La primera PlayStation cumple 25 años: así vivimos los editores de VidaExtra nuestra historia con la consola de Sony

La primera PlayStation cumple 25 años: así vivimos los editores de VidaExtra nuestra historia con la consola de Sony

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Playstation

Tal día como hoy hace 25 años, Sony lanzaba en Japón su primera consola al mercado bajo la marca PlayStation. A nuestro país no llegaría hasta casi un año después, allá por septiembre de 1995, y todos los que formamos el equipo de VidaExtra tenemos una serie de recuerdos y experiencias con ella.

La historia de PlayStation es de sobras conocida y ha sido contada mil veces. Nosotros también tenemos artículos sobre cómo se fraguó esta consola, claro, así que hoy no vamos a hablar de eso. Vamos a hablar de nuestra relación con ella, de cómo fue la primera vez que la vimos y sobre qué recuerdos y experiencias conservamos más de 20 años después.

Cada uno de los que formamos el equipo de VidaExtra, por tanto, tenemos nuestras propias vivencias y las queremos compartir hoy con vosotros. Seguro que muchos os sentiréis identificados, otros quizás no tanto, pero en cualquiera de los casos os esperamos en los comentarios para conocer cómo fue vuestra historia con la primera PlayStation. Esta fue la nuestra:

Alex CD

Mgs
Snake haciendo de las suyas en Metal Gear Solid

Me es imposible recordar cuándo supe de la PlayStation por primera vez. Si mi memoria no me falla del todo, creo que en el recuerdo más antiguo que guardo sobre esta consola estoy en casa de un amigo que la tenía y que me dejó probar un par de juegos: Ghost in the Shell y Resident Evil.

Con el primero no aluciné mucho, la verdad, pero el Resident Evil me hizo flipar bastante. La intro era una secuencia grabada con actores reales. Yo no había visto nada parecido en los videojuegos con anterioridad. Por mis manos habían pasado una Vectrex, un MSX, una SEGA Master System y una SNES y en ninguno de sus juegos vi algo semejante.

Ni qué decir tiene que desde aquel preciso instante quise tener una PlayStation con todas mis fuerzas.

Por aquel entonces yo todavía estudiaba y no tenía ingresos, por lo que fueron mis padres quienes accedieron a comprarme una. Fuimos directamente a un Centro Mail situado en Barcelona ciudad con una idea fija: llevarme la consola y un juego llamado Final Fantasy VII del que había leído cosas muy buenas. Pensad que por aquella época todavía no se había inventado YouTube, que llegaría en 2005, ni nada por el estilo, así que las referencias que tenía venían principalmente de imágenes y textos que leía en las revistas de papel de la época.

Tengo una anécdota con el Final Fantasy VII que probablemente le sonará a más de uno y que de rebote va relacionada con lo que comentaba de la ausencia de servicios como YouTube. Resulta que aluciné pepinillos cuando me pasé el juego y vi el final, así que al día siguiente decidí cargar el último punto de control, que si no recuerdo mal era una batalla de las largas contra el jefe, y grabarlo todo con una cámara VHS que tenía mi padre. Es decir: coloqué la cámara (que era bastante aparatosa) en su trípode, la enfoqué directamente el televisor, le di a grabar y me puse a jugar hasta volver a pasarme el juego. Así pude ver una y otra vez el final.

A partir de ahí, y para no alargar este texto más de lo necesario y darle paso a mis compañeros, algunas cosas sueltas que recuerdo de mis años con la PlayStation: haber flipado con la demo del Resident Evil 2 que venía incluida en el CD de alguna revista (y que sólo permitía jugar durante X minutos), los primeros juegos que alquilé (The Bouncer y Z.O.E.), comprar el Metal Gear Solid en un videoclub (en mi pueblo no había tiendas de videojuegos ni grandes superficies), un buen puñado de tardes jugando a un título de coches cuyo nombre no recuerdo mientras escuchaba el primer disco de Foo Fighters y todo parecía increíble...

