Análisis de Valorant: un juego capaz de transformar la frustración en solitario en una divertidísima fiesta entre amigos

Análisis de Valorant: un juego capaz de transformar la frustración en solitario en una divertidísima fiesta entre amigos

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Estamos acostumbrados a que, en las películas, el héroe siempre se parapeta en la esquina de una pared antes de iniciar el tiroteo. Nosotros, por imitación y en la mayoría de los casos flipándonos en exceso, intentamos replicar esas situaciones en juegos como Valorant acercándonos lo máximo posible a una cobertura antes de disparar. Es un error.

Hay una regla no escrita que dicta que quien esté más alejado de la esquina siempre gozará de mayor visibilidad que el que esté más cerca. Esto, que puede parecer una trivialidad y nunca nos ha preocupado en exceso en otros shooters, es el mejor ejemplo de lo diferentes que son juegos como CS:GO, Rainbow Six Siege o Valorant respecto a lo que estamos acostumbrados.

Un espíritu técnico y sesudo vestido de colores pastel

La fanfarria de skins de armas, diseño de película de animación y el particular estilo visual de Valorant pueden llevar a un fatídico error. Esto se parece muy poco a gran parte de los multijugadores online convencionales.

Es fácil que quienes vengan de CS:GO se sientan como pez en el agua en Valorant. Pese a las similitudes con Overwatch por las habilidades de los héroes y su aspecto desenfadado, el espíritu del juego de Valve está muy arraigado en la propuesta de Riot Games.

Estamos ante un juego técnico en el que correr mientras disparas equivale a un suicidio, en el que apenas un par de tiros son suficientes para hundirte en la miseria y en el que, por lo general, no hay hueco para héroes solitarios que salvan la partida sin ayuda de sus compañeros. Es un alternativa que requiere olvidar todo lo aprendido y empezar casi de cero.

Y no es poca cosa. A conocer los mapas, los héroes y sus habilidades se suman un buen puñado de reglas no escritas como la que comentábamos anteriormente. Toca aprender a movernos sin hacer ruido mientras estamos corriendo en vez de andando, a saber cómo encarar cada esquina, a conocer el patrón de recoil de cada arma…

No es fácil. Menos aún cuando parte de la comunidad llega al juego con la mayoría de lecciones ya aprendidas de otros títulos similares. Y justo ahí es donde Valorant separa el grano de la paja.  Porque su objetivo no está en ser un shooter más, sino convertirse en el mayor rival de CS:GO a nivel competitivo para dominar ese segmento igual que LoL lo ha hecho en el de los MOBA.

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Un juego no apto para todos los públicos

Que el objetivo está claro y tiene muchos números para conseguirlo es más que evidente. Que por el camino gran parte de los que ahora se han sumado por la curiosidad abandonen para nunca más volver es igual de certero. Sumarse a las partidas de Valorant sin antes pasar horas en sus tutoriales, superando cada situación en la dificultad más alta, es caer en un pozo en el que la frustración aprieta y ahoga.

En su diseño de niveles y las habilidades de cada personaje es donde Valorant brilla de forma especial

Y no es algo malo, ojo. Valorant sabe qué clase de público y jugadores necesita para triunfar y no está dispuesto a hacer concesiones. No más allá de modos algo más casual como Fiebre de la Spike, una vertiente más desenfadada de su modo principal en el que no hay proceso de compra tras cada ronda, todos los jugadores del equipo atacante cuentan con una bomba que plantar y las armas cambian de forma aleatoria para limitar en cierta medida la brecha entre expertos y novatos.

Recurre a ello porque, en realidad, su profundidad es tan alta como la de cualquier charco. Hay una bomba y debes plantarla o evitar que la planten. Fin de la historia. Es en su diseño de niveles, un laberinto de esquinas y accesos con poco hueco para el campeo, y en el correcto uso de las habilidades de cada personaje donde está realmente la enjundia.

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Habilidades que, salvo contadas excepciones más apoyadas en esa idea del héroe que va a su bola, requieren de una continua colaboración con otros jugadores para triunfar. Yo freno el avance del equipo contrario con una bomba de humo para que tú puedas preparar tu ataque mientras un tercero te cura.

