Crítica de Castlevania: la temporada final. La serie de Netflix basada en el videojuego de culto concluye entre sonoros latigazos y fuertes emociones

Crítica de Castlevania: la temporada final. La serie de Netflix basada en el videojuego de culto concluye entre sonoros latigazos y fuertes emociones

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Desde el principio, las cuentas no salían. En tan solo diez episodios de menos de media hora era imposible que la cuarta y última temporada de la adaptación animada de Castlevania diese forma a las muy insinuadas tramas de Symphony of the Night y Curse of Darkness. Y eso que la serie de Netflix ha dejado maravillosos y muy convenientes cabos sueltos en sus más de treinta episodios y cada uno de sus adelantos. ¿Una oportunidad perdida? Todo lo contrario.

La decena de episodios que componen este épico final del viaje de Trevor Belmont, el cual empezamos con apenas cuatro capítulos en 2017, es todo lo que pueden esperar los fans del videojuego, los apasionados por la fantasía oscura y aquellos que, simplemente, han disfrutado de la serie animada de Castlevania pese a sus defectos, que los hay. Y eso ya es un logro en sí mismo.

Porque a la enorme visceralidad a la que Powerhouse Animation Studios nos ha acostumbrado, y de eso hay mucho en esta intensa tanda de episodios, hay que sumar el mayor peso de unos personajes que han encontrado su propia madurez y que, en el proceso, se enfrentan a amenazas a una escala mucho mayor. Llevando al espectador junto a Trevor, Sypha y al mismísimo Alucard, hacia un desenlace espectacular que, pasado el ecuador de la temporada, ya comienza a dejar unas estupendas sensaciones y un intencionadamente marcado tono de despedida.

En cierto modo, asentando y poniendo los cimientos de cara a todos esos proyectos animados que Netflix tiene actualmente en producción. Estableciendo, en un mismo movimiento, la estela a seguir de las próximas adaptaciones del videojuego a la pequeña pantalla.

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La cuarta temporada de Castlevania se compone de diez intensos episodios en los que se palpa la devoción de sus creadores por las entregas más celebradas de la saga de culto y, en el proceso, encauza sus contenidos y fuertes pinceladas del material original a una historia que, pese a ser una muy digna y legítima adaptación de Castlevania y su universo, acaba encontrando su propia identidad.

Dicho de otro modo: la Castlevania de Netflix sabe cuándo y como desviarse del legado de Konami y acierta a la hora de tomarse sus propias licencias, pero también es plenamente consciente de aquello que los fans más puntillosos desean ver en pantalla. Un doble reto que, como veremos, la productora de Adi Shankar pasa con nota.

Acción, emociones y sangre a borbotones para un apoteósico acto final

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Incluso tras la derrota del mismísimo Drácula, los ejércitos de las grandes casas vampíricas y las criaturas de la noche siguen azotando toda Europa. Y pese a que en estos tiempos oscuros todavía algunos no han perdido la esperanza,  el cansancio es cada vez más acusado en los rostros del poco ortodoxo héroe Trevor Belmont y la erudita Sypha Belnades.

Durante semanas, la pareja de cazavampiros se las ha tenido que ver con toda clase de bestias y abominaciones mientras continuaban su cada vez más intensa purga por el viejo continente: cada vez hay más signos de que las fuerzas oscuras intentan traer al mundo de los vivos al Señor del Mal y  la fatiga comienza a pasar factura a sus latigazos y hechizos.

Tras los pasos de Trevor y Sypha, un enorme rastro de vísceras, extremidades mutiladas y charcos de sangre de lo que una vez fueron criaturas de la noche y simpatizantes del mal. Sin embargo, el legado Drácula no es la única amenaza que emerge con fuerza en estos tiempos cada vez más oscuros: el cada vez mayor ejército vampírico de Carmilla y sus hermanas toma posiciones, y muy pronto su arma más poderosa habrá sido forjada.

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En una de las estancias más altas del castillo de Styria, Héctor está dando forma a su nuevo martillo. Bajo las órdenes directas de la noble vampiresa Lenore, el maestro forjador crea la herramienta con la que proveerá al emergente clan de Carmilla de un ejército de monstruos y criaturas emergidas desde más allá de la vida. El objetivo: generar un ejército con el que la propia Carmilla sacie su cada vez mayor sed de conquista y dominación. Expandir sus dominios a lo largo de todo el mundo conocido.

Mientras tanto, en el retorcido y cada vez más marchito Castillo de Drácula, el medio vampiro y heredero legítimo del señor de los vampiros Alucard, quien parecía condenado a vivir  mil vidas en soledad, recibe un mensaje inesperado: no muy alejado de su fortaleza, un pequeño poblado  está siendo sitiado por criaturas de la noche. Sus habitantes, desesperados,  reclaman ayuda al señor del castillo.

La mitad humana de Alucard se inclina a ayudar a los necesitados. Su otra naturaleza, la que de verdad será decisiva para contener las fuerzas del mal, percibe una amenaza todavía mayor tomando forma. En cualquiera de los dos casos, el hijo de Drácula tomará parte en el conflicto portando su escudo y manteniendo su otra mano próxima a su letal espada.

Como en las tres temporadas anteriores, el arco final de la serie animada de Castlevania está bien regado de acción con violencia muy explícita. Su diseños y estética, descaradamente influenciados por el anime nipón y las ilustraciones de Ayami Kojima, casan muy bien con el tono de fantasía oscura que irradia cada capítulo.

