The Legend of Zelda: Breath of the Wild seis años después: los inicios, el presente y el futuro de la Hyrule infinita que nos enamoró

The Legend of Zelda: Breath of the Wild seis años después: los inicios, el presente y el futuro de la Hyrule infinita que nos enamoró

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Breath Of The Wild

La quintaesencia de la aventura en los videojuegos tiene nombre propio: The Legend of Zelda. Una saga que no conoce otra cosa que no sea la excelencia, pese al propio desafío de reinventarse con cada nueva entrega y, a la vez, tener un calado especial tanto con los fans como con aquellos que vienen de nuevas. Estableciendo, a base de grandes ideas, el camino a seguir desde los tiempos de NES, Nintendo 64, GameCube o Nintendo Switch con videojuegos revolucionarios que aparecen una vez por cada generación. A veces, con suerte, dos veces.

El mejor ejemplo de ello, o al menos el más reciente, es el salto evolutivo de The Legend of Zelda: Breath of the Wild. Sobre todo si partimos desde los tres juegos anteriores. Tri Force Heroes, A Link Between Worlds y Skyward Sword son extraordinarios, pero lo que heredan los unos de los otros . Una muestra de la magia nintendera y el empeño por superar sus propios listones. Un hito que, por cierto, tardó seis años en alcanzarse.

Zelda: Breath of the Wild llegó a las estanterías en marzo de 2017 siendo a la vez el buque insignia de Nintendo Switch (muy pocos valientes se atrevieron a compartir día de lanzamiento) y el canto del cisne de Wii U. Desde entonces, se ha convertido en una obra de paso obligado en ambos sistemas y uno de los máximos superventas de la consola dos en uno de Nintendo. Un honor que ostenta junto a Mario Kart 8 Deluxe o Animal Crossing con casi 30 millones de copias vendidas. Poca broma.

Lo que hace único al juego lo sabemos bien. Lo que hereda de otros grandes clásicos más allá de Nintendo, como Skyrim o Shadow of the Colossus (según declaraciones de sus creadores) también. Desde sus compases iniciales logra conectar con el jugador e insuflarle sensaciones concretas, incluyendo la curiosidad por explorar o experimentar con sus mecánicas y, de manera gradual, reconducir la libertad intrínseca de esta aventura hacia la épica resolución de un conflicto épico que lleva un siglo latente.

Elementos que convierten a The Legend of Zelda: Breath of the Wild en una obra maestra. Lo cual nos lleva a preguntarnos. ¿cómo se forja un juego de este calado? Bueno, todo empezó hace aproximadamente hace doce años. Cuando los imponentes Guardianes tenían un original aspecto que los hacía parecer poderosas arañas y Link, el héroe de Hyrule, todavía llevaba su característica túnica verde.

El germen de una nueva aventura: Zelda HD Experience

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¿Alguna vez te has preguntado por qué Wii U no tuvo su propio juego de Zelda?

Bueno, técnicamente los tuvo, como su Hyrule Warriors o agradecidos regresos a través de la retrocompatibilidad, la consola virtual o revisiones en Alta Definición de entregas recientes. Pero la tradicional entrega propia de cada sobremesa llegará con Breath of the Wild el mismo día que Nintendo Switch. Y eso, quieras que no, la ha convertido en una consola de transición para la propia saga.

Decir que no había planes es injusto, que conste. En realidad todo nace de un salto técnico en la industria de los videojuegos que se había estandarizado y que Nintendo se había resistido a dar durante demasiado tiempo.

El equipo de Nintendo EPD comenzó a trabajar en el siguiente juego de la saga The Legend of Zelda muy poco después de concluir el desarrollo de Zelda: Skyward Sword. Podría parecer lo lógico y lo natural, pero originalmente, durante años, los equipos de desarrollo de la Gran N intercalaban el lanzamiento de un juego de Mario con uno de The Legend of Zelda. 

Sin embargo, tanto la nueva entrega como Nintendo debían enfrentarse al hecho de que el regreso de Link debía mostrarse en HD. Metidos en la nueva década posterior al cambio de milenio no había excusas.

Como supimos mucho después, pese a que otros sistemas ofrecían juegos en HD con total naturalidad, los costes de dar el salto a la Alta Definición pillaron completamente con el pie cambiado a la Gran N, lo cual derivó en tener que invertir más tiempo y más presupuesto en cada juego para Wii U. Algo que, bajo ningún concepto, podía solapar otro hito: se debía estar a la altura de los anteriores juegos de Zelda.

