Gran Turismo, la película: crítica sin spoilers. La emoción del automovilismo de PlayStation llevada a la gran pantalla

Gran Turismo, la película: crítica sin spoilers. La emoción del automovilismo de PlayStation llevada a la gran pantalla

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Del videojuego a la vida real y, desde ahí, a la gran pantalla. La película de Gran Turismo es la fantasía hecha realidad de cualquier fan del automovilismo de PlayStation: más que llevar el videojuego a las salas de cine a través de la ficción, Sony Pictures apuesta por ofrecer al espectador y al jugador un biopic. Más concretamente, el biopic de Jann Mardenborough. La historia real de un fan de Gran Turismo y cómo el videojuego le cambió la vida. Una premisa realmente única y, a la vez, un acierto total.

De entrada, porque lo esencial brilla con luz propia: las carreras de la película son trepidantes. La manera en la que se lleva al espectador a circuitos legendarios para los enamorados del automovilismo y perfectamente reconocibles para cualquier jugador cumple y hasta sorprende. Pero es que, además, la pasión y la filosofía de Kazunori Yamauchi, el creador de la saga Gran Turismo, está implícita en cada uno de los actos del filme: a lo largo de sus dos horas y 15 minutos de metraje se derriba la barrera que separa a los jugadores de consola de los pilotos profesionales.

Que conste que, en muchos aspectos, la película de Gran Turismo es un cuento de hadas moderno. En lo bueno, y en lo no tan bueno. Estamos ante la historia de un chico cualquiera que, con la pasión por los videojuegos como combustible y el apoyo de dos hadas madrinas muy particulares, sigue la trazada ya marcada por cuentos como el de la Cenicienta y, no sin sobresaltos, acaba cumpliendo su sueño de pilotar para una gran firma del motor en representación de la saga de conducción de PlayStation. Ahí es nada.

Un biopic con licencias y cambios, que conste. A fin de cuentas, para condensar toda una carrera como piloto en algo más de dos horas de metraje se necesitan licencias y motivaciones especiales. Y, ya puestos, a la hora de mostrar la etapa como jugador de Mardenborough se ha cambiado la aparición del DualShock de la PS3 por un mucho más actual DualSense de PS5. Porque el product placement está muy, muy presente en Gran Turismo. Eso sí,  los cimientos que sostienen la premisa del guión son estupendos. Pero, ¿hasta qué punto estamos ante una buena película?

Gran Turismo: un cuento de hadas basado en hechos reales

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La gran obsesión de Jann Mardenborough (interpretado por Archie Madekwe) se resume en dos palabras: Gran Turismo. El joven inglés criado en Cardiff se conoce cada pista del videojuego al milímetro y tiene un talento natural a la hora de defenderse con su volante. Pilotando a más de 300 kilómetros por hora sin salir de su habitación.

En casa de los Mardenborough creen que debería dejarse de tanta videoconsola y empezar a labrarse un futuro serio. Hasta su hermano ha comenzado a despuntar en el fútbol. La otra realidad es que Jann ni siquiera tiene claro qué quiere hacer con su vida.  Al menos, hasta la aparición de un mensaje personalizado en el juego. Un ticket dorado a lo Willy Wonka en formato digital.

Al clasificarse como uno de los mejores jugadores de Gran Turismo, Jann es seleccionado de manera directa para la GT Academy, un nuevo programa de PlayStation y Nissan que le permitiría competir en circuitos reales. No desde su consola, sino a bordo de automóviles reales de competición. Eso sí, esto no es una recompensa sino una oportunidad: Jann deberá formarse junto a otros jugadores tan buenos como él y demostrar que es el mejor de todos. O, al menos, el que llega antes a la línea de meta.

El primer paso: enseñarles a no destrozar los coches de la academia.

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Detrás de esta iniciativa está Danny Moore (Orlando Bloom), y es un visionario. Tras años viendo el cada vez mayor desinterés por la pasión por conducir en la vida real y el auge de los videojuegos de conducción, le planteó a Nissan una iniciativa insólita: crear una academia de conducción para jugadores de videojuegos. Más concretamente, para los mejores jugadores de Gran Turismo.