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En este aspecto, todo lo que brilló con acierto en los 22 episodios anteriores de Castlevania dice presente en esta cuarta temporada, aunque hay un matiz nuevo en la ecuación: pese a que todos los personajes, héroes, villanos e incluso las nuevas incorporaciones, desprenden cierto aire sombrío o melancólico, al encauzarse cada trama y cabo suelto hacia su final se desprende cierto positivismo. Curiosamente, lejos de romper con la tónica general, eso le sienta especialmente bien al conjunto.

Pese a que, como comentamos al principio, nos quedaremos sin ver los acontecimientos de Castlevania: Symphony of the Night en la pequeña pantalla o Héctor no tendrá su gran momento de protagonismo como vimos en Curse of Darkness, la serie de Netflix sabe intercalar con generosidad momentos, animaciones muy concretas, detalles más que evidentes y sutiles guiños que evidencian que estos juegos (y otros muchos, como Rondo of Blood) forman parte del ADN del proyecto.

Lo cual no está reñido con la creación de nuevos personajes para la ocasión y la consecuente sucesión de acontecimientos que no se limitan a dar forma y hacer evolucionar a los protagonistas y antagonistas, sino que cimentan con acierto todas y cada una de las muchas licencias argumentales de Castlevania como serie animada hasta convertirla en una versión única y, a la vez, legítima dentro del enorme lore elaborado por Konami durante décadas.

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Porque lo que comenzó siendo una muy meritoria adaptación de Castlevania III, uno de los incuestionables mejores videojuegos de toda la saga de Konami, ha derivado en una historia con su propio peso. Con su propia versión del personaje de Alucard, de Saint Germain o del mismísimo Drácula. Y, en el proceso, difuminando a ojos del espectador los conceptos de luz, oscuridad, heroicidad y redención.

Por supuesto, la violencia, la sangre, las deformaciones y mutilaciones por cuenta de pesadillas tienen su merecido protagonismo en los nueve primeros episodios de este arco final, reservándose la productora de Shankar un último episodio en forma de epílogo con el que cierra todos los cabos sueltos y, de propina, consigue robar más de una sonrisa al espectador a base de darle a cada actor principal su justo y merecido destino.

Castlevania, una de las mejores adaptaciones de videojuego jamás hechas para la pequeña pantalla

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Podríamos debatir largo y tendido sobre si la animación de Castlevania es la que se merecía la saga de culto de Konami, pero lo cierto es que ésta flaquea cuando toca dar peso a la trama y sabe brillar cuando las circunstancias y la acción lo requieren: en esta cuarta temporada Powerhouse Animation Studios sigue sabido dotar de intensidad a las secuencias más intensas y, en el proceso, logra darle al espectador un clímax y un epílogo a la altura de la serie en su conjunto.

Es cierto que muchos de los caminos abiertos a lo largo de la tercera temporada son encauzados y cerrados en base a acomodarse a los últimos diez episodios de algo más de veinte minutos. La productora de Shankar es plenamente consciente de ello y se toma la molestia de dar a Isaac y Saint Germain, personajes con un enorme potencial, los minutos necesarios para justificar sus decisiones y el devenir de sus propios destinos. Siendo justos, esto es algo que la serie de Castlevania ha hecho muy bien.

Por otro lado, y como contrapunto a lo anterior, todos los grandes protagonistas y antagonistas de la historia tienen montones de momentos para lucirse a lo grande. No únicamente a través de las escenas de acción en entornos muy bien escogidos para mantenerse fieles a la estética de los juegos originales, que también, sino a través de diálogos y pretensiones que manifiestan en pantalla el largo viaje emocional que éstos ha pasado desde las dos primeras temporadas.

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En este aspecto, Castlevania, la serie animada, acierta de pleno al reimaginar el universo de los videojuegos y, desde la devoción a éstos, barrer para casa e hilar una historia interesante con personajes con voz y motivaciones propias en una época de fantasía decadente y sombría. Evocando sensaciones de anime sin serlo y sin caer con descaro en los clichés de los shonen, aunque mucho de éstos se hacen más o menos inevitables durante los compases finales.

Como resultado, Castlevania no necesita una quinta temporada o un spin-off protagonizado por aquellos que todavía pueden aportar mucho a este universo animado. Un mundo de fantasía oscura que se mueve constantemente entre lo conocido a través de los videojuegos y lo creado a medida para los fans del videojuego. No para Netflix, ni tampoco para hacer merchandising.

Lo cual, por otro lado, nos hace tener grandes esperanzas con todo lo que está por llegar en la plataforma de Video on Demand. Al menos, por parte de Shankar Animation y Project 51 Productions. Porque lo de Dragon's Dogma, definitivamente, es harina de otro costal.

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Por lo pronto, lo que comenzó con cuatro episodios y pasó a ser una libre adaptación de Castlevania III: Dracula's Curse, con infinidad de elementos tomados con cierto descaro de diferentes entregas de la saga, acabó fraguando en una serie  totalmente imprescindible para los fans de los Belmont y el conflictivo linaje de los Tepes.

Así, Castlevania, la serie animada, se consagra a sí misma como una auténtica carta de amor a una saga de videojuegos. Dividida en cuatro temporadas y 32 episodios, algunos mejores que otros, que evocan y retienen la esencia de una serie de juegos que -pese al muy prolongado lapso desde la última entrega publicada- no solo se resisten a ser olvidados, sino que son recordados con una devoción especial. Más o menos, como la que despierta el propio Drácula.

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