La buena noticia: a diferencia de Wii, la nueva consola de sobremesa de Nintendo estaba más que preparada para ofrecer contenidos que se midiesen en aspecto, tecnología y ambición con las contemporáneas consolas de Sony y Microsoft. Algo de lo que se preocupó mucho y bien de mostrar al mundo durante el E3 de 2011.

Siguiendo la tradición de mostrar generosos avances y demostraciones técnicas capaces de hacer fantasear a los fans, Nintendo ofreció un aperitivo de cómo sería el próximo gran juego de The Legend of Zelda durante la gran feria del videojuego de los ángeles. El nombre, además, era una declaración de intenciones: Zelda HD Experience.

Aquello no era un avance del juego en sí, sino una demostración de cómo el hardware de Wii U beneficiará a la saga de aventuras y al propio héroe de Hyrule, incluyendo en el proceso una enorme araña como las vistas en anteriores entregas de la saga, pero con un comportamiento, acabados, proporciones y unas reacciones que mostraban el salto que se había dado desde Wii.

Y no solo eso, sino que en ese mismo evento Nintendo comenzó a mostrar cómo el nuevo mando de Wii U, más tradicional en lo que respecta a su sistema de control, podía proporcionar nuevos matices a la experiencia de Zelda al añadir a la esencia de los clásicos una pantalla táctil integrada capaz de mostrar mapas, alterar la cámara o llevar el juego más allá de la propia pantalla de nuestra televisión en el sentido más literal.

Pero, como dijimos, aquello solo era una demostración técnica. Nada más. Hubo que esperar hasta 2013 -dos años en la industria del entretenimiento es muchísimo tiempo- para que Nintendo hiciese oficial el verdadero juego de The Legend of Zelda que tenían entre manos. Y, como veremos después, lo prometido no se parecía mucho a lo visto.

Siendo justos, lo que no nos pilló tan de nuevas es que, pese a que originalmente se anunció para 2015, Nintendo decidió aplazar el regreso de Link hasta alcanzar las expectativas puestas. Así, tras varios años jugando al misterio sobre la sucesora de Wii U, se anunció que The Legend of Zelda: Breath of the Wild llegará en marzo de 2017.

El motivo: actuar como gran ariete para Switch de cara a una Nintendo que, tras su salto a móviles, pedía un nuevo impulso como marca. ¡Y vaya si lo logró!

"Gutto Kuru!", el truco para redibujar una saga de culto

Zelda Botw 8 Bis

Con el contexto planteado, regresamos a la pregunta original: ¿cómo se forja un clásico instantáneo de Zelda? En el caso específico de Breath of The Wild la clave consistió en llegar a las raíces de la saga y, una vez allí, agitarlo todo. Romper las concepciones previas y mantenerse fieles a lo esencial. No es una apreciación a la ligera, sino una intención declarada de sus creadores bajo un lema que será clave para alcanzar las expectativas. "Gutto Kuru!"  lo cual se podría traducir mal y pronto cómo romper el ciclo.

Así, y tal y como explicarían los creadores de The Legend of Zelda: Breath of the Wild solo un par de días antes del lanzamiento del juego con motivo de la Game Developers Conference 2017, se llevó toda la saga del Héroe de Hyrule de nuevo a la mesa de diseño para replantear cómo debía darse el salto evolutivo. Y pese a tratarse de un enorme desafío, había toneladas de ideas: desde reintroducir a Link como un joven rockero que viaja en motocicleta a la introducción de series alienígenas.

Cuestionando frontalmente el concepto de diseño de "Ensayo y error" por una visión mucho más amplia de lo que podían ofrecer a los jugadores.

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Con esa creatividad y la constante lluvia de ideas lo normal es perder la perspectiva. Sin embargo, y pese a que el gran plan era llevar la saga de Zelda a la Alta Definición, todos los grandes juegos de Nintendo se crean sobre la misma base: introducir nuevas ideas jugables y, a partir de ahí crear los puzles, los enemigos, el nuevo mundo y la historia. No necesariamente en ese orden, por cierto.

Así que, para que todo aquello cuadrase sin solaparse, se procedió a hacer algo diferente: independientemente de que el objetivo fuese dar un salto de calidad en lo técnico, las primeras pruebas para ver si los diseños del próximo juego de Zelda eran acertados se hicieron con una reconstrucción con una estética idéntica a The Legend of Zelda, el juego original de NES.

