Admiro profundamente a quienes jugáis en exclusiva (o casi) a videojuegos estilo Souls, especialmente si hacéis retos del tipo No Damage, No-Hit, Speedruns y similares. No tengo claro si no tenéis alma o si contáis con una capacidad de mentalización realmente fuerte. Imagino que es un poco de ambas y que jugáis a la comba entre ambas opciones. De verdad que os admiro.
No todo es culpa vuestra. He llegado a la conclusión de que soy como un adolescente enamorado de una persona tóxica: los adoro con toda mi alma, pero definitivamente no me hacen nada bien a la salud. Estoy seguro de que la tensión que acumulo mientras juego (por los sustos y enfrentamientos) no puede ser sana ni normal, y si es normal definitivamente soy un completo negado a la hora de gestionarla.
La dulce penitencia de los Souls
Me he pasado Dark Souls, Bloodborne (dos veces y platineado) y Elden Ring sin demasiados problemas. Suelo compensar mi falta de habilidad con la invocación de NPCs y/o jugadores y yendo siempre bastantes niveles por encima de lo recomendado. Eso no me sirvió en Sekiro: Shadows Die Twice, así que ya podéis imaginar la cantidad de años que perdí antes de dejarlo en el jefe final. Se podría decir que son un mal trago que me encanta pasar.
Siempre encaro la recta final de los Souls deseando desinstalarlos, pero al terminar me invade ese sentimiento de "Pero la quería tanto..." Y precisamente eso es lo que me ha ocurrido con Lies of P y Lords of the Fallen. Más con el primero que con el segundo, pero bueno... No quiero discriminar mucho.
Ambos me han gustado mucho, pero admito que Lies of P ha conseguido un hueco en mi corazón junto a Bloodborne... mientras que Lords of the Fallen tiene que conformarse con un sitio permanente en mi estantería con Sekiro. Y pese a ello, no recuerdo pasarlo tan mal con ningún otro como con estas dos nuevas entregas. Ya os conté la semana pasada que estuve a punto de estampar el mando con Laxsasia, La Completa. ¡Pues cumplí mi promesa de volver y terminarlo! El jefe final estuvo peleón y el jefe final opcional fue un chiste.
Por otro lado, me tocó analizar Lords of the Fallen y de verdad os digo que todavía estoy buscando los 5 o 10 años de vida que me ha robado. No por los jefes, sino por el infierno que supone recorrer el mundo en la versión de Umbral. He visto que algunas personas lo recomiendan como un buen Souls de iniciación. Yo no le recomendaría ni a mi peor enemigo empezar por este Soulslike. No porque sea malo (que no lo es, pese a sus problemas), más bien porque está dando malos ratos incluso a veteranos.
He acabado totalmente destrozado. Estoy seguro de que el bajón de defensas (que ha derivado en un leve resfriado) y el par de dolores de barriga han sido por la presión acumulada de jugar a Lies of P y Lords of the Fallen de seguido, y encima con el tic, tac de tener este último listo para el embargo. No me juzguéis. De verdad que los sufro mucho.
Un soplo de aire fresco tras tantos enfrentamientos
No podéis imaginar la paz espiritual y física que sentí al acabar Lies of P y publicar el análisis de Lords of the Fallen. Os prometo que la noche del 12 al 13 de octubre dormí como un bebé. Y claro, tras este despliegue de tensión y habilidad, podéis imaginar cómo estoy gozando de Assassin's Creed Mirage en dificultad Normal. Soy el maldito Neo de Matrix contra la IA de Ubisoft, que nunca ha estado muy allá.
Para mi sorpresa, Assassin's Creed Mirage no está siendo el mayor responsable de mi paz y felicidad actuales. El principal responsable ha irrumpido en mi vida por sorpresa con una demo durante el Steam Next Fest. Estoy hablando del sublime Crime Scene Cleaner, que viene siendo un PowerWash Simulator o House Flipper con toques macabros. Va de limpiar escenas de crímenes brutales.
¿Alguna vez os habéis preguntado quién limpia las matanzas de John Wick, Michael Myers o GTA V? Pues en este juego va de convertirse en el currito que limpia todo el estropicio y recoloca todas las cosas para que quede una habitación/casa presentable. No he sentido una paz tan absoluta desde que jugué a Unpacking mientras veía Friends durante una noche lluviosa.
Mi único objetivo es limpiar las matanzas que provocan otros energúmenos y dejar un escenario presentable para los familiares que tengan la suerte o desgracia de heredar la casa. Ya no formo parte de las épicas batallas a muerte contra marionetas, ángeles caídos, caballeros, monstruos y decenas de pesadillas. Ahora sólo soy el tipo que escucha canciones de los 60, 70 y 80s mientras limpia sangre con un hydroboost. Así soy, derroto dioses y limpio de fábula.
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