Jarkendia

Resident Evil
Resident Evil

Probablemente la primera PlayStation sea mi consola favorita gracias al inicio de sagas como Resident Evil, Suikoden o Vandal Hearts, entre tantísimos otros juegos de acción, aventura y rol, tres de mis géneros predilectos. Hasta tuvo los primeros Command & Conquer originarios de PC y auténticos pelotazos de recreativas como Tekken y Ridge Racer, de la por aquel entonces Namco.

Aún recuerdo lo que sentí al ir al Centro Mail de Vigo a comprar aquella PlayStation, puesto que, tal y como pasó con la Mega Drive de SEGA, en aquella época de estudiante tenía que escoger. La primera batalla la perdió la Super Nintendo por ser más cara y la segunda batalla la perdió Saturn por sucederle lo mismo. Porque me gustaban todas las consolas, cómo no, pero no sobraba el dinero. Y ver aquel Resident Evil en primera instancia para la consola de Sony (a la de SEGA llegaría en 1997) fue el espaldarazo definitivo para que la comprase.

Antes, eso sí, llegó un pack muy especial con Destruction Derby y Total NBA 96 de regalo. Después fueron llegando otros como Wipeout, hasta que salió al mercado ese clásico survival horror de Capcom. Fue un efecto dominó en mi barrio, puesto que tras enseñárselo a todos mis colegas de la zona, se acabaron comprando la consola para seguir flipando con aquel juego que parecía una película de terror.

Exploté la consola de Sony como pocas, puesto que me cuadró en una época muy buena con más tiempo libre, disfrutando como un enano el tremendo repertorio de JRPG, no solamente los Final Fantasy de Squaresoft, sino otras grandes producciones que no tienen nada que envidiarle como el antes citado Suikoden (su secuela es mi favorito, con diferencia), The Legend of Dragoon o Vagrant Story. O aventuras como el inolvidable Alundra, el mejor Zelda de PSone.

De los cientos y cientos de juegos que tuve para aquella consola conservo muy pocos hoy en día, por desgracia, en parte por las reediciones en sistemas posteriores, como Castlevania: Symphony of the Night. Pero es una de las consolas de mi vida y a la que le sientan de maravilla estos 25 años de historia.

R. Márquez

Rmarquez

Pese a ser yo seguero de pura cepa, llegó un momento en el que parecía que a mi Saturn se le habían acabado las pilas. Que no quedaba nada interesante a lo que jugar. No recuerdo el año exacto, pero sé que PlayStation ya llevaba una temporada rondando por los juegos que ya estaban disponibles.

El caso es que coincidiendo con un cumpleaños, en el que se supone que iba a ayudar a montar todo el fregado, hubo varios puntos que me volaron la cabeza. La chica, cuyos padres tenían un bar, iba a celebrar el cumpleaños allí. Una sala enorme que, tras pasar una puerta, daba al piso donde vivía la familia. Un piso que tenía un jacuzzi con escaleras en medio de un lavabo inmenso.

Puede parecer una tontería, pero aquella combinación me dejó muy loco. Lo suficiente para pasar de colocar sillas y ponerme a chafardear por el piso hasta encontrar aquella PlayStation de la que todo el mundo hablaba y yo aún no había probado. Girando en su interior, el mítico Crash Bandicoot al que yo y otros compañeros que asistían al cumpleaños nos enganchamos durante gran parte de la tarde.

A casa volví con los ojos haciendo chiribitas y, muy probablemente, un par de dioptrías de más. Ese día aprendí dos cosas, que mi casa era una mierda y que quería una PlayStation más que nada en el mundo. Así que un mes después, coincidiendo con mi cumpleaños, cayó la consola con Resident Evil 2.

¿Por qué ese juego y no aquél Crash Bandicoot? Pues porque parecía más malote y yo, como puede comprobarse por estas líneas, en aquella época tenía un guantazo importante. El juego se convirtió en uno de mis favoritos y desde entonces me he culpado por aguarle a aquella muchacha su cumpleaños.

Jonathan León

Rayman

Da la casualidad de que la primera PlayStation y yo tenemos la misma edad. Como no podía ser de otra forma, fue la consola que marcó mi iniciación en esto de los videojuegos cuando tenía cuatro o cinco años, aunque con esa edad era demasiado pequeño como para atreverme a jugar. Todo eran imágenes extrañas y reglas incomprensibles, pero por suerte, alguien me guió.

