Análisis de Call of Duty Black Ops Cold War: la saga FPS se enfrenta a su propia crisis de los 40

Análisis de Call of Duty Black Ops Cold War: la saga FPS se enfrenta a su propia crisis de los 40

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Cod Black Ops Cold War Alfa

Imagina ser muy bueno en algo. No que simplemente se te dé bien, ojo, hablo de ser realmente destacable. De destronar a reyes y plantear revoluciones. De marcar el camino para que todos, en mayor o menor medida, quieran ser como tú. Imagínate ser Call of Duty hace 10 años.

Ventilarte de un plumazo a una saga consagrada como Medal of Honor, conseguir que el resto de FPS te miren a ti antes incluso de respirar, hacer que hasta los juegos anteriormente centrados en un modo campaña se replanteen la necesidad de tener un modo multijugador. Y ahora imagínate ser Call of Duty: Black Ops Cold War y decir que, pese a todo ello, tú lo que quieres es ser otra cosa.

Una campaña distinta, para lo bueno y para lo malo

No una evolución y mejora de tus fórmulas clásicas. Tampoco el habitual más y mejor. No. Algo completamente distinto que deje a un lado la acción palomitera, desmedida y cafre que tan bien se te da para centrarte en, no sé, la gente que corre por las paredes, o los jetpacks, o como ocurre en este nuevo Black Ops Cold War: el sigilo, la toma de decisiones, e incluso la investigación de papel y lápiz.

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¿Por qué? No sé. Tal vez por un simple “porque quiero y porque puedo”. Como en la crisis de los 40 que invita a subirse a una moto a quienes nunca han cogido una, con el peligro que ello conlleva.

Curioso cómo, en ese ahínco de pararte a pensar qué te hace especial y explotarlo al máximo, el Modern Warfare de 2019 se ha convertido en lo que antes representaba Black Ops y, por contra, Black Ops -la saga de lo irreverente y del exceso dentro de la familia Call of Duty-, se ha convertido en una suerte de pollo sin cabeza que busca ser lo que no es con mayor o menor fortuna. Ya no sólo por esta edición, sino por la reciente retahíla de revoluciones infructuosas que lleva a sus espaldas.

Y pese a ello Black Ops Cold War se sale con la suya. Realiza su voltereta limitando su espíritu Michael Bay y cae más o menos de pie al intentar, por momentos y con un acierto limitado, ser Dishonored, The Stanley Parable o L.A Noire. Un arriesgadísima acrobacia en la que las secuencias y el espíritu que han traído a la saga hasta este punto acaban siendo un mero espejismo de otros juegos y entregas de la franquicia.

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Ideas que pueden gustar o incluso encandilar, hay material y presupuesto para ello, pero que siempre acaban siendo poco más que un mero reflejo de la idea que intentan emular. Incluso en aquello que lo convierte en un Call of Duty hay el recuerdo de otro ejemplo con más peso y fuerza del mostrado aquí.

Ideas a medio cocer

Para muestra varios botones. El primero de ellos es su historia, que como en el caso de Modern Warfare actualiza la idea clásica que ya vimos en Black Ops a modo de reinicio. Una trama de espías y enredos internacionales, también de números y jeringuillas, incapaz de esconder un giro que se acaba viendo a la legua.

Fieles a la idea de mantener vivo el juego durante un año más, incluso en mayor medida respecto a lo ocurrido  con Modern Warfare el año pasado, el final resulta de lo más anticlimático, pareciéndose más al cliffhanger de una serie que continuará la semana que viene. Una situación lo suficientemente extraña para acudir a tomar otras decisiones y comprobar qué ofrecen los otros finales, sólo para descubrir con sorpresa que el que había vivido yo era en realidad “el bueno”.

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Con una estructura extraña que tan pronto te tiene saltando de una misión a otra como frenándote frente a un tablón de pistas, el juego te invita a recopilar objetivos adicionales que sumen más información sobre casos que conviene descifrar antes de adentrarse en misiones secundarias. Una invitación a rejugar las misiones, o a hacerlo con más calma, con la intención de salir triunfante de esos desafíos opcionales.

El problema es que, en primer lugar, dichos desafíos son excesivamente simples y ni siquiera requieren que cumplas con esa supuesta investigación. Puedes jugarlos y completarlos con el único miedo a que, una vez llegues al final, la línea que escucharás cuando alguien se detenga a hablar sobre ello será una u otra. Sin más.

De hecho son apenas dos niveles, porque la campaña es tan corta que no cede hueco para más. De ellos, uno es un escenario nuevo, mientras que el otro es un mapa reciclado del multijugador en el que correr de aquí para allá mientras esquivas las balas de enemigos apostados. Buena idea, pero floja ejecución.

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Cuando los experimentos salen bien, salen muy bien

Podría parecer que el problema es ser excesivamente conservador frente a estas novedades, pero nada más lejos de la realidad. Las celebro y las abrazo, pero no he podido evitar tener la sensación de estar ante un batiburrillo de ideas con tan buen fondo como poca ambición.

Se salva, por mucho, una formidable misión en la que se nos pide infiltrarnos en la KGB como si estuviésemos en un nivel de un clásico Medal of Honor.

Un trabajo que realizamos desde dentro y cumpliendo distintos objetivos mientras optamos por distintas decisiones -como conseguir los papeles que se nos piden o eliminar con sigilo y esconder el cuerpo de quienes nos están entorpeciendo-.