Si Breath of the Wild funcionaba con un Link en 8Bits en un mundo abierto plano, también lo hará en una Hyrule en 3D.

De hecho, en este aspecto The Legend of Zelda: Breath of the Wild introdujo enormes cambios dentro de la saga. Se introdujo un concepto de tecnología largamente pospuesto dentro a nivel interno, por primera vez todos los personajes con los que interactuaba Link tenían voz (los Zeldas de CD-I no cuentan) y, lo más importante de todo: se abordó el desafío de convertir Hyrule en un colosal mundo abierto sin límites.

Siendo estrictamente justos, la idea de un Zelda de mundo abierto era un concepto relativamente recurrente en las anteriores aventuras. En el juego de NES tenías un sistema de exploración completamente libre. En Ocarina of Time había una enorme zona abierta de exploración y la manera en la que Wind Waker ofrecía libertad al jugador a través del concepto de navegar con o sin propósito habían dado muy buenos resultados.

Y no solo eso: Shigeru Miyamoto, el creador de la saga, planteó que The Legend of Zelda: A Link to the Past, fuese un mundo abierto, pero al final entendió que ese concepto podría intimidar o provocar que los jugadores se perdiesen sin rumbo en lugar de progresar en la aventura.

Viendo lo bien planteado que está la Hyrule de Breath of the Wild, en cierto modo es imposible no darle la razón. Para variar.

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Eso sí, la libertad de The Legend of Zelda: Breath of the Wild no reposa únicamente en la idea de poder ir dónde queramos o la manera en la que está planteado el progreso del juego, sino un divertidísimo sistema de físicas, efectos y reacciones que brotan al curiosear con la Piedra de Sheikah, un instrumento multiusos que nos permite hacer increíbles proezas y experimentos absurdos que, contra todo pronóstico, salen bien.

Y pese a ello, lo esencial prevalece: la sensación de sumergirte en una aventura sin fin. La genuina emoción por el descubrimiento y el logro bien merecido. La auténtica experiencia de ser el héroe de una gran aventura. Elementos que prevalecen intactos seis años después.

Cómo fue sumergirse en el mundo abierto de Hyrule en 2017 y cómo es en pleno 2023

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Regresar a The Legend of Zelda: Breath of the Wild es una experiencia extremadamente satisfactoria. Quizás, solo superable por la genuina emoción de empezarlo desde cero. Algo que, ya te adelanto, me vi obligado a hacer en tiempo récord.

Cuando en 2017 compré Nintendo Switch y la edición especial de The Legend of Zelda: Breath of the Wild me topé de frente con que uno de los dos mandos Joy-Con tenía un comportamiento errático. Un problema de fabricación, como le puede pasar a cualquiera.

Por aquel entonces no existía Nintendo Switch Online o algo tan simplón como poder guardar el archivo de la partida en una tarjeta externa, con lo que el proceso fue poner la consola con los ajustes de fábrica, perder de manera fulminante mis primeras aventuras en Hyrule, e iniciar el trámite para reemplazar la Switch por otra.

Lo bueno de haberlo hecho en un comercio local es que tardé en tener el modelo que uso a día de hoy lo que implica ir y regresar del almacén con otra caja.

Screenshot 2050 "Here we go again!"

Tardé en ver el final del juego lo que me dio la gana. Lo disfruté sorbito a sorbito y sin echarle el ojo a ninguna guía salvo por las recetas de cocina. Y no por el miedo a los spoilers sobre la historia, sino porque estaba decidido a superar cada Santuario, unos templos repartidos por todo el mapa y que ponen a prueba nuestra destreza e ingenio, por mi mismo. Algo que logré.

A diferencia de otros juegos, completar The Legend of Zelda: Breath of the Wild no me dejó una sensación de vacío porque sabía que me quedaba mucho por ver y por descubrir, con lo que seguí regresando de manera recurrente. Sobre todo, tras la llegada de dos nuevos DLCs que añadían más riqueza y contexto a la aventura, nuevas armas que piden ser usadas y hasta una flamante motocicleta. ¿Por qué no?

Quizás, por la suma de todo lo anterior, regresar a mi partida original seis años después me resultó como regresar a casa tras una larga ausencia.