Los típicos amigos mayores que, depende de a quien le preguntes, pueden ser una buena influencia o no. Prácticamente todos los chavales de mi barrio me sacaban tres o cuatro años. Cada vez que iba a casa de alguno de ellos estaban enfrascados en una partida, y yo los observaba siempre entusiasmado. Deseando ponerle una mano encima a esas secuencias tan coloridas que embaucaban mi vista. Pero era demasiado joven, y mis padres no iban a comprarme una consola.

Una vez, a mis amigos se les ocurrió una idea que hasta ahora me había parecido imposible: traerse la PlayStation a mi casa (la Play, vaya), aprovechando que mis padres no estaban. Al principio no era muy distinto de cuando iba yo a visitarles, pero aquella idea tuvo tanto éxito que se trajeron la consola muchas más veces, y de vez en cuando me dejaban jugar. No tenía ni idea de cómo funcionaba aquello, pero ellos me lo explicaban y poco a poco lo iba dominando. A veces, incluso dejaban la Play conmigo una tarde entera. Ese era mi momento.

Así me adentré en los juegos que me han influido para toda la vida. El primer Rayman, con el que descubrí que los passwords añejos eran mejor que las partidas guardadas porque podía exploitearlos para conseguir vidas infinitas. Metal Gear Solid, al que jugué hasta vencer a Ocelot tropecientas veces, pero siempre me quedaba atascado porque no teníamos la caja con el códec de Meryl para poder avanzar.

A partir de ahí, ya no había vuelta atrás. Lo que sigue son incontables peticiones para que mis padres me compraran revistas de videojuegos y, si era posible, alguna consola. No recuerdo exactamente qué edad tenía cuando finalmente pasó, pero poco después pude echarle el guante a una flamante Play con montones de demos y el videoclub al lado de casa para alquilar los juegos que quisiera. El resto es historia: ambos hemos cumplido 25 años, pero diría que a ella le ha sentado mejor el paso del tiempo.

Frankie

Screenshot 241

Lo mejor de nacer el año de Naranjito y ser un apasionado de los videojuegos de toda la vida (o, más bien, heredar esa pasión) es que la revolución de contenidos de los 32 bits te pilla en esa fase de la vida en la que buscas experiencias más profundas y maduras. Más transgresoras. Y lo cierto es que PlayStation apareció en mi vida, o más bien títulos del calibre de Metal Gear Solid, Final Fantasy VII, Resident Evil o Soul Reaver, en el momento perfecto para que los pudiera disfrutar en toda su gloria y esplendor.

Tuve la suerte de que por aquella vieja tele marca Nokia (que apuesto a que aún funciona) que tenía en mi habitación pasaron la Saturn, la PlayStation original e incluso la N64. No es que mis padres me compraran todas las consolas, sino que aquella era una pasión compartida y mi casa una suerte de centro neurálgico en la que nos juntábamos a jugar a videojuegos, ver cintas de VHS alquiladas en el videoclub del barrio de enfrente o jugar al rol. Para todo lo demás estaba la calle.

Mía era la Saturn. Mía y de mi hermano, claro. Seguimos apostando por SEGA y he reconocer que motivos no me faltaban: su mando me gustaba muchísimo más que el de PlayStation (el primero, sin sticks analógicos), las conversiones de recreativas de SEGA seguían llegando y el cariño hacia la marca eran potentes reclamos. Pero, como suele pasar en sobremesas, la carrera por imponerse en cada generación es de fondo y no de velocidad. Y Sony fue la que más y mejor arropó a su sistema a través del software con títulos propios y alianzas que hoy siguen siendo de ensueño.

Tras incontables maratones de juego en casa y dos años de Saturn, al final mi hermano y yo celebramos la incorporación a la familia de nuestra primera PlayStation. Y vaya madrugada a base de jugar nos dimos aquella noche de cumpleaños. Nuestros primeros juegos en propiedad: Rayman (el cual venía con un mando serigrafiado), Destruction Derby 2 y un disco de demos que exprimimos hasta la saciedad. Aquella noche no necesitábamos más, pero era inevitable que los estuches de CDs comenzasen a apilarse.

