Fanhunter, el descacharrante universo Cyberpunk de Cels Piñol que también pide a gritos su propio videojuego

Fanhunter, el descacharrante universo Cyberpunk de Cels Piñol que también pide a gritos su propio videojuego

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Durante años he visto como los juegos de rol de mi juventud han dado el salto al PC y las consolas, incluyendo soberbias adaptaciones de Dungeons & Dragons, La llamada de Cthulhu y Shadowrun. Y la cosa va para rato: sin ir más lejos, en 2020 se lanzarán Cyberpunk 2077 y seguiremos ahondando en el universo de Vampiro: la mascarada. Un sueño para cualquier flipao por los dados criado en los 90. Y, pese a todo, Fanhunter, el juego de rol épicodecadente sigue sin tener su propio videojuego.

Hemos visto multitud de parodias en los juegos de rol tradicionales, pero la obra de Cels Piñol es de esas que llevan la palma. El barcelonés dibujó una distopía que recogía todo un legado del cine y literatura de ciencia ficción, la epicidad de Marvel Comics y Star Wars, el fenómeno manganime y, en términos generales, todo lo celebrable en un salón del cómic; y lo llevó al surrealismo más absoluto con generosas dosis de crítica y humor ácido.

Una distopía, por cierto, afincada en Barcelona. O más bien en Barnacity, una torcida y futurista versión de la ciudad condal en la que se entremezcla el costumbrismo local con la Night City de Mike Pondsmith y unos  regímenes totalitaristas que parecen haber salido de una tarde de risas y cervezas con Ray Bradbury y Francisco Ibáñez, los autores de Fahrenheit 451 y Mortadelo y Filemón respectivamente.

A fin de cuentas, estamos hablando de una realidad en la que está prohibida toda forma de subcultura (incluidos los videojuegos) con la única excepción de las obras de Philip K. Dick. Eso sí, el tono de Fanhunter no es depresivo, sino mordaz y alocado. Un retrato paródico de una sociedad en la que solo hay una cosa más divertida que la enfermedad que acusa: el propio remedio que intenta salvarla. Y en el juego de rol, nosotros somos ese remedio.

Porque, al final, Fanhunter son las descacharrantes aventuras de unos desafortunados (pero muy valientes) narigones. Los tan reconocibles dibujos de Piñol, con patas muy cortas y napias realmente generosas. Pero también una carta de amor a la subcultura que, desde hace mucho tiempo, merece una oportunidad justa en consolas y PCs.

Bienvenidos a Barnacity, capital de Europa y coto cultural del excelentísimo Alejo I

Si bien el gérmen de los narigones viene de unas tiras cómicas protagonizadas por los fans de la subcultura -y el ocio en términos generales- con la firma de Cels Piñol, las primeras páginas de Fanhunter llegarían en formato de fanzine autopublicado, contando más adelante con el apoyo editorial de Planeta Deagostini a través de su sello comiquero Forum y, años después, Panini continuaría su dilatada trayectoria en los cómics.

Eso sí, Piñol no ha estado solo: los delirantes sucesos acontecidos en Barnacity han sido perpetrados a través del talento y los lápices de varios autores especialmente destacados como JMV de El Señor de los Panchitos, Nacho Fernández de Dragon Fall o un David Baldeón que se afincó en Marvel.  Muestra de ello es nuestra imagen de portada, ilustrada por el propio Cels Piñol y coloreada por el siempre genial Alex Santaló.

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En 1992, el universo Fanhunter y las puertas de la imaginaria Barnacity de Piñol se abrirían a los fans con el juego de rol épicodecadente, un pequeño manual valorado en unas 700 ptas. Unos cuatro euros al cambio sin tener en cuenta la inflación y una muy conveniente ventaja frente a otros manuales de rol. Un conjunto de páginas en blanco y negro diseñado por Chema Pamundi que proyectaba las sátiras del barcelonés a un nuevo nivel.

Tanto en el juego de rol como en el cómic se nos presentaba una sociedad en la que Alejo Cuervo (una versión caricaturizada con poco o nada de tacto del actual director de Ediciones Gigamesh) da un golpe de estado a nivel internacional, se autoproclama como Papa -literalmente- y censura cualquier subcultura con la excepción de las obras de Philip K. Dick, las cuales pasan automáticamente a ser la nueva religión obligatoria.

