piezas de Lego.
Si pese a ello alguien tiene alguna duda sobre esa afirmación, le invito a pasearse por alguna de las tiendas que profesan esa filosofía para darnos cuenta de ello. Os lo dice un padre que tiene que batallar a diario con dos niños de 8 y 3 años, y además tiene cierta predilección por todo lo que pueda ayudarles a impulsar su creatividad e interés por cómo funcionan las cosas más allá de darles un uso.
Puede que a cierto tipo de público todo esto le suene a chino, pero os aseguro que lo primero que me vino a la cabeza anoche cuando se publicó el vídeo de ‘Nintendo Labo’, fue la imagen de una tarde lluviosa de domingo con todos alrededor de la mesa pintando y construyendo cacharros de cartón. No jugando con ellos, sino participando en esa experiencia de descubrimiento.
Que luego esos inventos puedan aprovecharse con los minijuegos (o juegos, que aún está por desvelarse qué profundidad tendrán) es sólo un punto más a favor, el que separa esas creaciones de quedarse acumulando polvo en una estantería a darles una segunda vida útil.
Necesitamos más ideas así
En decenas de ocasiones he comentado por aquí la necesidad de acercar el mundo del videojuego a los niños desde una óptica distinta a la habitual. Escucho a padres diciendo que los Reyes Magos les han traído a sus hijos de 11 años el ‘GTA V’ porque todos los demás críos lo juegan y se me cae el alma a los pies.
No es una cuestión de ponerse en plan hippie y centrarse en que los juegos violentos son el mal y bla, bla, bla. Ni creo en esa máxima ni la compartiré nunca. De hecho, esto no va ni siquiera sobre la edad de esos niños, va sobre la necesidad de plantearles los videojuegos como algo más que un espectáculo de tiros, de crear experiencias que puedan abordar la profundidad del medio desde un punto de vista adecuado. Y si además aprenden algo por el camino, mejor que mejor.
He disfrutado ‘Disney Infinity’ construyendo niveles como si volviese a ser un niño, lo mismo con ‘LittleBigPlanet’ y más aún con el combo de montar piezas y muñecos de ‘Lego Dimensions’, pero esas ideas están en desuso o abandonadas por los costes que requieren, así que si Nintendo se saca de la manga un modelo de negocio que pueda ir en esa dirección, en la de plantarle a un crío en la cara la posibilidad de montarse un maldito robot y jugar con él, chapó, señores.
Así que sí, entiendo que ahora mismo ‘Nintendo Labo’ pueda suponerte una tontería, pero cuando tengas hijos, sobrinos o la excusa necesaria para darle una oportunidad a la idea, comprobarás que verlos disfrutar con ello en vez de tener que batallar con la idea de comprarles un juego con un PEGI +18 es una sensación maravillosa. Si de todos los niños que montan un piano de cartón acaba saliendo uno que se interese por la ingeniería, Nintendo ya habrá ganado, y tu argumento dejará de tener sentido.
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