El Sephiroth de Final Fantasy VII Remake no es el enemigo que me fascinó hace más de 20 años

El Sephiroth de Final Fantasy VII Remake no es el enemigo que me fascinó hace más de 20 años

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Final Fantasy VII Remake es un juego soberbio, pero también atípico. Una porción de un juego, historia y trasfondo mucho más grande de lo que cualquier recién llegado podría imaginar tras disfrutarlo.

Precisamente por eso, por la intencionalidad de este texto y el miedo a destripar eventos actuales o pasados, os recomendamos que no sigáis adelante  si no habéis jugado ambos juegos por los SPOILERS que podáis encontrar a continuación.

Hablemos de Sephiroth con SPOILERS

La popularidad de Sephiroth ha traspasado fronteras. No sólo lo hemos visto en los distintos juegos de la saga o los spin-off de Final Fantasy VII, hasta hemos luchado contra él en los memorable combates de Kingdom Hearts. A día de hoy es, por así decirlo, un icono difícil de esconder. Más aún después de tantos en los que su imagen y el apoyo del fandom lo han convertido en uno de los personajes más reconocibles de la saga de Square Enix.

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Con la llegada de Final Fantasy VII Remake sus creadores tenían dos opciones. O mantenerse a pies juntillas en la línea original o, como ha resultado ser, aprovechar ese fenómeno cocido a fuego lento durante años para convertirlo en parte promocional del juego.

Frente a la disyuntiva que suponía eso ha ganado el marketing, convirtiendo a Sephiroth no sólo en un filón a explotar en imágenes y vídeos, a veces incurriendo en imágenes cercanas al spoiler como la del tráiler de lanzamiento, sino también modificando la trama para darle más cabida de la que tenía en la obra original.

Me ha sorprendido ver muchos comentarios acerca de los giros incluidos en Final Fantasy VII Remake, puestos ahí para darle consistencia a un juego basado en lo que antaño era una mera introducción a la aventura, pero muy pocos sobre el papel y tratamiento de Sephiroth en todos ellos.

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Si bien es comprensible el fanservice que ha motivado eso, creo que en el proceso se ha sacrificado gran parte del encanto que tenía la aparición del personaje antes de abandonar Midgar. Por muy a favor que esté de los giros que pueda dar la historia y la formidable forma en la que se amplían y trabajan las motivaciones, personalidades y evolución del resto de personajes, creo sinceramente que Sephiroth debía estar fuera de esa ecuación.

El Sephiroth del Final Fantasy VII original

Sólo escuchando hablar de él en contadas ocasiones o con tímidas pinceladas, quienes pasamos las primeras horas en Midgar hace más de 20 años sólo teníamos un enemigo y rival en la cabeza: Shinra. La corporación que se está cargando el planeta se convertía así en el único y principal antagonista de una historia aún en pañales.

Minaban la energía del planeta, nos ponían en apuros, secuestraban a nuestra amiga, cometían un genocidio contra los más desfavorecidos y, en última instancia, nos encerraban en una celda hasta intentar saber qué hacer con nosotros. En esas cuatro paredes cuya puerta se abriría como por arte de magia, nuestro rival a batir era el presidente de una compañía sin escrúpulos.

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Al salir de ella, en cambio, nos asaltaba la sorpresa. Lo que antes eran pasillos de un edificio plagado de enemigos se convertían en un desierto de metal salpicado por manchas de sangre y cadéveres. Lo que a nosotros por momentos se nos había atragantado parecía ser un paseo para quien hubiese causado todo ese estropicio.

Y entonces, volviendo a la oficina del presidente, el ahora ya mítico personaje hacía acto de presencia para asesinar al que creíamos nuestro principal enemigo y explicar su papel en la historia. Final Fantasy VII se abría minutos después y, junto a la revelación de su auténtico antagonista, mostraba abierta y definitivamente qué clase de juego iba a ser de ahí en adelante.

El miedo a lo desconocido, la impotencia de no poder plantarle cara en ningún momento, su omnipresencia y la irritante superioridad con la que se nos presentaba. El tiempo y el cocinar un enemigo a fuego lento, al fin y al cabo, convirtieron a Sephiroth en el némesis idealizado, incluso despertando empatía, que muchos tenemos en la cabeza.

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El Sephiroth de Final Fantasy VII Remake

Con la intención de no esconder a Sephiroth, el personaje se convierte en un ente recurrente durante toda la trama del Remake. No sólo se le aparece a Cloud y sus amigos en varias ocasiones, también destroza ese aura de misterio que conllevaban imágenes como el robo de Jenova o la motivación de los personajes durante buena parte de la aventura.

Lo que antes era una historia de venganza por lo acontecido en Nibelheim e iba evolucionando hasta la salvación del planeta, ahora es una carrera contrarreloj contra el ataque de un meteorito que se muestra sin tapujos y agarrándose a esa absurda manía de explicarlo todo hasta la saciedad que tienen a veces los nipones.

De ir siempre un paso por detrás, persiguiendo a una figura mística e invencible que todo lo puede y sólo se aparecía en visiones o para dejarnos rotos con sus acciones, hemos pasado a lo opuesto, un personaje que viene y va, que pelea contra nosotros, habla más de la cuenta y, en definitiva, ha motivado retocar segmentos y tramas para que su mera aparición tenga sentido.

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Por historia y eventos, el trato y aparición de Sephiroth sólo responde a un objetivo, exprimir su filón comercial en un juego que, incluso con los bien traídos cambios que plantea su historia, no requería añadidos en su presencia.

Llegar al clímax de Final Fantasy VII y enfrentarte definitivamente a Sephiroth, con el miedo que suponía intentar dar caza a una figura tan enigmática y peligrosa, era el principal atractivo de un juego que te invitaba a seguir creciendo para hacer frente a un mal que estaba por encima de todo. Ya sea por los cambios introducidos o por haber vivido ya ese proceso, voy a echar de menos tener miedo a un personaje que hoy, tal vez más que nunca, es ya puro marketing.

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