Atesoro recuerdos inolvidables de aquella PlayStation. De vivir el lanzamiento de Final Fantasy VII con una emoción enorme y volarme la cabeza con sus fascinantes personajes. De alucinar junto con mi hermano con un Metal Gear Solid que estaba a años de lo visto videojuegos. De risas compartidas pasando el mando al jugar a los Crash de Naughty Dog (con especial cariño hacia el Team Racing) que hoy vuelven a ofrecernos nuevas alegrías. Y, también, de tener un catálogo de juegos mucho mayor del que debería haber tenido.

Recuerdo la alegría con la que entrábamos en casa con cada nuevo juego. A veces dando saltos. Un nuevo Tony Hawk Pro Skater, el Pro Evolution Soccer original, Tekken 3, Gran Turismo 2 y su hiperrealismo. Daba igual que el reverso del disco fuese negro o no. Eso sí, tengo que reconocer que el juego al que más horas le dedicamos en aquella tele fue el Street Fighter Alpha 3. De hecho, fue el último que puse antes de desenchufarla.

Tanto la PlayStation como la N64 (y el juego que daban sus multipuertos) fueron etapas de mi vida, y las experiencias vividas a través de sus mandos han acabado formando parte de mi ADN. Y el hecho de que, incluso a día de hoy, pueda hacer referencias a momentos concretos de esas experiencias y despertar esos mismos sentimientos en otras personas son la mejor prueba de que su legado está hecho para durar. A fin de cuentas, aquella consola es uno de los símbolos de toda una generación.

Sergio Cejas (Beld)

Final Fantasy VIII

Mi caso no tiene nada que ver con el del resto de mis compañeros porque yo viví la época de la primera PlayStation de una forma totalmente distinta. Sobre todo partiendo de la base de que jamás he tenido la consola en mi colección y nunca ha pasado por mi casa. Eso no quiere decir que, hace 25 años, no supiese cuál era "la Play" o los títulos más importantes que formaban parte de sus filas.

Ahora hay veces que surge alguien defendiendo a muerte a Nintendo mientras critica al resto de compañías y lo mismo con Microsoft y Sony, por ejemplo. Pues bien, mi caso era exactamente ese. Como nintendero que era (y sigo siendo a día de hoy), de pequeño me podían más los colores al ser más radical con los 10-11 años que tenía. Me negaba en rotundo a que una consola que no fuera de Nintendo pisara mi casa.

Todo un error que actualmente me parece que fue muy grave. Es más, hasta la época de la PS3 y la 360 no me animé a adquirir otras consolas de Nintendo, porque ya para entonces me importaba más disfrutar de cualquier tipo de videojuego, independientemente de donde fuera publicado. Precisamente, yo era consciente de eso mismo con la primera PlayStation, porque me encantaba su catálogo y sentía rabia al no ver ciertos títulos en mi Nintendo 64.

De hecho, en cuanto Metal Gear Solid o Final Fantasy VIII fueron publicados en PC, me lancé de cabeza a por ellos. Me moría de ganas por disfrutar de la aventura de acción de Solid Snake y también del grandioso RPG de Square Enix. Aun así, había un buen puñado de juegos de la primera PlayStation que veía en la televisión, sobre todo en un canal francés dedicado en su totalidad a videojuegos, por los que siempre una parte de mí habría deseado alternar mi tiempo libre entre la Nintendo 64 y la Play.

En cualquier caso, tenía amigos que no compartían conmigo esa extraña visión de decantarse únicamente por una plataforma y al menos sí pude jugar en sus casas a algunos juegos. Sobre todo uno de mis colegas tenía una torre con más de un centenar de ellos. Asimismo, gracias a las remasterizaciones, las versiones digitales o la PlayStation Classic, tal vez he llegado muy tarde, pero al menos he podido reafirmar algo que ya sabía en el fondo a mediados de los 90: que el catálogo de PlayStation fue la bomba.

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