Por no hablar de los Tintín Macutes, una inagotable horda de clones obsesionados con la obra de Hergé que visten íntegramente blanco. Una  fuerza de combate Made in France, totalmente al servicio de Alejo I y sus turbios propósitos.

Tintín Macute

Lógicamente, estos sucesos despertaron ampollas entre los habitantes de la ficticia Barnacity que, en el mismo proceso, se convertiría en la capital de Europa y referente mundial.

Así, John Konstatin (basado en el personaje de DC Comics John Constantine) lideraría la resistencia junto con Don Depresor (Dan Defensor, es decir Daredevil), Doctor X-Traño, Micro, Jefe Ryback (Básicamente, Steven Seagal en todas sus películas) y un desfile sinfín de personajes marcadamente paródicos e igualmente memorables.

Y si bien en los cómics nos es presentada toda una trama con descaradas referencias a cómics, las películas de Ciencia Ficción como Star Trek o Star Wars (cuyo equivalente a la fuerza se conoce como la pichurrina), la referida Fahrenheit 451 o el fenómeno manga entre otros muchos, en el juego de rol se nos da la oportunidad de tomar partido en la lucha contra las tropas de Alejo de manera directa. Algo especialmente interesante.

Lo que hace tan especial (y divertido) el juego de rol de Fanhunter

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Si la serie de cómics es un constante vendaval de sátiras y guiños a todas las ramificaciones imaginables de la subcultura, Fanhunter, el juego de rol épicodecadente ofrece a los jugadores una experiencia inspirada en ese fascinante universo desde de una versión acomodada de los juegos de dados y papel. Una capaz de provocar lágrimas y dolores de estómago de la risa

Siendo sinceros, el juego de rol se disfruta más y mejor partiendo de algo simple: el universo Fanhunter es una sátira surrealista, así que entrar en él es adentrarse a las bravas un carrusel de acontecimientos y aventuras sin cuestionar demasiado qué está pasando. Es más, se nos invita a entrar al trapo siempre que la ocasión se tercie y, lo que es todavía más importante, se nos inspira a experimentar con lo que normalmente no haríamos en otros juegos de rol.

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De hecho, en mi copia de Fanhunter, una segunda edición, ya se nos adelantó en la introducción del manual que se habían modificado las pocas reglas coherentes y bien hechas para que no desentonaran con el resto. Toda una declaración de intenciones.

La propia Barnacity, según lo que se da a entender en el manual, es una muy libre adaptación de la Night City de Cyberpunk 2020 reflejada en la Barcelona contemporánea a la publicación del juego de rol, con sus diferentes distritos y -lógicamente- los narigones del cómic de Piñol y los Tintín Macutes pululando por las calles con sus propios líos. Un pequeño gran detalle que le da un toque extra de locura al conjunto.

Si bien en lo jugable es terriblemente sencillo de entender y ofrece un fascinante e inagotable margen a la creatividad de los jugadores (y árbitros de juego), lo que siempre me ha gustado más de Fanhunter, como juego de rol, es su sistema de mejoras. O más bien, sus Taras y sus Coñas.

A la hora de crear nuestra hoja de personajes están los atributos habituales (músculo es la fuerza física, neuronas la inteligencia, las agallas es algo así como la escuela de la calle...) en incluso la Potra, ese recurso extra de suerte que nunca está de más reservar para cuando la situación lo requiere.

Sin embargo, además de los arquetipos -las tradicionales clases- deberemos elegir habilidades, y los puntos que se nos dan para asignar no son demasiados y tampoco llegaremos demasiado lejos sin ellas. Así que toca hacer sacrificios y es ahí donde entran las Taras.

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En Fanhunter nosotros mismos elegiremos el tipo y la cantidad de taras que arrastrarán nuestros personajes. Trabas y puntos oscuros (y bastante chungos) de la personalidad o el estado físico de nuestro narizón. A través de estas estaremos condicionados durante toda la partida, incluso frente a los peligros que se nos avecinan. Y, de paso, darle un punto de color a toda la experiencia.