La alternativa, presente en gran parte de las ocasiones en las que no hay una comunicación directa, es gente estorbándose no sólo colocando esa bomba de humo donde otro pensaba empujar, también en ver cómo tres llaneros solitarios se empujan y chocan entre ellos mientras intentan dar el tiro de gracia a un enemigo que, ahora, tiene juntos a tres patos de feria a los que volarles la cabeza.

La otra cara de Valorant

Caer en esa espiral de muertes, planes fallidos y una nula sensación de mejoría es, como ya habréis imaginado, lo más opuesto al concepto de diversión que cualquiera podría tener. Con balas del enemigo frenando cualquier oportunidad de dar un paso atrás y replantear la situación, ver continuamente en Valorant  cómo otros convierten en fácil lo difícil es la puerta de entrada a tirar la toalla.

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Sin embargo una de las grandes bazas de Valorant es asistir a cómo ese abismo de frustración se convierte en fiesta cuando la suerte te sonríe. El momento en el que das con un grupo con el que hay una comunicación fluida y te sientes respaldado, igual que cuando juegas con amigos aunque ellos sean igual de mancos que tú, el FPS de Riot Games deja de ser un juego poco accesible para convertirse en algo que entiendes y empiezas a mirar con otros ojos.

Llega un punto en el que aprender a jugar bien deja de ser un trabajo para convertirse en parte de la diversión

Es precisamente ahí cuando empiezas a descubrir que gran parte de lo que tenías en mente eran buenos planes sentenciados por una mala o nula ejecución. La calma a la que invita el juego al asaltar cada esquina cobra sentido, la colaboración despliega todo su potencial y, como en cualquier situación que requiera aprender, hacerlo con apoyo y entre iguales es mucho más reconfortante y satisfactorio.

De pronto, todos esos aplausos que parecías no comprender te invitan a sumarte a la fiesta del regocijo y el querer aprender a jugar bien deja de ser un trabajo para convertirse en otro pasatiempo más. Si con suerte llegas a ese punto, Valorant te habrá ganado por completo.

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Si no es el caso, volver sobre lo dicho y recordar una vez más que este no es un juego para todo el mundo, no está de más. Si buscas un juego técnico y sesudo escondido tras personajes de colores pastel, has dado en el clavo. Si aquí vienes a sumar bajas y a querer ser el MVP de la partida, es probable que te des de bruces contra una pared.

La opinión de VidaExtra

Si la unidad de medida que tienes en mente para valorar un juego es hasta qué punto hace bien todo lo que se propone, entonces Valorant es un juegazo como la copa de un pino.

Desde el diseño de sus niveles hasta lo bien medido de las habilidades de su catálogo de personajes es una auténtica delicia. Una buena mano a la que también se suma lo acertado de su apartado visual y los premios y desbloqueo de personajes que te invitan a seguir adelante.

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Si en cambio tu valoración se ciñe a lo bien que te lo vayas a pasar jugando, en Valorant te plantas ante una pared con dos puertas cerradas. La de la derecha muestra una realidad cruda en la que se esconde la frustración provocada por el gran nivel y habilidad que se requiere en sus partidas.

La de la izquierda, la buena, es la que te invita a adentrarte en el juego bien acompañado para convertir lo difícil en algo más asequible y disfrutable. Si eliges esta última, dudo que consigas separarte  con facilidad de la joya que ha esculpido Riot Games hasta crear Valorant.

Imprescindible

Valorant

Valorant

Plataformas PC
Multijugador
Desarrollador Riot Games
Compañía Riot Games
Lanzamiento Ya disponible
Precio Gratis

Lo mejor

  • Soberbio diseño de niveles
  • Lo acertado de su humilde aunque atractivo apartado visual
  • Disfrutarlo con amigos es una delicia

Lo peor

  • La puerta de entrada está lejos de ser accesible
  • Está por ver cómo su ritmo de actualizaciones influye en el progreso

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