Mario no es que sea un personaje al que asociemos con el RPG, pero si te paras a pensarlo, el fontanero tiene un montonazo de juegos de rol en su historial. Desde el mítico Super Mario RPG de Squaresoft hasta la saga Mario y Luigi de la difunta Alpha Dream. Y si me apuras, también el Mario Golf: Advance Tour de Camelot. Pero si hay una subsaga que ha brillado como el estandarte del rol para la mascota de Nintendo, esa es sin duda Paper Mario.
Y resulta irónico, porque cualquier fan te dirá que Paper Mario ha ido cuesta abajo y sin frenos con sus últimas entregas. Aun así, las dos primeras dejaron un poso de calidad muy difícil de olvidar, convirtiéndose en los mayores referentes de lo que un buen RPG de Mario debe aspirar a ser. Concretamente la segunda entrega, Paper Mario: La Puerta Milenaria, lanzado en 2004 para Gamecube, es considerada la cumbre de esta vertiente tan particular del personaje. Desde entonces, nada ha sido igual.
Ahora que Paper Mario: The Origami King está a la vuelta de la esquina, prácticamente todo el mundo se pregunta lo mismo: pinta bien sí, pero, ¿llegará al nivel de calidad del juego de Gamecube o será una decepción como los dos anteriores? A juzgar por los tráilers, la balanza parece inclinarse más a lo primero, o al menos hacia un punto intermedio.
Pero es que esta misma pregunta nos la hemos hecho cada vez que se ha anunciado un nuevo Paper Mario, y tanto con Sticker Star como con Color Splash nos hemos quedado a medias (Super Paper Mario no lo contamos por ser una rara avis dentro de esta peculiar saga). Así que, ¿por qué La Puerta Milenaria es tan especial?
Mucho más que un juego de Mario
Imagina un juego que reuniera todo el carisma característico del mundo de Mario y que lo expresara a través de situaciones ingeniosas, diálogos cargados de humor, y una pizca de parodia de sí mismo, de su género y de Nintendo en general; un juego completamente autoconsciente.
Ahora imagina que ese título cogiera el sistema de combate por turnos de los JRPG clásicos, eliminara toda la paja que sobra, y lo convirtiera en un desfile de minijuegos de ritmo divertidísimos sin sacrificar por ello la posibilidad de personalizar y desarrollar al personaje como queramos. Por último, añádele una pizca de mazmorreo y puzles con una estética simpatiquísima. Eso es Paper Mario: La Puerta Milenaria.
Hace poco lo terminé y puedo constatar que ha sido un viaje tremendo. Si solo fuera un juego que clava el sistema de combate haciéndolo impredecible y estratégico al mismo tiempo, ya sería bastante bueno. Pero es que además hay un mimo impresionante detrás de cada personaje y de cada situación. Es el tipo de humor que tanto caracteriza a Nintendo, pero elevado a la enésima potencia. Y gran parte del mérito lo tiene la excelsa traducción al español, llena de referencias y chascarrillos incluso en los momentos más insospechados.
Una de sus grandes bazas es la manera en que se atreve a salirse de los esquemas clásicos del mundo de Mario. Olvídate del Reino Champiñón y similares, porque aquí el área principal es Villa Viciosa, una ciudad sucia y llena de maleantes que expresa de todo menos hospitalidad (tiene una puñetera soga para ejecuciones en su plaza principal), y aun así se le coge un montón de cariño.
Desde ahí viajamos a los distintos mundos, y cada uno tiene una identidad particular que los diferencia del resto. Lo mismo vamos a un castillo a pelear contra un dragón que a un torneo de artes marciales para convertirnos en campeones, o a un viaje en tren donde tenemos que resolver un crimen a lo Agatha Christie.
Personajes para el recuerdo
Sí, en este juego también tenemos que rescatar a la princesa Peach, pero no de Bowser. El rey Koopa aparece de vez en cuando como un actor secundario en la trama, aunque en realidad el pobre no hace más que pifiarla una y otra vez (de formas hilarantes, todo sea dicho). Es una de esas raras oportunidades en la que podemos ver otra faceta del villano nintendero por antonomasia, más allá de la del malo maloso que secuestra a la princesa.
Bowser sigue siendo malvado, pero también es bobalicón como él solo. Ver cómo intenta reclamar su puesto sin tener mucha idea de lo que hace en una historia que le ha dejado de lado por una vez es de las partes más divertidas de La Puerta Milenaria. Un villano que de patético es hasta entrañable.
Y que decir del elenco de acompañantes de Mario, cargado de color, personalidad y variedad. No solo en cuanto a diseños, sino también en lo jugable, cada uno con sus propias ventajas en combate que hemos de tener en cuenta (y sus correspondientes microjuegos para cada ataque). Entre ellos hay además un personaje trans la mar de adorable, que aunque puede que no tenga la mejor representación del mundo, en general es una inclusión sorprendente y muy agradecida para tratarse de un juego de Mario (o de Nintendo, a secas).
Dicho todo eso, admito que La Puerta Milenaria no es perfecto. Los enemigos se repiten bastante y la historia es muy simple, aunque también es cierto que no se le puede exigir mucha complejidad en esto viendo la franquicia de la que viene. Otro punto que tampoco me gustó demasiado es que los acompañantes, una vez se unen al grupo, no vuelven a tener ningún protagonismo en el guion hasta prácticamente la escena final.
Pero todas esas son cosas que uno le perdona con tan solo embriagarse de ese espíritu tan dicharachero y único. Uno de esos juegos que te sacan una sonrisa en todo momento, incluso cuando sabe que su trama no da más de sí y se ríe de sí mismo por ello. En serio, con esto último me refiero a esa aventura paralela que Luigi tiene durante todo el juego y que nos va contando de vez en cuando, tronchante a más no poder.
El ejemplo a seguir, pero no a copiar
Si seguimos recordándolo a día de hoy es por estas razones, y es inevitable que se nos venga a la mente cada vez que se anuncia un nuevo Paper Mario. Las entregas de 3DS y Wii U se concibieron como una vuelta al rol por turnos después de aquel experimento que fue Super Paper Mario, pero fallaron en todo lo que hizo grande a La Puerta Milenaria.
El combate de Sticker Star y Color Splash es tedioso por estar basado en inventarios y apenas tiene razón de ser, ya que no existen los puntos de experiencia ni las subidas de nivel en estos juegos. Ese extenso reparto de personajes originales por los que la serie era tan famosa no está aquí, y por ende, tampoco ese carisma que alejaba por una vez a Mario de sus lugares comunes. Todo son Toads, Koopas, Peach y Bowser. Ni siquiera vamos reuniendo acompañantes para los combates, que es uno de los elementos que más se echan de menos. Al menos no les falta sentido del humor por un tubo, eso sí.
No hace falta que todos los nuevos Paper Mario tengan que ser exactamente iguales que La Puerta Milenaria. De hecho, prefiero que arriesguen y lleven la fórmula hasta nuevas cotas. Sin embargo, cada vez que la saga se ha intentado desviar de sus dos primeras entregas con gimmicks extraños no le ha salido demasiado bien.
Por eso se pide tanto una vuelta al RPG clásico que todos conocemos, o que al menos recupere aquel espíritu original que tanto nos encandiló. ¿Será The Origami King el juego que logre por fin dar con la tecla? Pronto lo descubriremos, aunque al menos ya sabemos que tendrá acompañantes.
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