He necesitado paciencia para que The Division 2 me haya acabado gustando más que el primer The Division

He necesitado paciencia para que The Division 2 me haya acabado gustando más que el primer The Division

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He necesitado paciencia para que The Division 2 me haya acabado gustando más que el primer The Division

Massive Entertainment lo tenía bastante fácil para que The Division 2 me gustase teniendo en cuenta lo mucho que disfruté el primer The Division, sobre todo cuando se asentaron todos sus DLC y las actualizaciones gratuitas acabaron dando forma a un shooter online de lo más consistente y adictivo.

Sin embargo en mi primera semana con The Division 2 he experimentado muchos altibajos que por poco agotan mi paciencia. Y es que volvemos a estar ante un juego que requiere conexión permanente a Internet, por lo que cualquier error del servidor da al traste con cualquier misión en la que estemos.

Necesita mayor estabilidad de los servidores

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Ha sido una constante a lo largo de estos días. Desde el pasado lunes, 11 de marzo, cuando se abrieron los servidores, ha habido un montón de mensajes de mantenimiento de los servidores. Avisos que llegan con 30 minutos de antelación, pero que caen como un jarro de agua fría al chafarnos todos los planes.

Además, he sufrido bastantes caídas del juego sin motivo aparente con mensaje de fallo de Xbox Live (cuando seguía conectado y no había ninguna incidencia). Al menos este domingo sí que no tuve ningún problema, lo cuál ya iba siendo hora después de una semana en funcionamiento y tras varios parches donde se han ido arreglando los primeros fallos, aunque curiosamente persista el incomprensible error de las torretas que desaparecen a los pocos segundos de desplegarlas...

Ahora bien, no debemos olvidar que The Division también sufrió este tipo de errores en su lanzamiento y se acabaron subsanando los más graves.

La oscuridad en The Division 2 y el desánimo inicial

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Parecía que el cambio de ambientación de Manhattan a Washington D.C. iba a significar mayor colorido y visibilidad para sus entornos, pero es una verdad a medias. Me ha chocado bastante toparme con un elevado porcentaje de misiones (y el propio juego libre) inmerso en la oscuridad, lo que dificulta ostensiblemente la tarea de divisar a los enemigos. Porque detesto la oscuridad en los shooters.

Por todas las imágenes y vídeos que había publicado Ubisoft, daba la sensación de que iba a ser al contrario, que iba a predominar la luz, y no ha sido así. Otro tema es en espacios cerrados donde se juega con la iluminación para resaltar un objeto en concreto y que el impacto sea mayor, pero eso no evita la desidia que sufrí al principio, en parte también por un alto grado de misiones idénticas o lo injusto que resulta que los enemigos se puedan tumbar y nosotros no.

Hasta aquí, los únicos aspectos negativos que le he visto por ahora.

Ahora su interfaz resulta mucho más amigable

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De todas mis peticiones para la secuela, tan solo se ha tenido en cuenta una, la de una gestión más óptima del inventario. Porque antes era todo un engorro ver tanto número y calcular los pros y los contras de cada parámetro. Ahora se ve todo de un plumazo y no hay que comerse tanto el tarro, por lo que todo es más directo.

A esto ayudan todas las mejoras recibidas a base de actualizaciones en el primer The Division, del que ha tomado buena cuenta esta secuela, como a la hora de crear distintas selecciones (que sólo podremos alternar estando fuera de peligro) o las bonificaciones por llevar todas las piezas de un mismo equipo. Entre eso, los favoritos y el despiece en caliente, nos ahorramos mucho tiempo y se agradece.

Los asentamientos de The Division 2, un acierto

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En el primer The Division teníamos nuestra base de operaciones donde íbamos mejorando cada una de sus alas (Médica, Tecnología y Seguridad) en base a misiones secundarias asociadas. Y además, teníamos muchos pisos francos a desbloquear que servían, a su vez, como viaje rápido y para desbloquear más misiones y localizar los coleccionables. En The Division 2 esto ha cambiado.

Si bien sí que se mantiene el espíritu de la base de operaciones (la Casa Blanca, ni más ni menos), ahora podemos liberar asentamientos por Washington D.C. y mejorarlos para que sean autosuficientes. Y no solamente eso, sino también liberar puestos de control (tras erradicar la presencia enemiga) y reabastecerlos de suministros cuando lo necesiten para ganar recompensas y aumentar el número de puntos con viaje rápido. Porque ahora hay menos pisos francos.

Las nuevas habilidades, armas y especializaciones

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Para rematar, el otro gran acierto de The Division 2 son las nuevas habilidades y armas que pone en juego: desde el lanzaquímicos hasta el dron, pasando por las armas que desbloqueamos al llegar a nivel 30 y especializarnos en un campo. Porque ahí salen a la luz la ballesta, el rifle de tirador y el lanzagranadas.

El caso del lanzagranadas es bastante llamativo, porque a lo largo de la historia nos toparemos con algunos tanques (clase de enemigo; no vehículo armado, ojo) que portan esta arma y que provocarán que no podamos estar quietos en una cobertura. Ahora no habrá zona segura. Aunque esto mismo se aplica para el lanzaquímicos, porque se puede disparar contra un muro y el humo que deja va consumiendo la vida (y el escudo) del que esté alrededor (incluso nosotros).

Al menos la suma de todos estos últimos puntos ha logrado que, poco a poco, mi valoración sobre The Division 2 haya mejorado significativamente. Pero esto es tan solo el principio y hay que ver cómo avanza y hasta qué punto saca pecho con su endgame. Porque en lo relativo a contenido, es mucho más consistente de entrada que el original, con ese incentivo de sus futuros DLC gratuitos.

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