Moore ve la oportunidad de transmitir la emoción del automovilismo a una nueva generación y todos aquellos que solo la han podido experimentar a través de las videoconsolas. Enseñarles a pilotar automóviles competitivos y darles la posibilidad de medirse con los pilotos profesionales en su mismo terreno. Planteando una duda muy razonable: ¿hasta qué punto un jugador realmente bueno puede plantarle cara a un corredor profesional?

¿Hasta qué punto un jugador realmente bueno en PlayStation puede plantarle cara a un corredor profesional?

La única condición puesta por Nissan: se debe garantizar la seguridad de los participantes de la GT Academy. Y no les falta razón: por muy buenos que sean en a los mandos de las consolas, en la vida real no hay un botón de reinicio. Y es ahí dónde entra en juego la otra hada madrina de este cuento: Jack Salter (David Harbour) se encargará de dirigir la academia y preparar a todos los estudiantes para las condiciones extremas al volante. Tanto a nivel físico como mental y, llegado el momento, también en lo que respecta a su autoestima frente al fracaso.

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El salto a la gran pantalla de Gran Turismo incluye momentos de conducción, por supuesto, y una cantidad enorme de guiños a los videojuegos. Pero no se pierde la perspectiva: es la historia de Mardenborough y de cómo el videojuego de PlayStation le dió una oportunidad única en la vida que supo aprovechar.

No solo por su empeño y constancia, que también, sino aplicando aquello que le distingue de los otros corredores con los que compite: cientos de conocimientos y trucos aprendidos a través de los videojuegos. Algo que Jann aplicará desde la academia hasta las 24 Horas de LeMans, pasando por circuitos como el temido autódromo de Nürburgring que siempre ha sido extremadamente desafiante tanto a los mandos como a volantes.

¿Cuánto hay de videojuego y cuánto de biopic?

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Que la película de Gran Turismo apenas tenga giros  en su trama y sorpresas es algo que se fundamenta rápido: su guión se basa en hechos reales. Jann Mardenborough fue el ganador más joven del programa GT Academy en la edición de 2011 y, desde entonces, ha estado compitiendo como corredor profesional en diferentes categorías. De hecho, y a modo de curiosidad, Mardenborough es el tercer ganador de GT Academy, dado que fue la tercera edición del programa coproducido entre Nissan y la propia Sony.

Como biopic, la película busca y logra transmitir un mensaje claro: Gran Turismo rompió la barrera que separa los videojuegos de PlayStation y las competiciones reales. Promoviendo la pasión por el automovilismo y la competitividad. Y, en el proceso, dejándonos con escenas de conducción sensacionales. Primero en los circuitos cerrados de la academia y, posteriormente, en eventos repartidos por todo el mundo.

Gran Turismo ofrece una proporción de metraje que, lógicamente, se centra fundamentalmente en la vida de Jann y no tanto en lo que ocurre en las consolas de videojuegos. Las carreras, en especial las que suceden en la carretera, tienen el cometido de mostrar su evolución como piloto y hacer avanzar la trama. Sin embargo, hay que admitir que el modo en el que están planteadas y rodadas le da un extra de personalidad a la película y, a su vez, presencia al propio videojuego de PlayStation.

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A través de los ojos de Jann o los indicadores que se superponen al metraje y parecen -intencionadamente- sacados de los videojuegos de automovilismo podemos entender a golpe de vista qué está pasando sin que se nos saque de la acción de la película. Empatizar con un protagonista plenamente concentrado y, por razones de lógica, aparece en pantalla con el casco puesto y, finalmente, representar la transición del videojuego Gran Turismo a las competiciones oficiales.

Dicho lo cual, y pese a ofrecer un vistazo general a la vida de Jann Mardenborough, lo cierto es que como película también se ciñe a lo que se espera de una producción Made In Hollywood con sus propios clichés. Hay rivalidades impostadas por aquí y por allá, y también momentos románticos que sirven para definir al personaje principal hasta los verdaderos puntos de inflexión de la película.

Un cuento de hadas para los enamorados de los videojuegos de conducción... Basado en hechos reales

Y, sin embargo, la actuación de Archie Madekwe como Jann pasa desapercibida frente a unos colosales David Harbour (Stranger Things) y Orlando Bloom (Legolas en El Señor de los Anillos) que siguiendo la analogía de las películas animadas de Disney, le hacen respectivamente de Bagheera y Baloo como si fuese El Libro de la Selva. Siendo, a todos los efectos, los verdaderos motores que sostienen la trama y le dan matices a cada carrera significativa que se ve en ella.