Estamos hablando de toda clase de estigmas, fobias o códigos de honor que condicionarán al personaje que interpretamos; pero también de un archienemigo -o varios- que aparecerán en el momento menos oportuno, atrofias (mientras peores, más puntos), las paranoias, los cruces de cables… Incluso está la siempre sensacional Tara de ser Cenizo y atraer la mala suerte hacia nosotros y nuestro equipo.

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En contraprestación a esto, y más allá de las habilidades especiales y superpoderes, que los hay, están las Coñas. Habilidades propias de un dibujo animado de los Looney Toons, Chicho Terremoto o Bobobo como la capacidad de sacar del bolsillo cualquier cosa útil en el momento preciso, ser (literalmente) un MacGyver y fabricar o reparar lo que sea sin tener los elementos necesarios, o tener uno de sus  sentidos -como el olfato o el tacto- extremadamente desarrollado. Por mencionar algunas.

Sobra decir que para disponer de estas fascinantes Coñas tendremos que acumular Taras o disponer de pocas pero bastante severas.

Así, de manera sencilla pero con maestría, Chema Pamundi reimaginó el sistema de Implantes y el Transfondo de Cyberpunk 2020, lo simplificó hasta que luciese sencillo pero inagotable en posibilidades e invitó a todos los jugadores a que usasen las descacharrantes Taras y Coñas de los narigones a lo largo y ancho de Barnacity. Y lo que es todavía más loco: entre ellos mismos.

¿El resultado? Cada partida acaba dominada por el humor típico de los personajes del inmortal  Francisco Ibañez de manera natural. Y solo por eso, cada partida de Fanhunter merece la pena.

Fanhunter no destronará a Cyberpunk 2077, pero es el juego que la industria del videojuego necesita

Nos vamos a despedir de esta generación de consolas y entrar en la siguiente habiendo alcanzado el fotorrealismo, y prueba de ello es el impecable acabado visual de Forza Horizon 4, God of War, Mortal Kombat 11 o la sobrecogedora naturaleza de Red Dead Redemption 2. Sin embargo, en algún punto del camino parece que hemos olvidado lo que es reírnos a carcajadas con un videojuego.

Que no se me malinterprete: disfruto de Just Dance o Mario Party como el que más. Y bastante a menudo. Pero es algo que a lo largo de estos años ha quedado reflejado en muy pocas experiencias de juego.

El universo de Fanhunter se adapta fácilmente a múltiples géneros. Thimbleweed Park ha demostrado que las aventuras gráficas clásicas no pasan de moda y South Park: La vara de la verdad y Retaguardia en peligro son geniales gamberradas dentro del RPG que merece ser continuadas.

Sin embargo, donde el universo de Cels Piñol brillaría con luz propia sería en los mundos abiertos. Descubrir Barnacity a través de las reglas de Grand Theft Auto. O mejor: Saints Row. A fin de cuentas, no somos pocos los que suspiramos por un nuevo Simpsons Hit & Run.

Es más, ha habido movimientos por llevar este universo a los videojuegos.

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Desde el respeto (y el cariño), admito que el mayor talento de Piñol no está en sus trazos, sino en el modo en el que ha insuflado alma y carácter al universo Fanhunter. No destronó a Cyberpunk en los juegos de papel y dados ni buscaba hacerlo, y lo tendría realmente difícil para hacer lo propio con el abrumador proyecto de CD Projekt RED.

A fin de cuentas, Fanhunter nunca intentó superar a los mejores, sino que tomó descaradamente lo mejor de ellos para hacerlo propio. Y lo hizo muy bien. Trasladar su juego de rol y sus constantes sensaciones de teatro improvisado entre amigos es el soplo de aire fresco que necesitan los videojuegos de la nueva década para calar entre los jugadores. Mucho más que un nuevo nivel visual.

Lo que quiero decir, ya recogiendo papeles, es que a la nueva generación de consolas no le pido las mismas experiencias de esta con mejores acabados, sino una aventura gamberra, que me haga reír hasta llorar. Como cuando jugaba a Fanhunter entre amigos.

Las imágenes son Copyright © 2020 Cels Piñol y pueden encontrarse en la web oficial de Fanhunter y su Twitter oficial.
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