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Tremendo a nivel narrativo, con un gran diseño de escenario, y un ejemplo de cómo mantener la tensión y escalar el final con un clímax que, ahí sí, ya es puro Call of Duty. ¿Es esto lo que debe ser la saga de aquí en adelante? Me parece perfectísimo, pero debe aclarar sus ideas y poner esfuerzos allí donde toca para que todo brille por igual

Y, sobre todo, toca buscar otra forma de reciclar ideas -o evitar que cante demasiado-. Lo de la ciudad de pruebas dentro de un edificio inmenso ya lo hemos jugado en esta misma franquicia, lo de los sueños lúcidos también y, si vas a hacer que algo explote y te pase por encima de la cabeza una vez más, el despliegue de excesos y autoburla en el tren de Call of Duty WWII ya lo hizo infinitamente mejor.

Un multijugador sin grandes alardes, pero igual de divertido

No más contento pero indudablemente más conforme me deja el modo multijugador. Aquí vuelven a hacer gala de su pasión por los experimentos con una creación de clases algo retorcida en vez de limitarse al clásico Pick-10 del excelso Black Ops 2, todo con la intención de hacerle hueco sí o sí a las armas premium ya modificadas que, dicho sea de paso, me parecen un considerable problema de balanceo.

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Pero al César lo que es del César. Las armas se sienten realmente bien y hay mapas para enmarcar por su fantástico diseño. En el bando de la gloria un almacén con un avión desmontado en el centro que aúna a la perfección lo mejor de dos mundos tan dispares como Hijack y Terminal.

En el bando de la repulsa, en cambio, mapas como el de Miami que pudimos jugar en la beta. Un laberinto de recovecos que encantará a los camperos y a quienes disfrutaron la colocación de edificios sin ton ni son al estilo Ghosts, pero alejadísimo del concepto de tres carriles por el que jugadores como yo seguimos acudiendo a Black Ops.

Bien por democratizar las rachas de bajas, que ahora no renuevan el contador tras morir y permitirá que cualquier jugador suelte aunque sea un UAV por partida. Está lejos de ser un regalo que rompa el juego y reste mérito a los grandes jugadores.

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Sigue siendo medianamente difícil acceder a un helicóptero, por ejemplo, así que el único miedo que presenta es que corra el riesgo de entregarnos cielos constantemente plagados de cacharros como ya ocurría en entregas como Modern Warfare 3.

Ya dejé bien clara mi posición respecto a los modos con tanques, barcos y motos de agua a gran escala más propios de un Battlefield que de un Call of Duty. Como en el caso de los intentos por ser otra cosa de la campaña, aquí tampoco sale especialmente bien parado. Lo de toda la vida, en cambio, sigue funcionando como un tiro.

Grandes novedades para unos zombis de lo más conservadores

Cerramos con el último apartado clave en cualquier Black Ops que se precie y, por encima de todo lo de más, el que siempre ha sido mi modo preferido de esta saga. Aquí, donde realmente Treyarch se desmelena y juega al todo por el todo con los experimentos más locos y acertados de toda la franquicia, en esta ocasión se limitan a volver a los orígenes con un mapa bastante más soso que de costumbre.

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Para ponernos en situación tengamos en cuenta que venimos del Titanic, de Alcatraz, de una ciudad inmensa en la que moverse de aquí para allá con un tranvía, y de un viaje en autobús con paradas en localizaciones espeluznantes. No es poca cosa.

Aquí tenemos un descampado con un edificio en ruinas y un pequeño búnker subterráneo. Y ya. En ciertos momentos cambias de dimensión, lo que supone pasar por el mismo mapa pero con más colorines, pero es fácil que en un par de partidas ya hayas visto casi todo lo que puede ofrecer el escenario y, de hecho, es el modo zombis que menos se ha tardado en completar de toda la saga. Apenas tres horas después del lanzamiento.

La idea de poder crear tus propias clases en el modo zombis le quita un poco la gracia al asunto, pero es un añadido bien recibido para quienes solemos manquear más de la cuenta, especialmente cuando toca enfrentarse a bichos más grandes de lo normal y tus compañeros parecen más centrados en huir de él que en ayudar a tumbarlo.

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Inevitable tener cierta sensación de que se guardan lo mejor para más adelante. Que con aquello de entregar ahora mapas y niveles de forma gratuita, para el modo zombis planean un revulsivo que pueda servir de anzuelo más adelante. Ojalá así sea, porque no me veo mucho tiempo explorando un mapa que ya me sé casi al dedillo.

La opinión de VidaExtra

Por primera vez en muchísimo tiempo me veo obligado a quedarme con Modern Warfare antes que con Black Ops. Pese a las buenas ideas de las que hace gala Call of Duty: Black Ops Cold War, parece un juego que llega a nuestras manos sin terminar.

No por errores graves, ojo, porque más allá de ralentizaciones en algunas cinemáticas y los típicos problemas con los servidores, el juego va como un tiro. Pero sí parece que estemos jugando una pequeña parte de lo que prometía ser, siendo el multijugador el único que llega con las pilas completamente cargadas.

Muchos contábamos con la posibilidad de ver a Call of Duty: Black Ops Cold War acabar quitándole el puesto a los dos primeros Black Ops como los mejores de la saga, pero parece que tocará esperar otro año más. Este, ya como de costumbre, el mejor Call of Duty vuelve a ser el que muchos tenemos en el recuerdo, no el que corre actualmente en nuestra consola.

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Call of Duty Black Ops Cold War

Plataformas PS4, PS5, Xbox Series, PC y Xbox One (versión analizada)
Multijugador
Desarrollador Treyarch, Raven Software, Sledgehammer Games
Compañía Activision
Lanzamiento 13 de noviembre
Precio 64,90 euros

Lo mejor

  • Un multijugador que sigue funcionando como un tiro
  • Destellos de genialidad en ciertos momentos de la campaña
  • La promesa de más mapas gratis

Lo peor

  • Campaña excesivamente corta
  • Un batiburrillo de ideas que no terminan de encajar o tener el peso necesario
  • Algunos problemas de rendimiento y estabilidad en la campaña

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