De hecho, en la vida real jamás existió el personaje de Harbour, el cual fue creado para la ocasión; y lo más parecido al papel que interpreta Orlando Bloom se aplica a Darren Cox, el creador original de la GT Academy y actual CEO de The Race Media. Pero, como decimos, ambos acaban siendo el alma y corazón de la película.

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Ante el triple desafío de trasladar la franquicia Gran Turismo y todo lo que ello supone a las salas de cine en clave de biopic, Neill Blomkamp. Un director clave y muy solvente para Sony Pictures que se pone al volante tras una sucesión de buenas rachas para el estudio y sus filiales (ahí tenemos District 9, Elysium y un Chappie que supuso una sorpresa) y vuelve a acertar por completo en el tono y el mensaje. Logrando retratar unas carreras verdaderamente memorables y, lo que es todavía más difícil, entendiendo de maravilla la verdadera esencia del videojuego.

Porque, insistimos, pese a estar basada en hechos reales, los acontecimientos de la película de Gran Turismo apenas aportan sorpresas. El espectador siempre va por delante de  todo lo que se muestra en pantalla quitando un puñado de escenas clave. Y eso no es malo. Sobre todo, cuando lo rodado con automóviles en marcha desde planos que parecen de videojuego cumple o supera las expectativas.

Pero, al final, nos toca resolver la gran pregunta: ¿hasta qué punto estamos ante una película a la altura del videojuego?

La respuesta rápida es que Neill Blomkamp consigue preservar y transmitir el genuino espíritu que forjó la saga de PlayStation, contando la historia de cómo la pasión por un videojuego derribó la barrera que separa la conducción en consolas de la que se vive en los circuitos profesionales. Con las reglas y los clichés de Hollywood, desde luego, pero también plasmando en pantalla el abanico de emociones que experimentan los jugadores de Gran Turismo al llegar al podio.

La opinión de VidaExtra

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Difícilmente se podía haber planteado mejor el salto de Gran Turismo a la gran pantalla: Neill Blomkamp sabe muy bien qué quiere ver el fan del videojuego y también el que simplemente quiere ver cochazos compitiendo. Encontrando, como denominador común, el ascenso de un Jann Mardenborough que simboliza y sirve como reflejo de todos los que hemos acumulado cientos o miles de horas al videojuego. Un friki de la PlayStation que se convierte en un profesional del volante.

Y ojo, que el auténtico Jann Mardenborough no solo participó tras las cámaras, sino que también fue uno de los conductores especialistas en la película. Detalles repartidos que logran que el sea conjunto más atractivo.

Si bien, hay pinceladas de ficción, la película de Gran Turismo es plenamente consciente de su razón de ser: lo mismo funciona como homenaje a los jugadores y fans del videojuego, que a modo de reconocimiento a la labor, la precisión y la pasión de Yamauchi y todo el equipo de Polyphony Digital. Y, en el proceso, se consolida la marca PlayStation en su propia expansión más allá de las consolas.

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La segunda película del sello PlayStation Productions, y la tercera producción ofrecida en 2023 (tras The Last of Us y Twisted Metal) se apoya en el concepto de  biopic para servir con éxito un cuento de hadas para los enamorados de los videojuegos de conducción, cuyos aciertos acaban pesando mucho más que sus clichés y, en su conjunto, encaja de maravilla con las sensaciones que se esperan al jugar y competir en la saga Gran Turismo.

Y, siendo justos, captar esas sensaciones y plasmarlas en la gran pantalla ya es mucho más de lo que han logrado otras producciones que fracasaron, bien al intentar adaptar un videojuego o directamente como película.

La película de Neill Blomkamp no ambiciona ser la versión definitiva de un videojuego que, de hecho, siempre ha carecido de una historia propiamente dicha. Su razón de ser es reflejar todo lo que hace especial la saga de PlayStation y cómo está fomenta la genuina pasión por el automovilismo. A veces desde los mandos, y otras desde el asiento del conductor. Y, en ese aspecto específico, la película de Gran Turismo se ha ganado poder beber del champán destinado a los campeones. O, al menos, a los que se merecen subir al podio.

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