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The Legend of Zelda: Breath of the Wild tiene una rejugabilidad colosal que se apoya con gracias sobre un apartado artístico que se niega a envejecer. Que resulta distintivo, reconocible y atemporal.

Entré a echar un ojo al juego a ver cómo había envejecido a nivel jugable y de presentación, y me encontré con que habían pasado cuatro horas y seguía dando vueltas a mi ritmo. Sin aburrirme ni un solo minuto. Cuánto podrían aprender tantos juegos actuales al respecto.

Al repasar los menús y lo que llevaba encima me topé con algo inesperado que me dibujó una sonrisa: las armaduras que obtuve con empeño y determinación servían a modo de medalla de desafíos cumplidos y aventuras superadas. De historias dentro de otras historias y de logros frente a lo imposible. Como aquella Espada Maestra que me costó tanto extraer por no tener los suficientes corazones cuando se me cruzó en mi camino.

Por otro lado, en pleno 2023 es imposible no reconocer la influencia de The Legend of Zelda Breath of the Wild en muchos de los bombazos que llegaron después y a su propio ritmo.

  • En un Genshin Impact cuya movilidad y sistema de exploración le debe mucho a Nintendo.
  • En un Immortals Fenyx Rising que hereda mucho del espíritu de la saga de Zelda, con cierta predominancia en torno a esta aventura de mundo abierto.
  • Y hasta en un Elden Ring cuyas Tierras Intermedias, pese a irradiar identidad propia, se presta mucho y bien a las comparaciones con el Reino de Hyrule.

Tres ejemplos especialmente destacados de muchos que podríamos dar. Y, sin embargo, sólo un legítimo sucesor a sus hitos: The Legend of Zelda:  Tears of the Kingdom

El futuro de la Hyrule que nos enamoró: Tears of the Kingdom

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Puede que los retrasos sean una especie de tradición con respecto a la saga de The Legend of Zelda, pero Nintendo sabe medir muy bien los tiempos.

Durante el E3 de 2019, dos años después del lanzamiento de Breath of the Wild y con los dos DLCs lanzados, se anunció la nueva entrega principal de la saga con una simple pero no muy frecuente peculiaridad: se trataba de una continuación directa, con los mismos protagonistas y el mismo Reino de Hyrule. Bueno, más o menos el mismo.

El secretismo y el misterio en torno al juego llamado durante años y de manera oficial como la secuela de The Legend of Zelda Breath of the Wild no impidió que los fans escudriñásemos cada detalle, cada plano y cada pista suelta de los avances que han llegado desde entonces y con una irregularidad muy calculada. A fin de cuentas, mantener el suspense sobre el juego es parte de la experiencia. El otro gran objetivo: redescubrir por completo la Hyrule que nos enamoró.

The Legend of Zelda:  Tears of the Kingdom, el nombre definitivo de la secuela de Breath of the Wild, nos trae de vuelta al infinito mundo abierto de Hyrule con sonadas novedades que incluyen nuevas armas, nuevos poderes especiales y, por supuesto, muchos más enemigos reclutados por una amenaza que se extiende por todas las tierras del Reino. E incluso más allá.

Tears of the Kingdom expande lo visto en Breath of the Wild llevándonos a los misterios y aventuras que hay más allá de las montañas más altas de Hyrule, mostrándonos montañas flotantes, nuevas civilizaciones y modos completamente originales de surcar lo conocido y lo desconocido.

Desafiando la lógica, la realidad y hasta lo visto previamente en otros juegos de The Legend of Zelda.

Siendo, a todos los efectos, una extensión del concepto de "Gutto Kuru!" que tan bien funcionó hace seis años: romper con lo conocido y lo ya establecido. Solo que en esta ocasión la base sobre la que se sostiene la nueva aventura de Link tiene unos cimientos muy sólidos: la incombustible grandeza de Breath of the Wild.

Una grandeza que, en esta nueva aventura que nos invitará a surcar los cielos, redescubriremos desde nuevos puntos de vista. 

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¿Estará The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom a la altura del impacto generado por Nintendo en 2017? Bueno, no tardaremos demasiado en averiguarlo. Pero algo tenemos seguro: tal y como ocurre con A Link to the Past, que fue sucedido por Link Between Worlds; y un Ocarina of Time que continuó con Majora's Mask, estamos completamente convencidos que durante los próximos seis años seguiremos hablando de The Legend of Zelda: Breath of the Wild. Como mínimo.

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